martes, 29 de octubre de 2019

Micieces de Ojeda. EL NUEVO SAN PEDRO. (El tronco de ciruelo y san Pedro, parte IV)







EL NUEVO SAN PEDRO
(EL TRONCO DE CIRUELO Y SAN PEDRO, PARTE IV)



Y pasados los tres meses
les llegó el nuevo san Pedro.
Todo el pueblo a recibirlo
sale curioso por verlo.
Y reunidos en la iglesia,
se desembala lo envuelto.
¡Bien embalado venía
y protegido por dentro!
Le quitan el embalaje
y lo que le tiene envuelto…
¡Y de pronto apareció
reluciente el buen san Pedro!
Un silencio sorpresivo
le acoge en su nuevo pueblo.
Boquiabierta  y ojiplática
se queda la gente viendo.
Y del silencio, un murmullo
de admiración y respeto
se levanta progresivo
y se convierte en voceo:
es aprobación y encanto,
extrañeza y embeleso,
porque el san Pedro parece
recién bajado del cielo,
brillante, recién pintado,
portentoso…  y un portento,
natural y muy humano,
pero celeste y etéreo…
¡Un san Pedro castellano,
no del mar y sí campero!
Alguien comenta bajines:
-Es la copia del tio Pedro.
El cura dice a la gente:
-Bendecirle  es lo primero…
-Pos qu’él nos bendiga a nos,
que pa’eso baja del cielo…
Su mujer le da un codazo:
-Cállate y reza, so ateo…
Y bendice el cura al santo
por ser en su iglesia nuevo.

Y luego, cual procesión,
todos se acercan a verlo,

por tocarlo, y comprobar
que era verdad lo que vieron.
Le miran y le remiran
y le rezan en silencio,
alguno se hace la cruz
con trazos de analfabeto,
otros se besan la mano
y le lanzan cortés beso.
Todos admiran la imagen
y se marchan tan contentos…

El último de la fila
es el llamado tio Pedro.
La gorra gira en sus manos,
llega nervioso y muy tenso,
con chaqueta de domingo,
pantalón de pana nuevo,
mirada escudriñadora
por ver si era su ciruelo:
bajo estofado y pintura
él reconoce el madero.
Una mano se le posa
en su hombro con afecto:
la del artista ambulante,
escultor e imaginero:
-¡Lo que se puede sacar
de un tosco y rudo madero…!
El tronco que tú me diste
es este nuevo san Pedro.


Mira el tio Pedro al artista
y mira y remira lo hecho.
No sabe qué contestar
y guarda cauto silencio.
El tio Pedro queda solo
mirando fijo al san Pedro.
Y luego dice con sorna
tocándole el pie derecho:
-¡Ay, san Pedro, mi san Pedro:
 yo te conocí ciruelo.
Los milagros que tú hagas,
que me los cuelguen al cuello…
Con cachaza pueblerina,
salió de la iglesia recto,
se caló su boina negra…
¡y a la cantina contento!


(JLR)





También puedes ver de "El tronco de ciruelo y san Pedro":



Y más sobre Micieces en :















Himno a Micieces de Ojeda