lunes, 26 de julio de 2021

Micieces de Ojeda. RECUERDOS DE VERANO. EN LA ERA : LA TRILLA "DE ANTES"







LA TRILLA "DE ANTES"

Seguimos en la era. El carro llega a la era y descarga las nías. En el trozo de era correspondiente se prepara la trilla, se esparce el bálago en redondo y, si es pronto, se deja que el sol lo oree y seque bien… Después, se enganchan los animales al trillo y se empieza a trillar… Vueltas, y vueltas, y más vueltas… La trilla va mermando en grosor, se va desmenuzando la paja, el grano cae a lo bajo de la parva… Y cuando la paja está suficientemente trillada, molida o en trozos suficientemente pequeños se termina la trilla de esta parva. Pero no el trabajo.

¡Oh, qué bonito, qué campestre, qué idílico…! Y voy yo y me lo creo. Los que escriben novelas campestres e idílicas del campo, las eras, el trabajo veraniego y…, seguro que no han trabajado mucho de labrador en verano. No niego que el verano del labrador no tenga belleza, que la tiene. Ni niego que tenga un valor extraordinario, que lo tiene. Ni que canciones, escenas y bailes de zarzuelas campestres sean preciosos y tengan valor, que lo son y son valiosos. Tampoco niego que cualquier escena de trabajo veraniego sea precioso cuadro étnico y, además, un trozo de auténtica historia, que lo es. Ni digo que esas novelas pastoriles o campestres estén mal escritas y no tengan belleza y valor literario: cada obra tendrá su propio valor y belleza dependiendo de si el autor lo hace bien, regular o mal…

Pero creo que muchos de los que escriben sobre el trabajo del verano no han vivido ni experimentado  lo que es darle al dalle una mañana entera; ni dar vueltas y vueltas en la parva subido al trillo, arreando a los animales, que también se cansan y se quieren desmandar; ni recoger sus excrementos en una lata porque si no, se hace un revoltijo la trilla, se arrolla la paja y no se trilla; ni aguantar el sol del verano castellano y el cierzo de las tardes miciecenses; ni dormirse en el trillo y despertarse de un susto porque las vacas se han ido de la trilla no sé a dónde… Ni saben lo que es esperar la hora de la comida, o de la merienda, o la hora de llevar a beber a los animales… porque solo el hecho de bajarse del trillo era ya como un recreo…








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lunes, 19 de julio de 2021

Micieces de Ojeda. RECUERDOS DE VERANO. EN LA ERA: LOS TRILLOS.

 








EN LA ERA: LOS TRILLOS




En verano las eras de Micieces eran el centro de la vida del pueblo. Todas estaban situadas al norte o al sur de la carretera, que las separaba en dos zonas, las de arriba y las de abajo. O concretando más: las eras limitaban con el camino de  Praolaseras (al norte); una línea imaginaria vertical a la carretera que,  pasando por Fuentesoñas, iría desde la presa del río al camino de Praolaseras (al este); el río (al sur); y los caminos a Olmos y a los huertos (al oeste).  La única que estaba fuera de estos límites era la del señor Pepín, situada junto a su caseta en el camino del Indiviso.



Todas eran de piso de césped y daban hierba que se segaba y se aprovechaba para los animales. Cuando llegaba el tiempo, se segaba, se acomodaba y sobre su césped se trillaba.

En este pueblo nunca hubo eras empedradas: para un miciecense eso es un contrasentido. ¡Pues solo faltaba eso, trillar sobre empedrado! ¿Cómo terminarían las piedras del trillo en cuanto pasasen varias veces sobre un suelo de piedras?

Los trillos de Micieces siempre fueron de tablones en cuya parte inferior se incrustan las piedras de pedernal o similares, agudas y cortantes. Esos trillos con ruedas cortantes u otros artilugios, nunca los vi en el pueblo. Claro, si a este tipo de trillos de piedras se los arrastra por la carretera, por ejemplo, se quedaría el trillo romo, sin piedras con corte, y la trilla sería imposible. Ya se escapó alguna vez algún animal, sobre todo caballería, y vimos lo que pasaba al trillo: o lo empedraban de nuevo o al retiro.

Los animales de labranza en Micieces siempre fueron las vacas y los bueyes. Y alguna pareja de mulas en alguna época determinada. Pero para la trilla, cada labrador aprovechaba lo que tenía en casa: otros vacunos, jóvenes o viejos, la yegua, el macho, incluso los asnos, solos o uncidos con una vaca, mula o yegua. Ya preparaban el yugo adecuado. Y el trillo era del tamaño conveniente al tipo de pareja. Alguna vez trillaba una vaca sola, con su yugo individual y su trillo más pequeño.


Cada año, antes del verano, se acercaban a los pueblo, y a Micieces, los trilleros. Eran trabajadores ambulantes cuyo oficio era empedrar los trillos. Su trabajo parecía fácil, pero había que saber hacerlo: con un golpe en una especie de clavo gordo sacaban la piedra rota, y con otro empotraban en aquel agujero otra piedra similar que traían ellos de no sé dónde. Y aunque se descascarillasen las nuevas, siempre les quedaba el corte. ‒Claro, son piedras de pedernal ‒nos explicaban a los niños que todo lo queríamos saber‒. La primera vez que pasé por la autovía de los Pinares, ya en la provincia de Segovia, vi el cartel del pueblo Cantalejo. En mi memoria se removió algo: ¡era el pueblo de aquellos trilleros!


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viernes, 9 de julio de 2021

Micieces de Ojeda. RECUERDOS DE VERANO: ACARREAR.





 

ACARREAR

Acarrear es traer en el carro las mieses a la era. Y si quería el labrador que la trilla estuviera preparada para media mañana, cuando el sol ya había oreado la humedad del rocío, tenía que madrugar, que a veces las tierras sembradas estaban bastante lejos.


Para acarrear se utilizaba el carro común de la zona, al que se le ponían unos picos, palos puntiagudos sobresaliendo de los tableros de la caja, con el objetivo de poder cargar más cantidad. Y para cargar el carro, se pincha el brazado con el horcón de purrir y se daba los brazados desde el suelo a otro que los recogía desde el carro y los colocaba de forma que cupiesen más y llegasen completos a la era. ¡Era un arte cargar bien un carro! Y los brazados, sin atar, no se deshacían ni se desmoronaban, que resistían cualquier movimiento del cargador y el del carro en el camino hasta la era. Incluso cuando llegaron las máquinas segadoras, nunca se ataron en gavillas, sino que iban sueltos y seguían llamándose brazados. La carga sí que se ataba con un dogal, una cuerda larga y gruesa, por seguridad y para que no terminase en el tierra, que los caminos no eran buenos.

A veces algún carro entornaba, es decir, volcaba, por el motivo que fuese. Pero había una cosa curiosa, vista desde el hoy: los labradores se fijaban bien en cómo llegaban a las eras los carros cargados. Algunos llegaban con mucha carga, bien distribuida y como

pegada: no se les había movido en el camino. Otros, traían menos de lo que podían haber cargado, quizá por mal cálculo o miedo a perderlo por el camino. Y otros llegaban daleados, mal distribuidos, cargados de cualquier forma… “¡Ese no llega, lo pierde…!, comentaban algunos. A esa carga se la llamaba una “marrana”.


Matrícula de carro

También puedes ver (hacer clic):

- EN EL RASTROJO : LA SIEGA (I).

- EN EL RASTROJO: LA SIEGA (II).

- VERANO DE ANTES.


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Himno a Micieces de Ojeda