lunes, 13 de abril de 2020

Micieces de Ojeda. ¡OJALÁ LLUEVA...!








¡OJALÁ LLUEVA...!


Hay una historia muy curiosa, no sé si original de este pueblo o común a muchos. Yo era monaguillo, lo vi y creo que hasta me uní al coro del pueblo. Y no me pareció blasfema ni nada: simplemente era una oración de la gente de pueblo inventada sobre la marcha, y que no aparece en los libros de la liturgia romana.
Pues es el caso que en una de aquellas procesiones de rogativas para pedir la lluvia y el favor del cielo para los campos, el cura iba delante invocando continuamente a Dios con ritmo y letra de letanía litúrgica, y la gente, más o menos atenta, contestaba siempre siguiendo el mismo ritmo y entonación litánicos (con el tono de las letanías)

- Santa María,
- Ora pro nobis. 
- San…  
- Ora pro nobis… 

Después de un rato andando, rezando y cantando, tomaba la dirección de la letanía el sacristán. Ese día, a media letanía, hizo una petición que yo no había oído nunca:

- ¡Ojalá llueva pronto…! 
- Ora pro n… 

Solo algunos despistados terminaron la respuesta. El sacristán repitió: 
-¡Ojalá llueva pronto…!  
- Ora pro nobis… 

Y seguía repitiendo la misma invocación. Pero al común de la gente no le cuadraba la contestación, vamos, que el “ora pro nobis” no le pegaba con la petición. Así que alguien, en un momento determinado, cantó la respuesta por encima del coro, casi con voz de enfado:

‒¡Ojalá, coño, ojalá!

Quien dirigía la letanía  repitió la invocación:

‒¡Ojalá llueva pronto…! 

Y algunos de los hombres, quizá de los mozos, volvieron a contestar:

‒¡Ojalá, coño, ojalá…!

El que dirigía dudó, pero enseguida se animó y siguió con la misma invocación. Y el pueblo haciendo de coro contestaba: –¡Ojalá, coño, ojalá…! ¡Y en cada respuesta el número de voces corales aumentaba… Y así durante un breve rato, que pareció eterno, y un pequeño trozo del camino, que pareció larguísimo. Yo creo que el cura hizo un gesto al sacristán, y este, a media invocación, enmudeció:

            ‒¡Ojalá llue…. 

        Y la gente cantó solo la mitad de la respuesta…
Todos quedaron en silencio, mirándose unos a otros…, y a nadie. Alguien no supo mantener la solemnidad y soltó una carcajada… Y todos soltaron su nerviosismo en sonora risa… Incluso el cura y las autoridades… A lo más que llegó el alcalde fue a decir con un leve vaivén de cabeza:
‒¡Esta juventud de hoy…, es que siempre tienen que hacer alguna…!
No sé que habrían hecho esa vez los jóvenes…

Supongo que seguimos con el rito de la procesión y de las rogativas, que de eso ya no me acuerdo. Tampoco sé si llovió como fruto de aquella oración o no, pero si yo llego a ser Dios en aquel momento, hubiese echado una tremenda carcajada y hubiera deshecho en lluvia todas las nubes habidas y por haber…
Como todavía no hay un  invento válido para producir lluvia, cuando la pertinaz nos ataque, tendremos que hacer una rogativa bien hecha:

‒¡Ojalá llueva pronto!  
‒¡Ojalá, coño…, ojalá!

Pero si empieza a llover…, pues a sacar el paraguas. Pero yo no tengo la culpa: la lluvia siempre viene “de arriba”.

(JLR)


Himno a Micieces de Ojeda