viernes, 26 de diciembre de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: REMEDIOS CASEROS (IV). El jarabe, el diente, el sarampión...





REMEDIOS CASEROS (IV)
(JLR)

A los niños se nos caían los dientes, como a todos los niños del mundo de todas las épocas y de todos los lugares. Eso no era problema. Cuando se movía el diente de leche, se tenía paciencia, que ya caería. O se le arrancaba. Si estaba duro, un hilo servía para arrancarlo. Y no había ratoncito Pérez. Sería que como tiene la casa en Madrid, no podía viajar a los pueblos…
Pero las muelas, eso era otro cantar. Lo mejor, decían, para calmar el dolor, era emborracharla: un buchito de coñac o de orujo y retenerlo en la muela que dolía. Y si no había remedio, lo mejor era atar un hilo por una punta a la muela que dolía, y el otro extremo atarlo al picaporte o agarradero de una puerta y, luego, ¡zas!, cerrar de golpe dando un buen portazo: salía la muela echando lech… Yo lo vi en un amigo: y sí, la muela salir, salió echando… todo lo que tenía que echar, pero casi se lleva la cabeza a la que estaba pegada…

El sarampión, las paperas… y otras enfermedades llamadas infantiles las pasamos todos, con mejor o peor fortuna. Y los que las pasamos, aquí estamos para poder contar que las pasamos. El caso es que yo recuerdo muy pocos entierros de niños del pueblo. Casi me atrevería a decir que las cifras de mortalidad infantil no llegaban al baremo medio que se señala para aquella época.


Recuerdo un jarabe que yo tomé alguna vez, yo no sé para qué era, ni por qué lo tomaba: era de algo así como derivado de hígado de bacalao. A mí el dichoso jarabe me repugnaba, aunque seguro que era bueno y efectivo.  Pues todavía, cuando veo un papel del color del papel aquel que lo envolvía, me viene a la garganta el sabor del dichoso jarabe, y me sigue repugnando.




Puedes ver también:

- REMEDIOS CASEROS (I). "...que un día os vais a matar..."
- REMEDIOS CASEROS (II). Quemaduras, dolor de muelas, catarro...
- REMEDIOS CASEROS (III). Las inyecciones, los oídos, la tripa...
- HIMNO A MICIECES.
- ESCUDO DE MICIECES.

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domingo, 21 de diciembre de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: REMEDIOS CASEROS (III). Las inyecciones, los oídos, la tripa...


REMEDIOS CASEROS (III)
(JLR)

Por aquel entonces ponerse una inyección de penicilina era un sueño, además imposible de soñar. (Al Dr. Fleming le dieron el Nobel de medicina el 1945, cuando ya se producía la penicilina en cantidad…).

 A España ya habría llegado, seguro, pero con cuentagotas y a precios imposibles para las gentes pobres de los pueblos… 
Así que, si tenías una infección de oídos, por ejemplo, remedio casero: unas gotas de aceite caliente, paños calientes, alguna tisana para calmarte el dolor… Yo siempre padecí de los oídos y sé muy bien lo malo que es el dolor de oídos… Una vez me hablaron de un remedio seguro: debería echarme en el oído dolorido leche del pecho de una mujer que estuviera amamantando a su hijo. Me decían que la leche materna tiene algo que cura enfermedades… y no sé cuántas cosas más.
-Pues vete a la prima que te eche unas gotas de leche en el oído…

La verdad, nunca nos dio vergüenza el ver cuando la madre, o cualquier otra madre, daba de mamar al niño. Pero eso de ir a que te echen leche en el oído…, eso era otra cosa. Y, naturalmente, no me atreví y no fui, y eso que la tal prima era vecina y vivía pared por medio. 
Así que sigo con el oído estropeado y no tuve la experiencia de si esa medicina servía o no… Claro, cuando uno es ya mayor piensa que una buena sordera da mucho de sí y permite no oír algunas cosas que no interesan…

Otro de los remedios para dolores o males relacionados con el vientre, la barriga, las tripas, eran las infusiones, sobre todo la manzanilla y el té.
 La manzanilla se recogía en las praderas del pueblo en la época debida. El té era de los que se llaman de piedra, de monte, no de lo que se vendía y procede  del árbol o arbusto del té. En la zona de la Peña (montañas de Cervera) había muy buen té de montaña, o de piedra. En Micieces había un lugar donde se daba con cierta abundancia. La fuerza de este té está sobre todo en la flor, no en la hoja como en el té de árbol. Muy acá en el tiempo también  se utilizaban las infusiones de poleo.

 Pero antes, el poleo solo se utilizaba para apartar a las abejas cuando se las cataba, decían que por su olor. También vi en algunas casas infusiones de tila, de ortiga, de laurel, de amapola.

Pero si te dolía la tripa (sic), ya sabías el remedio usual: una manzanilla o un té… Y darle tiempo, que ya se pasaría el dolor. Todavía quedan resabios en las gentes que antiguamente fuimos niños de que el té y la manzanilla son para los enfermos…


















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-REMEDIOS CASEROS (I)- "...que un día os vais a matar..."
- REMEDIOS CASEROS (II). Quemaduras, dolor de muelas, catarro...
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martes, 16 de diciembre de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: REMEDIOS CASEROS (II). Quemaduras, dolor de muelas, catarro...




REMEDIOS CASEROS (II)
(JLR)

Había gentes más curanderas que otras. Una vez a mi hermana se le cayó encima un puchero de agua hirviendo: que si sentaban en el banco de la cocina, que si corrían, que si jugaban…, el puchero que estaba al fuego en la hornacha recibió una patada y su agua hirviendo voló y terminó escaldando su pie y su pierna. Remedio casero le puso mi madre. Pero aquello no dejaba de ampollarse. ¿Solución? La señora Florentina la tiene. Y a ella acudimos. Le untó toda la zona quemada con una crema de su invención y, ¡santo remedio!, se le curó en poco tiempo y no le quedó ni la señal. ¿Qué le echó? Eso siempre fue un secreto. Tiempo muy acá, es decir, hace poco, vino al pueblo uno de esos que se dedican a recoger de las gentes los antiguos remedios y medicinas populares. Nos reunimos unos cuantos a charlar con él y contarle cosas sucedidas aquí en el pueblo. Yo dije algo de los remedios de la señora Florentina, pero sin saber en qué consistían, sino solo los buenos resultados que daban. Dos hijos de ella había en la reunión, pero, con muy buena lógica, no desvelaron los componentes secretos. La señora Florentina tenía una cierta fama de curandera.

Uno de los males que todos los inviernos nos visitaba era el de los sabañones. Para algunos de los niños era un auténtico martirio. Yo creo que les salían sabañones a principio del frío y no se les quitaban hasta final de la primavera. Y no solo era en los dedos de las manos o de los pies, era por toda parte del cuerpo que quedaba al contacto del aire frío y de la humedad exteriores. Había algunos potingues caseros, pero no todo lo eficaces que desearíamos. Años más tarde, y siendo niños o adolescentes todavía, se compraba en la farmacia algún tipo de pomada, que algo hacía. Pero había alguno y alguna más predispuestos a los sabañones que, pobrecitos, lo que sufrían.
A pesar de tanto como jugábamos, de tantos sitios donde no debíamos meternos y nos metíamos, a pesar de tantos posibles peligros que corríamos los chiguitos del pueblo, no recuerdo que haya habido en mis tiempos, sí en algunos anteriores, accidentes graves, mortales, ni siquiera roturas de brazos o piernas… Descalabros, heridas varias, trompazos, peleas…, y otras que podríamos decir que entraban en el gaje de ser niños, no eran infrecuentes. Y todo eso se curaba con los remedios caseros. Más nos valía, porque si no…: el hospital más cercano estaba en Palencia, y no había teléfono, ni ambulancias, ni coche… ¡Si es que los ángeles de la guarda hacían horas extra!

Nuez de tres costuras.
Los catarros, constipados, resfriados, pulmonías, fiebres… no eran infrecuentes. Y dolores de oídos, de muelas, de cabeza… todos los hemos pasado. Para cierto tipo de dolores había remedios auténticamente mágicos. 

Hayucos.
Una nuez de tres costuras curaba el dolor de muelas simplemente con meterla en el bolso y tenerla en él el tiempo que fuese necesario.


 El hayuco, con el sabor tan bueno que tenía (seguro que todavía lo tiene, aunque ya no se encuentra en las ferias ni mercados cercanos), decían que producía dolor de cabeza.



El hipo se curaba dando media vuelta (o vuelta entera) a la parte del jersey que cubre la muñeca. (¡Cierto, compruébalo!). Yo vi de niño a un curandero (?) que le recetaba a mi abuela una botella de agua (no sé si del cántaro de la fuente nuestra o de otra especial…), pero lo especial y llamativo era que la tenía que tener en la mesilla de noche, sin necesidad de beberla… (Mi abuela de esa salió y se levantó, pero tiempo después murió de la enfermedad que siempre tuvo). 






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jueves, 11 de diciembre de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: REMEDIOS CASEROS (I). "...que un día os vais a matar..."



REMEDIOS CASEROS (I)

(JRL)

In illo tempore… En aquellos tiempos de nuestra infancia, adolescencia y juventud… Cuando a las novísimas generaciones, las de los nietos,  o quizá biznietos, de los que entonces fuimos niños,  se les habla de nuestros tiempos pasados les debe parecer que estamos hablando de otros mundos… Pero es que cuando éramos niños y nos hablaban de los tiempos pasados, también a nosotros nos parecía que los abuelos, o los padres, venían de otros mundos lejanos… Claro que hoy las ciencias han avanzado que es una barbaridad… o más.
Pues bien. Por aquel entonces yo creo que  había una botica en Prádanos. Estoy seguro que también en Herrera la habría. Y seguramente también en Alar. Pero posiblemente a estas últimas ya se las llamase farmacias. Yo hago referencia a los años a partir de los años 50 (de 1950, como han supuesto muy bien los de aquella época). Y voy a recordar en este escrito, a partir de aquellas fechas hasta… cuando sea, unas cuantas anécdotas y ocurridos relacionados de algún modo con la medicina casera.


Por aquel entonces no se acudía mucho ni a la botica ni a las farmacias… Y no era porque no se necesitase, sino más bien porque no había medios como para permitirse el lujo de comprar medicinas. Los remedios caseros eran lo usual. Y si no se curaba el dolor, la mayoría de las veces había que conformarse con el “ajo y agua…” consabidos del refrán.

Pero los antiguos tenían para todos los males, o por lo menos para los más repetidos, remedios sacados de la medicina natural, es decir, de las plantas, raíces, hojas, animales…  Y esto venía de generación en generación, de padres a hijos, a nietos, a… Y no dejaba de haber un poco de brujería en todo esto. O quizá de magia.

Desde siempre he creído en el ángel de la guarda. Y más desde que fui maestro. Pero pienso que en los pueblos tenía un trabajo extraordinario con los niños, y con los mayores. Para las condiciones de seguridad que se daban en los trabajos de cada día, no había tantos accidentes como pudiera pensarse. Y en cuanto a los niños, con las aventuras que corríamos por libre, que todo el pueblo era nuestro, y todo el río, y todo el monte, y todos los árboles…, la verdad es que no había tantos accidentes como se pudiera suponer. El ángel de la guarda alguna vez tendría que descansar, o dormir, digo yo, y entonces cualquier desgracia en forma de caída, herida, rotura, descalabro… te venía encima. Aquella vez seguro que estaba jugando con nosotros, pero en el lado equivocado y la piedra, no pequeña, que tiró un compañero desde arriba del puente fue a parar a mi cabeza. Así que a casa, descalabrado y sangrando como un cochino, llorando y con más miedo de lo que te iban a decir en casa que de lo que realmente te dolía. Pero te lavaban, bien lavado, te echaban vinagre y sal, o qué sé yo qué, te vendaban y… estate quieto un rato, que no paráis y un día os vais a matar

Otro día se nos ocurría jugar entre las vigas, maderos y piedras de una casa vieja que habían tirado y cuyos restos habían sacado a los prados. Y lo lógico: un clavo de la madera te atravesaba el pie y te lo dejaba como el de un cristo crucificado. Pues a casa: a lavarlo, echarle vinagre y no sé qué más, vendarlo y… estate quieto, que cualquier día os matáis¿Y la antitetánica? ¿Y… eso qué es? Uno se autovacunaba de todo automáticamente o… no llegaba a la próxima aventura.

Otro, ibas a jugar a la corte de algún amigo, a subir a los pajares, aunque solo fuera por ver cómo eran, o saltar entre los arados y te caías, te rompías la nariz, sangrabas todo lo que había que sangrar, te lavaban, te ponían el brazo en alto, te… y ya pararía de sangrar, aunque la cicatriz la conservases ya por siempre como mérito de tus guerras infantiles.


Recuerdo una vez que había un montón de arena en la calle, junto a la pared de la cantina. Seguro que estarían arreglando alguna casa o la calle misma… Poco a poco el montón de arena dejaba de ser montón: los niños, como todos los niños que he conocido, disfrutábamos jugando en la arena. Pues allí mismo empezamos a jugar a eso de saltar unos por encima de los otros y cada vez la fila a saltar era mayor… Tantas ganas de saltar la fila entera tenía y tanta fuerza cogí, que sí, los salté, pero algo falló y, saltada la fila, fui a dar con todo mi cuerpo en la arena, con el agravante de que lo que primero llegó al suelo fue la cara. Total, todo el moflete derecho, carrillo, oreja y no sé cuanto más apareció raspado con la arena, pelado y sangrante… No sé si dolía o no, supongo que sí, pero lo que de verdad me dolía era que tenía que ir a casa a curarme y que el domingo próximo tenía que hacer la primera comunión… Llegué a casa hecho un eccehomo. Y la madre… pues, eso, lo de siempre, que un día os matáis, que no te puedes estar quieto, que ahora a hacer la primera comunión con esa cara…, pero a curar al herido que era lo primero… Y la primera comunión, con la cara marcada del raspón de la arena. Menos mal que no había fotos, aunque hubiera sido una foto bien bonita.







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sábado, 6 de diciembre de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: Más DE PEDRISCOS Y LLUVIAS (III)





Eso del pedrisco y el estandarte del Sagrado Corazón fue así. Pero es que en otra ocasión el pueblo, o algunos del pueblo, sacaron la imagen de la Virgen de la Calle cuando las nubes estaban descargando ya los granizos sobre el pueblo. Dicen los que lo vieron que los granizos rebotaban sobre la sagrada imagen, y la gente mirando, rezando y… esperando. Y, sin más, dejó de granizar, desaparecieron las nubes, se marchó el nublado y la tormenta,  se aclaró el cielo y brilló el sol…












o o o O o o o


Cuentan que para alejar las tormentas, el mejor remedio era tocar la campana de la ermita de San Lorenzo. Pero esa campana desapareció hace mucho tiempo. Y cuentan también que las campanas de la Iglesia no eran muy buenas para ahuyentar tormentas. Por lo tanto, solo quedaba la de la ermita de la Virgen de la Calle.




Y sucedió que una vez la negra tormenta amenazaba furibunda: truenos, relámpagos, ráfagas de viento… Detrás vendría lo peor: el granizo.  Pues gente decidida se puso a tocar la campana de la ermita (de la ermita de la Virgen de la Calle, claro). ¡Imposible! Por más que se hacía fuerza, por más que se la volteaba (nunca se solía voltear esta campana), que no tocaba y que no tocaba… ¡Y no se consiguió que la campana produjese sonidos! Lo que no está claro es si la tormenta aquella se fue o descargó en el pueblo… Solo quedó, eso sí, el recuerdo de que a la campana no se le consiguió sacar ningún sonido.
           


o o o O o o o


Por la zona del Boedo o de la Valdavia hay un Cristo al que se iba en peregrinación a pedir la lluvia cuando se necesitaba. Y, cosa curiosa, la gente que iba en la procesión llevaba ya su paraguas porque sabían -decían, al menos- que a la vuelta siempre llovía..

o o o O o o o 



Fuente "El Majuelo"
Las gentes de hoy parece que ya no necesitamos milagros que nos libren de pedriscos o nos traigan agua: ¡si hasta nos hemos olvidado de santa Bárbara incluso cuando truena! Son pocos ya los que viven directamente del campo, y para el resto la lluvia es importante, un  incordio importante, por los atascos que origina en el tráfico,  o porque nos estropea las  vacaciones… El hombre o mujer del tiempo, que incluso algunas veces aciertan, nos explican todos esos fenómenos atmosféricos de forma científica, incluso nos profetizan lo que va a ocurrir, nos previenen con alertas rojas sobre los cambios climáticos bruscos o peligrosos -¿y cómo nos las arreglábamos antes sin que nadie nos diese alertas ni nos previniera de olas de calor o frío, de nevadas o tormentas?-, pero también con esos adelantos científicos y técnicos han desaparecido cantidad de costumbres y tradiciones… ¡Váyase lo uno por lo otro!
JLR
"Los Argañales"

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