martes, 27 de febrero de 2018

Micieces de Ojeda. TOQUE A MISA. (Las campanas de Micieces, IX)






 TOQUE A MISA


Aunque las campanas de los pueblos tengan también una función social y laica, su misión
principal y fundamental es religiosa: la llamada a los actos religiosos y el solemnizarlos en sentido religioso. Por lo tanto, el toque a misa y a los actos religiosos es una de las funciones esenciales de las campanas, de todas, grandes o pequeñas.  
            En Micieces, como llamada a la misa mayor, propia de domingos y festivos, se tocaban las campanas del campanario parroquial. Mientras se pudo, este toque de llamada a la misa se hacía mediante volteo de las dos campanas. Si solo se podía una, se volteaba una nada más: dependía de los que hacían de campaneros. Cuando se complicó demasiado la subida al campanario, sobre todo si eran niños los que tenían que subir a tocar, se cambió en volteo de campanas por el repique, que se simplificó en el repique de una sola. Pero quien llamaba a la misa solemne, la misa mayor, era la campana, una o dos, no el campanillo.
            Para la misa diaria, o de días no festivos, que se decía en la ermita de la Virgen de la Calle, se tocaba la campanilla de su espadaña. Siempre a medio volteo: no se podía hacer repique y el voltearla era muy difícil y peligroso.
            La llamada del toque a misa era triple, es decir, se tocaba tres veces. El primer toque se hacía un cuarto de hora antes de la fijada para la misa; el tercero sonaba al empezar la misa, cuando el cura estaba saliendo ya al altar; y el segundo en el espacio de tiempo entre la primera y la tercera. En el lenguaje popular se decía: ha tocado la primera…; es la segunda…; o date prisa, que ya tocan la tercera. No es que estos tiempos fuesen cronometrados, pero se cumplían bastante exactamente.
            Hay una cosa que a los de ciudad, o a los que nos regimos por otra forma de medir el tiempo, nos sigue pareciendo curiosa y… tradicional: los fieles que van a misa, tanto los de la misa de diario como los de la misa de día de fiesta, se siguen rigiendo por las tres llamadas de la campana. No vale mirar al reloj y decir que ya es la hora: si no ha tocado la tercera, es que la misa no ha empezado todavía…
            Hasta no hace mucho, Micieces siempre ha tenido misa diaria, ahora ya no. Pues hay muchos miciecenses que echan de menos el toque de la campana que llama a misa, aunque no tuviesen la costumbre de ir a ella. ¡Una cosa más que se va perdiendo, o que ya se perdió para siempre! Y, si es domingo o día de fiesta, lo echan en falta mucho más.

(JLR)

martes, 20 de febrero de 2018

Micieces de Ojeda. A SEMBRAR PATATAS... Micieces, pueblo patatero (VII).


A SEMBRAR PATATAS...

Algunas de las explicaciones que se dan para sembrar patatas, y otras cosas, son de verdad curiosísimas y graciosas: se suelen dar para gente que no ha vivido el campo.



¿Pues cómo se sembraban las patatas en aquel entonces? La tierra estaba preparada ya: arada, abonada, allanada… Si se trataba de un huerto, de surcos pequeños, con poco espacio, no se podía meter la pareja de vacas o bueyes con su arado ─los tractores no habían llegado al pueblo todavía─ y había que hacer los surcos con la azada (la pica), es decir, a mano. Y siempre salían rectos: lo que en un surco podía torcerse, en el siguiente se enderezaba. Se abría un surco, todo seguido, se echaban en él las patatas que hacían de semilla, se tapaba con la misma tierra que antes se había sacado del hoyo… y así hasta terminar el sembrado. Y nunca se siembran las patatas muy hundidas, profundas, sino muy someras, pero bien tapadas con la tierra. Y quedaba todo llano y a la espera de que empezasen a brotar los nuevos tallos de las nuevas plantas.



Si se trataba de una tierra grande, la labor se hacía con el arado arrastrado por la pareja de vacas o de bueyes. En Micieces el ganado caballar no se utilizaba para labrar tierras, salvo en algún caso muy concreto. El arado solía ser el arado romano, arado de madera, aunque algo evolucionado en cuanto a la reja, que era ya de hierro.




 Con frecuencia el tal arado llevaba una vertedera: a la ida, abría el surco, en cuyo interior se echaba manualmente la patata que hacía de semilla; a la vuelta la vertedera hacía volver la misma tierra sobre el surco abierto, y tapaba lo sembrado. El paso rítmico de la persona sembradora marcaba la distancia y separación de cada patata: y siempre caían con la misma separación de una a otra, y con el mismo espacio calculado y equidistante. Y así surco tras surco hasta que se terminaba de sembrar la tierra. Luego se solía pasar una tabla –en realidad un tablón−, la llana, que dejaba toda la tierra igualada. Y… a esperar a que naciesen las nuevas plantas.



Pero el trabajo del labrador en el patatal no terminaba aquí. Nacidas las plantas y con un grado determinado de crecimiento, apenas asomado el tallo, había que darles la cavada, cuya finalidad era la de matar las hierbas que solían nacer con la patata, a la vez que se desmoronaba la costra que solía hacerse en la superficie de la tierra: esto facilitaba el crecimiento de la planta. Luego, ya más crecida, había que marcar bien los surcos, hacer bien los caballones arrimando la tierra de un lado y de otro y dejando entre surco y surco el hoyo necesario para riego. Esta operación se llama escavar. En las tierras grandes se hacía este trabajo con el arado de doble vertedera que echaba la tierra a ambos lados, marcando bien los surcos y dándole tierra a las plantas de patata. Cuando esto se hacía con animales de labranza, estaban uncidos a un yugo más alargado que el ordinario, de este modo tenían espacio suficiente para caminar por el hondo de los surcos sin necesidad de pisar lo sembrado. Y cuando la operación se hacía ya con tractores, solían tener la posibilidad de separar las ruedas para que rodasen por el fondo del surco, sin pisar los pies de patatas.
Mas cuando ya se hacía todo a máquina, ─sembrado, escavado, sulfatado incluso…─  la máquina iba unida al tractor y no había ningún problema: las máquinas modernas vienen ya preparadas y tienen calculada, o calculable, la distancia de separación de los surcos. Igualmente la que saca las patatas y las recoge.


(JLR)

miércoles, 14 de febrero de 2018

Micieces de Ojeda. Historias de Berzosa. SUCEDIERON ESTOS HECHOS. (El lobo "Vedijas" y la perra "Moña", V).




Berzosa.
Micieces.



Desde Berzosa.


SUCEDIERON ESTOS HECHOS


 SUCEDIERON ESTOS HECHOS
en unas fechas lejanas,
en las que matar un lobo
o quitarle la camada
era mérito en los pueblos:
¡el lobo era fiera mala!
El Rodríguez de la Fuente
y sus famosos programas
llegaron años más tarde.
¡Casi en mantillas estaba
entonces la ecología,
o casi casi olvidada!

Un día de aquel entonces
el Vedijas acechaba
al rebaño del pastor
entre los brezos y ramas.
Era por fuente la Mora,
entre el brezal y las matas
de unos robles que crecieron
como cepudas aisladas.
Y era una tarde de otoño
con el sol de unas seis varas.
La Moña, con buen instinto,
el aire frío venteaba,
gruñía inquieta y nerviosa
y quejumbrosa ladraba.
El pastor aquellos signos
sin dudar interpretaba,
y recoge su rebaño
y lo lleva a descampada.


Llega en esto el cazador
con su escopeta terciada.


El pastor le dice en gestos
señalando hacia las ramas:
─Está Vedijas, el lobo,
acechando entre esas matas.
Lo comprende el cazador
y la escopeta prepara.
Gruñe en silencio la Moña
y el pastor la coge y calma.
Lobea Vedijas lento
y no mueve casi nada.
Apunta bien la escopeta,
sin seguro y preparada,
y, puesto de pie, le grita
al lobo para que salga.
Sin disimulo el Vedijas
sale hacia la descampada
mostrando orgullo en su porte,
y en sus dientes la amenaza.
Mas el cazador muy quieto
la su escopeta dispara:
ruido mortífero suena
por la brecera y la braña;
las ovejas con el susto
corren muy desorientadas;
da Vedijas en el aire
un salto como de danza
y cae tendido en el suelo
de una forma muy rara…
Se pone el pastor en pie;
la Moña corriendo escapa:
va junto al lobo y le muerde
mientras ladra que te ladra.
El pastor, por ver si ha muerto,
le toca con la cachava.
El cazador con el pie
también su muerte constata.
─Era un hermoso ejemplar…
Su piel es hermosa y guapa:
en homenaje  al Vedijas
la conservaré en mi casa.

Y en su casa la conserva.
Y si alguno la señala
y le pregunta qué es eso,
el dueño la historia narra
─si le dejan que la cuente
y si quieren escucharla─
de Vedijas, lobo hermoso,
y de una perra sin raza
pero que fue gran pastora
y que Moña se llamaba.


(JLR)



¿Y el lobo?
¿Dónde está?





















La historia completa de "El lobo Vedijas y la perra Moña" en (hacer click):

- EL LOBO VEDIJAS (I).
- LA PERRA MOÑA (II).
- EL PASTOR MICIECENSE (III).
- EL CAZADOR BERZOSEÑO (IV).


Y más sobre Micieces en:


viernes, 9 de febrero de 2018

Micieces de Ojeda. Historias de Berzosa. EL CAZADOR BERZOSEÑO. (El lobo "Vedijas" y la perra "Moña", IV).





















EL CAZADOR BERZOSEÑO


 EL CAZADOR BERZOSEÑO
solía salir de caza
y recorría los campos
con tranquilidad y calma.
No daba gran importancia
a las piezas que cobraba,
pues el salir por el campo
más que el cazar le gustaba.
Con hambre, sed y cansancio
solía volver a casa,
que son los tres compañeros
del cazador que no caza.
Muchas veces en el monte,
en el brezal o en la braña
paraba junto al rebaño
y con el pastor charlaba.
(El cazador era dueño
de parte de la manada).
Y encendían su cigarro
y de sus cosas hablaban,
del rebaño y las ovejas,
y de lobos que atacaban
con una cierta frecuencia,
mayor que la deseada.
─Hay muchos por esta zona,
criarán en la montaña…
Y la historia de Vedijas
el pastor le cuenta y narra…
─Si no viene cada día,
me sale cada semana,
mas si se ve descubierto
no nos ataca y se marcha.
─A ver si un día de estos
en que venga yo de caza
aparece el tal Vedijas
y le tiro una descarga…

                                       (JLR)









De la historia del lobo "Vedijas" y la perra "Moña", puedes ver:


Y en la próxima entrega:

- SUCEDIERON ESTOS HECHOS.

Y más sobre Micieces en:




lunes, 5 de febrero de 2018

Micieces de Ojeda. Historias de Berzosa. EL PASTOR MICIECENSE. (El lobo "Vedijas" y la perra "Moña", III).


(Francois Bouchet - Museo del Louvre)







EL PASTOR MICIECENSE


 ERA EL PASTOR DE MICIECES,
de Berzosa la manada,
y en los campos berzoseños
cada día pastoreaba.
Hiciese calor o frío,
hiciese niebla o solana,
cayese lo que cayese,
rocío, lluvia o escarcha,
a su rebaño de ovejas
de la corte lo sacaba,
que algo comerá en el campo,
o beberá al menos agua.
Todos esos literatos
que dulces novelas narran
de la vida pastoril
y hacen versos y tonadas
que suenan bien al oído
y tienen bellas palabras,
de la vida del pastor
no saben nada de nada,
ni qué es el frío del campo,
ni qué el calor que lo abrasa,
ni el olor a mar del cierzo,

ni el rocío ni la escarcha,
ni la nieve que te hiela,
ni el hielo que el cuerpo pasma…
¡La vida del campo es bella…,
si en la ciudad te la pasas!

                                                         (JLR)



Sobre la historia de "El lobo Vedijas y la perra Moña", puedes ver:


Y próximamente:

- EL CAZADOR BERZOSEÑO.

Y más sobre Micieces en:


Himno a Micieces de Ojeda