lunes, 20 de agosto de 2018

Micieces de Ojeda. EL CONCURSO DE TORTILLAS. Micieces, pueblo patatero (XV).




En Micieces de Ojeda. El día de san Lorenzo de agosto del año... Y sucedió así:

EL CONCURSO DE TORTILLAS

I.- Están de fiesta en Micieces
y el pueblo tiene alegría:
es san Lorenzo de agosto
(el patrón es otro día).
Publica el Ayuntamiento
su programación festiva
y, entre tantas otras cosas,
escuchad lo que decía:
─Convocamos a Micieces
a un concurso de valía.
¡En un pueblo patatero
no pueden faltar tortillas!
Que quien quiera participe
haciendo una buena y rica,  
ni muy grande ni pequeña,
pero que esté muy bien frita.
La tortilla ha de tener
las tres materias sabidas:
las miciecenses patatas,
los huevos de las gallinas
y todo revuelto y frito
en el aceite de oliva.
Con otro tipo de aceite
también se la admitiría.
Quien quiera añadir más cosas,
se acepta la iniciativa;
quien quiera adornarla más,
que la ponga bien bonita.
Todos podéis concursar:
este Concejo os anima.
¡Habrá premios suculentos
a las mejores tortillas!
Y ejercerá de jurado
quien esto mismo publica,
y será su obligación
probar todas las tortillas
para decidir el fallo
que premie a las mejorcitas.
Y después de que el jurado
su fallo y premio decida,
las tortillas quedarán
como don y cortesía
que el concursante da al pueblo
para merienda festiva.
Donará el Ayuntamiento
el pan, el vino y sangría,
más algún otro condumio
que vaya bien con tortilla.

II.- La noticia del concurso
por el pueblo se extendía.
Unos decían que sí,
otros que ya lo verían.
Pero eran las mujeres
las que más intervenían,
porque en el pueblo son pocos
los hombres que hacen cocina.
─Pues si hay que colaborar,
no es gran cosa una tortilla…
─Si a mí me salen muy buenas…
─Yo, con una pequeñita…
─¡Como la rueda de un carro…!,
(la comparanza se aplica).
Lo comentan las mujeres
y unas a otras se animan.
Y también algunos hombres,
aunque siempre minoría,
que suelen pensar que es cosa
de mujeres la cocina…


III.- Y a las cinco de la tarde,
más de cincuenta tortillas
aparecieron redondas
en mesas que se improvisan.
¡Olor a fritanga buena,
olor a patata frita,
olor que los jugos gástricos
por dentro alienta y excita,
olor que, además de oler,
es alimento y da vida.
El jurado se presenta
y la mesa entera admira…
Igual de redondas eran,
¡y más de cincuenta habría!,
unas más grandes que otras,
y muy pocas pequeñinas;
amarillas era todas,
y algunas, más tostaditas,
pero ninguna quemada
y todas de buena vista.
Alguna un clavel o rosa
como un adorno tenía;
con ramito de romero,
otras hay que se atavían;
por moda, con perejil
otras por fuera se aliñan.
Y las más eran tan simples
que eran lo que parecían:
¡una tortilla española,
culinaria maravilla!


IV.- Todas las tortillas llevan
las tres cosas exigidas:
las patatas miciecenses,
los huevos de las gallinas
y la fritura en aceite
sacado de las olivas.
En alguna la patata
va muy cortada y finita;
en otras se nota y ve
casi cual patatas fritas;
en otras casi es puré,
deshecha y antes cocida.
Hay algunas con cebolla
que su textura suaviza.
Otras llevan el chorizo
de matanza pueblerina,
torreznos o jerejitos,
o quizá cosas más dignas:
¡oh, sabor de los ancestros
que cada cual memoriza!
Alguna lleva escabeche
desmenuzado a la vista.
O de lata un buen atún
que da sabor a delicia.
¡Es que la tortilla admite
cualquier cosa que se diga
si mejora su sabor
o es tradición de familia!
Pero de las presentadas
al concurso de aquel día,
las que en méritos ganaron
o quedaron finalistas
solo llevaban patata,
huevo y aceite de oliva.
Y cebolla muy picada
alguna también tenía.
El jurado cata todas,
de todas prueba una miga,
las compara y lo comenta,
las comprueba y acredita…
Y el fallo, que no fue fallo,
quien preside certifica.
(No diremos quién ganó,
ni quién llegó a finalista:
cada tortilla era un mundo
que parecía ambrosía,
y en su diferente ser
las normas, todas cumplían).
─Y ya todos los presentes,
¡que disfrutéis las tortillas…!

V.- Unos las comen con pan
cual bocata de cantina:
otros, como en el vermut,
los trozos hechos los pinchan;
hay quien come a dos carrillos,
y otros con boca muy fina;
para algunos es la cena,
y otros comen una pizca…
Y beben agua o refrescos,
o beben vino o sangría.
La que ganó el primer premio
y las otras finalistas
en un pispás se acabaron:
la gente bien lo sabía
y dio razón al jurado
que premió a las más sencillas.
¡Los miciecenses sí saben
qué es la española tortilla!
Pero todas se acabaron
antes de la anochecida.


VI.- ¿Y los suculentos premios
que el concurso prometía?
Ignoro si “suculentos”
es palabra que valdría
para describir los premios
del concurso de aquel día.
Pero cierto que eran útiles
y en las casas servirían:
¡todos eran utensilios
para usar en la cocina!
─¡Es para que el año próximo
también nos hagáis tortillas…!

JLR



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