lunes, 28 de junio de 2021

Micieces de Ojeda. RECUERDOS DE VERANO. EN EL RASTROJO: La siega (II)





EN EL RASTROJO
LA SIEGA (II)

He visto, pero no en nuestra zona, dalles con un armazón para que, al dar la dallada, la mies, la hierba o lo que se segase, quede en fila y bien colocada. Y cuando lo vi, me pareció innecesario “porque en mi pueblo los segadores sabían dejar todo en fila” sin necesidad de ese apero. Y el pasillo segado, tan limpio que no necesitaba ser rastrillado. 


El segar a dalle tiene su arte. La primera vez que se coge este apero para segar, se hace convencido de que es muy fácil: total, es girar la cintura, los brazos y mantener el dalle a su altura, y… ¡la punta se te pincha en el suelo! Y la segunda, la mitad de lo que estás segando lo cortas a uno o dos palmos del suelo, de manera que, si no ha crecido mucho y es pequeña la caña, siegas las espigas y dejas la paja en pie… O te sucede que lo estragas con el roce en piedras y tierra… Pero es cuestión de práctica. Yo me creo que el arte está, sobre todo, en resistir todo el día segando y que no se te rompan los lomos. Es un trabajo cansado y pesado… Quien sabe segar, lo hace sin más, como al desgaire, y le sale bien: el pasillo segado, limpio; todo el bálago, enfilado; las espigas, todas al mismo lado…  Esto facilita el siguiente trabajo: el recoger la mies en brazados, que no gavillas.
















Para segar a dalle es conveniente que la caña de la mies esté suave, no verde, pero no muy reseca. De ahí que los segadores madruguen y aprovechen la humedad del rocío mañanero. El cereal, cualquiera, no podía estar verde: el grano no estaría maduro; ni muy seco: se desgranaría en la tierra y eso lo tenía que hacer en la era. Por otra parte, la caña seca cascaba mejor, más fácilmente, al golpe del dalle. Pero todo esto se lo enseñaba al labrador el instinto y la práctica.

Quien lo recoge, hace los brazados de muy similar tamaño: es la práctica la que da esa habilidad. Ayudándose de la segadera, se enrolla la mies sobre sí misma y sale un brazado similar a los anteriores y sin que se deshaga. Y se amontonan juntos y bien puestos en la morena, a favor del viento y de la posible lluvia. Estos brazados de mieses nunca se atan, ni con cuerdas, ni de cualquier otra manera.

Las segadoras eran aquellas máquinas que, arrastradas por las vacas, bueyes o mulas, segaban las mieses, haciendo el trabajo más llevadero, fácil y rápido. Las primeras que vi en el pueblo llevaban ruedas de hierro. Como el primer tractor que vi funcionando en Micieces. Creo recordar que aquellas máquinas segadoras eran de la marca Ajuria o de la Jolpa. También había beldadoras de esas marcas. Cuando un compañero de la escuela nos explicaba que su padre había comprado una segadora con ruedas de goma, como los coches, pero que estaban llenas de agua, nos burlábamos de él y no lo creíamos. Hasta que lo comprobamos (y no diré cómo): ¡tenían agua junto con el aire, qué cosa más rara!


JLR





Puedes ver también (hacer clic en):

- LA SIEGA (I).

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martes, 22 de junio de 2021

Micieces de Ojeda. RECUERDOS DE VERANO. EN EL RASTROJO: La siega (I).







A mis se…tytantos años se me ocurre recordar aquellos veranos de la primera mitad de la década de los cincuenta (1950), cuando la feliz niñez reinaba a mí alrededor sin otras penas ni preocupaciones que las propias de un niño. ¡Cómo han cambiado los tiempos… y mi tiempo! ¡No son los veranos de ahora lo que eran los de antes! Veranos de pueblo castellano, dedicado a sus labores: segar, acarrear, trillar, trabajar en las eras, regar las patatas, los fréjoles y los huertos… Había gentes para las que su día comenzaba antes del alba, otras cuando la del alba sería ya la veían desde su tierra, y todos estaban en su quehacer cuando se asomaba el sol tras los altos de Villavega.

                                EN EL RASTROJO:

                                LA SIEGA (I)



Aquello de “ya llegan los segadores…con sus hoces…” no fue nunca propio de Micieces. La hoz se utilizaba, claro, pero para trabajos menores, para recoger lo segado a dalle, para segar linderas, espigas salteadas, yerba… Por otra parte, en Micieces, más que hoces, había segaderas: en el habla ordinario del pueblo, la hoz era una segadera. Había otra más pequeña y manejable para segar más fácilmente hierba y otras cosas de huerto: era el tranchete. Sin embargo, no se utilizaba para recoger lo segado a dalle por ser pequeño y abarcar poco brazado.

                                             


 


En cuanto a segar mieses, labor tan propia del verano, no se usaba la segadera, sino el dalle. El nombre más usual es guadaña, aunque en el habla regional nuestro existen el dalle y la dalla. La diferencia está en que la dalla es de hoja estrecha; y el dalle, de hoja ancha. Para segar las mieses se utilizaba el dalle. Y tanto el dalle como la dalla de vez en cuando había que afilarlos. Y se hacía con el sistema de picarlos. Picar el dalle consistía en machacar el filo para hacerlo más cortante. Y se hacía con un martillo especial sobre una especie de yunque mínimo que se clavaba en el suelo. Tenía ese trabajo su técnica y su arte, o de lo

contrario no solo no lo afilabas, sino que lo estropeabas  para siempre. No debía dar buen resultado afilarle en la piedra de amolar, porque no recuerdo haberlo visto nunca, a no ser muy acá en el tiempo, cuando el dalle ya no se usaba para las mieses.

El segador a dalle llevaba atada a su cintura la colodra: un recipiente con agua y la piedra de afilar el dalle. Casi todas las colodras de Micieces eran de cuerno de vaca, pero las había también de metal, aunque, no sé por qué, parecían más atractivas las de cuerno. Cuando se segaba, había que darle de vez en cuando un afilón a la hoja del dalle. No era el picarle, a la siega se llevaba el dalle picado: lo que hacía la piedra de afilar era afinar el corte. Con frecuencia era de pizarra, plana, de grosor suficiente e igualado y terminando ambos extremos en punta piramidal. Las había de otro tipo de piedra, pero se solían llamar igualmente pizarras.

 

La figura del segador que afila su dalle es característica y típica de verdad: de pie, seguro, piernas un poco abiertas, apoyando el asta en el suelo, el brazo izquierdo como descansando en el borde superior de la hoja y sujetándola con brazo y mano; echa la mano derecha a la cintura, saca la piedra de afilar de la colodra y, haciendo un arco amplio con el brazo extendido, llega al corte del dalle y pasa la piedra por ambos lados, alternativamente y todo seguido, empezando por un extremo hasta terminar en el otro… Y el ruido característico sería digna música para una canción si el cansancio y la seriedad castellana lo propiciasen…


J.L.R.



También puedes ver (hacer clic):

- VERANO DE ANTES.

- VERANO DE AHORA.

Y más sobre Micieces en:

Micieces es mi pueblo - CONTENIDOS

Himno a Micieces de Ojeda