martes, 31 de octubre de 2017

Micieces de Ojeda. EL TOQUE DE DIFUNTOS. (Las campanas de Micieces, IV)





TOQUE DE DIFUNTOS

Al hablar de los difuntos vamos a olvidarnos, que no despreciar, eso del doblar de las campanas y también lo de su tañer. En nuestra habla tocan a muerto o a difunto, pero ni tañen, ni doblan. Esas palabras son demasiado cultas y solo sirven para películas y novelas…
“Tocan a muerto” ─en el habla popular era más significativo, sonoro y usual lo de tocar a muerto que lo de tocar a difunto─, se decía en cuanto se escuchaba el primer clamor. Y clamor llamamos a cada vez que se repite la secuencia de sonidos, la melodía, de este toque. Es el más individualizado y distintivo de todos los toques que se hacen, hacían, en Micieces y que todo el mundo conocía.
            A muerto se toca con las dos campanas grandes del campanario parroquial, nunca con la campanilla de la ermita, que esa es para otra cosa. Se toca en forma de repique. Es decir, así, permítasenos la onomatopeya: din – dan / din – dan / din – dan… / din-dan-din-dan-din-dan-din-dan-…/ din-dan / din–dan…  Esta es la secuencia básica de cada clamor. Cada una de las campanas tiene su tono o sonido: la una grave, la otra más agudo (de ahí el din – dan…). El repique empieza separando un sonido del otro tanto cuanto quiera el tocador, pero no demasiado. Y va paulatinamente dejando menos tiempo de separación entre uno y otro (entre cinco y ocho toques de cada campana, más o menos), hasta que los hace muy seguidos, sin espacio de tiempo entre ellos, pero no a la vez y sin llegar a confundirse el de una campana con el de la otra…. Y después de ese repique continuo y rápido, vuelven otra vez a separarse los toques de cada campana… Y ahí empalma con el siguiente clamor… Y se suele tocar a muerto de tres en tres clamores seguidos. Entre cada grupo de tres, se descansa, o se para, y luego se repiten de tres en tres. Y así sucesivamente durante el tiempo que quiera, o que aguante el campanero, o que…
            Este toque miciecense de difuntos, o a muerto, es diferente al de pueblos vecinos y al de otros pueblos lejanos que tienen sus toques de difuntos grabados en los medios sociales. No es que sea exclusivo de Micieces, porque hay pueblos que lo tienen igual o muy parecido, o con alguna leve modificación. Y todos los miciecenses conocen cuándo es toque a muerto y cuándo no, y cuándo se toca bien y cuándo se hace una chapuza. Pero quizá no todos sepan el porqué de esta forma de tocar a muerto. Seguro que hay muchos que no saben, o no han pensado nunca, de dónde viene esta forma de tocar, ni qué significa.


Reproducción de un clamor del "toque de difuntos".

            Pues la realidad es que su significado es antiquísimo, viene de antes de Cristo, se inspira en la teología oriental de la muerte y, sobre todo, en los egipcios: en aquellas leyendas y dibujos en que la persona muerta es pesada, o juzgada, para saber si merece premio o castigo, y allí están el representante del bien y el del mal disputando para llevársela consigo al premio o al castigo. Los primeros cristianos asumieron algunas leyendas y tradiciones orientales sobre lo que pasaba después de la muerte. Y la literatura cristiana antigua da pistas sobre ello. La medieval castellana lo trae claramente en sus danzas de la muerte, en los juicios del alma, en cantidad de poemas y en los autos sacramentales.
            Bueno, eso es así y dejémoslo como está. Y ahora lo explico aplicándolo a la forma que tenemos de tocar a muerto.
            Cuando uno muere, su alma ha de ser juzgada para valorar si merece pena y castigo o premio y gloria: es uno de los cuatro novísimos, el juicio. Pues el alma llega ante el tribunal que la va a juzgar. El Juez supremo es Dios, y en ese juicio hay un defensor, el mismo Dios o un ángel que defenderá al difunto con las pruebas de lo bueno que ha hecho en su vida; pero hay también un fiscal que acusará al alma del difunto de cuenta maldad haya podido hacer, la haya hecho o no, eso no importa, porque se la quiere llevar al inferno. Y comienza Dios, o el ángel-defensor, a hablar: “din…”  Y el fiscal-demonio le contradice y expone lo mala que ha sido: “dan…”. Y habla el defensor: “din”, y le responde el acusador: “dan”; y vuelve a hablar el ángel-defensor: “din”, y le contradice el demonio-acusador: “dan”. Y defensor y acusador se enzarzan en una discusión para ver quién se lleva al alma: “din-dan-din-dan-din-dan…”  Y tanto se enzarzan y gritan que casi ya no se les entiende ni se entienden entre ellos mismos: es el repique rápido de las dos campanas… Hasta que, enfadados ambos, cortan la discusión. Es un clamor. Pero de todo esto no ha salido nada claro. Y vuelven a empezar la discusión: “din… dan / din…dan /…” Otro clamor. Y siguen, y siguen… hasta que, eso creemos, Dios zanja la cuestión y se la lleva consigo… El repique, pues, debiera terminar con la voz de Dios, o del ángel-defensor, es decir, el triunfo del bien o de lo bueno que ha sido el difunto… Pero el caso es que no sabemos a ciencia cierta cuál es la voz de cada uno de los interlocutores: no sabemos si Dios utiliza la voz del sonido grave y el diablo la del agudo, o viceversa… Y, porque no lo sabemos, el toque a muerto es una llamada a cada uno del pueblo para que rece por el difunto, sabiendo que Dios es juez justo y misericordioso y dará al difunto lo que él se haya ganado en la vida y lo que la misericordia divina tenga a bien concederle.
Para entender este toque hay que partir de que arranca de una dramatización, del tipo de auto sacramental, que llega a nosotros sin palabras, pero con el lenguaje universal de la música de las campanas, escenificando uno de los cuatro novísimos, el juicio. Pues esa dramatización y escenificación, Micieces las conserva idealizadas y estilizadas en el sonido de sus campanas cuando tocan a muerto. Y no son muchos los sitios donde esto se conserva. Me pregunto cuánto tiempo más durará: valdría la pena conservarlo, aunque fuera solo como recuerdo histórico y bien cultural inmaterial.

TOQUE DE GLORIA: es el equivalente al toque de muerto o de difunto, pero para cuando muere un niño. La diferencia está en que no son las campanas las que suenan por un niño difunto, sino los campanillos, dos de ellos. También uno de ellos tiene el sonido más grave que el otro, y también simbolizan el diálogo entre el diablo-acusador y el ángel-defensor. Y también en este caso tendría que terminar cada clamor con la voz del ángel, el triunfo de lo bueno, el premio, pero tampoco sabemos qué voz le ponemos a uno y a otro. Así que estemos seguros de que es Dios quien se va a llevar al cielo el alma del niño difunto. 


JLR







lunes, 30 de octubre de 2017

Micieces de Ojeda. EL CAMPANARIO. (Las campanas de Micieces, III).




EL CAMPANARIO

Un capítulo aparte, o por lo menos un punto y aparte, merece el campanario de Micieces.
Es una construcción atípica, única, achaparrada, artísticamente independiente, con su propia belleza escondida… Es una torre adosada a la pared oeste de la iglesia parroquial y construida fuera de los órdenes arquitectónicos que rigieron la construcción de su iglesia.  La parroquial se terminó cuando y como se puedo y llegó en su largura hasta donde el presupuesto o dinero llegó, y allí se cerró el edificio con una pared de mampuesto de calicanto sin más, aunque reforzada en sus esquinas con piedra labrada de cantería, de caliza blanca, blanda y porosa, como lo es toda la piedra de cantería labrada de la última época de la construcción de la iglesia.



            ¿Y dónde colocar las campanas? Porque a una iglesia que no tenga campanas le falta algo que los fieles siempre han considerado como importante, y más en un pueblo donde las campanas tenían también funciones civiles. Una espadaña no pegaba en el conjunto de lo que es la iglesia parroquial, y ya había en el pueblo otras dos ermitas con espadaña. Así que decidieron hacer una torre que sirviese de auténtico campanario y estuviese adosada a la pared occidental de la iglesia. Y aprovecharon todos los restos de piedra que pudieron encontrar de la obra de la iglesia y de otras construcciones, y toda cuanta pudiese salir en cualquier tierra, casa, arroyo o campo del pueblo. 



Sería interesante ver los planos originales de la tal torre campanario. Dudo que los hubiera; y más, que los siguiese el constructor. Existe una explicación popular de cómo se hizo la torre campanario de la iglesia. Los vecinos habían recogido todo tipo de piedras y cantos rodados o de arenisca aglomerada −son las únicas clases de piedra que existen en el campo de Micieces− y lo habían amontonado cerca del lugar de la construcción. Pues… se pusieron en fila desde el montón de piedras hasta la misma pared de la obra, se fueron pasando de uno a otro las piedras y el último de la fila tiraba −que no colocaba− la piedra con su mejor estilo sobre la pared en la que previamente otro vecino había echado unas paletadas de argamasa, que era mortero. Y así fue subiendo la torre poco a poco hasta que se terminaron las piedra y cantos, o se cansaron los vecinos, o alguien dio la orden de que ya era bastante alta y ya se podían oír las campanas…
De todos modos parece que el arquitecto o jefe de la obra empezó con ganas y buen criterio constructor, apoyándose en la pared occidental de la iglesia, con una portada de arco de medio punto, tipo románico, en piedra caliza de cantería, sencillamente elaborada, pero elaborada, mas poco a poco se fue desviando de su propia norma y aquello que empezó y siguió en principio como plano cuadrado y líneas rectas, se fue redondeando, de forma que según se alejaba de la fachada que da al pueblo, la norte, perdía su línea recta y se iba doblando en redondo, en circunferencia: fachada norte de la torre es pared plana casi en su totalidad, pero el resto de la edificación es redondo. Más todavía: a nivel de la tercera altura −su tercer piso, en el que están campanas y campanillos− la torre es ya redonda del todo. A partir de lo que viene a ser la divisoria del piso de las campanas, la pared pierde grosor en su parte redonda, como si imitase a hombre de pueblo cuya cintura se ciñe y aprieta con una faja. En la fachada recta, que es la que da al pueblo, al norte, lleva dos trozos de imposta de piedra de cantería, labrada y sin adornos, a modo de separación de pisos −el primero del segundo, y este del tercero−, pero no se alargan al resto de la torre, a lo que es pared redonda. Los vanos para las campanas van enmarcados por arcos de ladrillo, que desaparecieron en las ventanas de la fachada norte al hacerlos más grandes para colocar en ellos las campanas nuevas.  El resto de la construcción es de mampuesto de calicanto,  piedras y cantos rodados y unidos con mortero de cal. Y las paredes por dentro y por fuera están trulladas −es decir, lucidas− recogiendo las piedras y cantos con el mismo tipo de mortero, pero sin llegar a tapar del todo los elementos duros más grandes.


            Termina la torre en tejado redondo sostenido en su punto central por una viga que sube recta y vertical desde el suelo, empalmada a otras donde fue necesario el empalme: en su cima se apoyan los machones que sostienen las tablas del techo, sobre el que van las tejas. Y marcando exactamente el centro exterior del tejado lleva una cruz de hierro, relativamente visible.
            Tiene cuatro vanos o huecos para campanas: dos están orientados hacia el norte, hacia el pueblo; y los otros dos miran hacia el sur. Además de estos, tiene otra ventana a la altura del tejado de la iglesia por la que se puede acceder a él y de ahí, a las bóvedas de la misma. Abiertas al oeste tiene una ventana cuadrada a la altura de la situación de las campanas y otra ventana saetera y pequeña que da luz a la escalera a nivel de la altura equivalente a su primer piso.
            Las campanas iban colocadas en el interior de la torre, en lo más alto, a nivel de lo que podría definirse como su tercer piso ─contando el suelo─, sobre vigas que la atravesaban en dirección noreste suroeste. Eran tres vigas, sólidas, macizas, de madera de olmo bien curado. La central, más gruesa, servía de apoyo al eje de giro de las dos campanas, que apoyaban su otra punta del eje en sendas vigas laterales e independientes.



            Quizá pueda llamar la atención el hecho de que las campanas estén dentro de la torre y no en ventanas o que den hacia a fuera. Pero tiene su buena lógica. Las que van dentro eran suficientemente grandes como para no estar seguras apoyándose en los marcos de las ventanas campaniles, aunque estos fueran de piedra y fuesen preparados y reforzados para campanas: el volteo siempre sería un peligro. Y en cuanto al sonido, la misma torre hace de caja de resonancia, al estilo de los instrumentos musicales, y el sonido del toque se multiplica. De hecho las campanas de Micieces siempre se han oído desde cualquier punto del pueblo y de su campo, cosa que no sucede con las de otros pueblos vecinos, a no ser que el viento venga a favor. La experiencia es la madre de la ciencia, como en el caso del sonido de las campanas.

            El subir a tocar las campanas a nuestro campanario siempre fue una aventura. Hoy lo veo como una aventura bastante peligrosa. Todos los maderos, machones y vigas eran o de roble o de olmo, pero escuadrados con hacha y zuela (azuela). Los peldaños de la escalera eran igualmente maderos apenas desbastados y clavados con ese tipo de clavos medievales que se fabricaban en las fraguas. Y la escalera iba apoyada por su derecha, según la dirección de subida, en la pared, y por su izquierda en aquella viga vertical que subía desde el centro del suelo hasta sostener el tejado. Podría decirse que era de caracol, por la estructura arquitectónica, pero cada tramo era recto. ¡Arte arquitectónico, o de ingeniería, que combinaba lo curvo del caracol con lo recto de los machones que sostenían los peldaños! No tenía barandilla de seguridad, sino unos maderos más finos, palos o tablas temblorosos. De manera que había que subir con mucho cuidado y mirando bien donde pisabas y donde ponías las manos… Las tablas del piso en que se situaban las campanas y campanillos estaban torcidas, no asentaban, con respiraderos por los que se veía claramente el suelo terroso de la torre allá abajo… Y solo estaba tableado la mitad, que el resto del piso no tenía suelo. Alguna vez alguien ponía o cambiaba alguna tabla o clavaba otras, pero eso sucedía muy de cuando en cuando.



Los monaguillos, con o sin miedo, o disimulándolo, subíamos sin más… El guardián del campanario debía de ser un ángel muy eficaz, o quizá fuese más de uno, porque nunca hubo accidentes graves a pesar del peligro continuo que había. Recuerdo que en una primera época se tocaban campanillos y campanas desde arriba, o sea, que había que subir al campanario. Luego ataron una cuerda al badajo de una campana y ya se podía tocar desde abajo, sin necesidad de subir. Las de ahora −son más bien lo que el habla popular llama campanillos− hasta pueden voltearse desde abajo.

          
  Aunque repicar las campanas según el DRAE es tocar las campanas repetidamente, en el habla miciecense no se llama repique a cualquier toque de campana, sino al golpeo repetido del badajo contra la pared interior de la campana. La otra forma de tocarlas es el volteo. Y en tiempos, ambos toques solo se podían hacer desde el entablado bastante inseguro de la altura en que estaban las campanas. El repique no tenía problemas, aunque tenías que tener cuidado de no darte en la mano con el mismo badajo. Alguien lo solucionó atándole una cuerda. El volteo era más complicado, incluso muy difícil para los niños si se trataba de las campanas, no tanto si eran los campanillos. Los mozos lo hacían moviendo la campana hasta que daba la vuelta; luego, cada vez que pasaba la maza frente al que tocaba, le daba un empujón, y la campana iba cogiendo velocidad según la fuerza de empuje que se hacía sobre la maza. Pero los había más atrevidos y se subían a la viga en la que se apoyaba el eje de la campana y, con el pie haciendo fuerzo sobre la maza, conseguía que voltease y cada vez que pasaba la maza junto a él, le daba otro empujón y mantenía o aumentaba la velocidad. Esta forma de tocar era muy expuesta y peligrosa: se podía quedar sin pie, sin pierna o caerse de la viga… Tocando de esta forma estaba aquel mozo al que se le cayó la boina en la copa de la campana y esta se rajó inmediatamente…




            Estando dentro del campanario, en el piso donde estaban las campanas, si se volteaban todas, campanas y campanillos, a uno se le encogía el corazón: era impresionante por el sonido y por la sensación de inseguridad que daba toda la estructura del campanario. Si es que parece que se movía todo, no solo maderas y vigas, sino hasta las paredes y el tejado… Yo creo que lo raro y milagroso es que no se hundiese todo el tinglado y terminase el campanario derruido… ¡Pues todavía sigue en pie! ¡Y todavía hay animosos que suben a tocar las campanas desde allá arriba!


(JLR)





Puedes ver también:

- LAS CAMPANAS DE MICIECES.
- CAMPANILLOS Y CAMPANILLAS.
- EL GALLO DEL SACRISTÁN.
- "LA PERTINAZ".

                                                        Y más en:

lunes, 16 de octubre de 2017

Micieces de Ojeda. Miciecerías. LA PERTINAZ.




LA PERTINAZ

La falta de lluvia nos está preocupando mucho. Hacía tiempo que no había un período de sequía como este.

Pues en tiempos de Franco…  (-“Y  dale con Franco. ¡Que ya se ha muerto!”. –“Ya, pero muchos políticos aún viven a costa de él”). Bueno, pues en tiempos de Franco también hubo épocas de sequía y de malas cosechas. Y en sus famosos discursos no le echaba la culpa “al gobierno anterior”, al cambio climático…, no. La culpa era de la PERTINAZ sequía. Y tanto lo repitió, y con tanta gracia cayó ese adjetivo, que la gente comenzó a usarlo como nombre que definía y “nombraba” por sí mismo a la sequía o falta de lluvia.

Pues vamos  a pedir que llueva…, que hay necesidad…, que la pertinaz está haciendo estragos…, que los ríos se secan…, que las fuentes no manan…

Hace tiempo (claro, en tiempos de Franco), en Micieces, hubo una gran pertinaz y cuentan esta historia:

Era a la salida de la misa. En el pueblo se notaba la pertinaz. Más, se la padecía. Hacía meses que no llovía. Seguro que todos, o al menos más de alguno, había rezado para que llegase ya de una vez la lluvia. Salía, pues, la gente de la ermita, más que menos serios y preocupados… Si no llovía a tiempo, las cosechas se perderían, las patatas serían simples gallaritas, la mala hierba se apoderaría de los sembrados… Y tres mujeres se pusieron de acuerdo:
¾Espérate, G…, que la G… va a cantar a la Virgen de la Calle la oración de la lluvia ¾decía la de la otra G. ¡Qué casualidad, las tres llevan en su respectivo nombre una “g” característica! (En tiempos más recientes hubieran sido "Las mujeres G")
Y se oye la voz fuerte, potente, de la que canta dentro:



Cuentan los que lo vivieron que a media tarde empezó a llover… ¡Un diluvio cayó sobre el campo reseco!
Pero nunca llueve a gusto de todos. Cuando las calles del pueblo -sin encementar todavía- eran ya barrizal y arroyos, y cuando el arroyo que cruzaba el pueblo de sur a norte era ya casi un río difícil de atravesar, se comentaba en las familias y en la cantina el diluvio que estaba cayendo sobre el pueblo. Y, desde luego, se hacía referencia al canto y oración de aquellas mujeres miciecenses que habían pedido lluvia a la Virgen de la Calle. Pues en una de esas familias, creyente como todas, pero no más que las demás, el jefe de familia comentaba:
¾¡Es que estas mujeres…! ¡Piden agua a la Virgen y lo piden sin fundamento! ¡Y así nos cae, que si
este diluvio no escampa pronto, nos va a inundar todo el pueblo…! 


Ahora, si empieza a llover… pues a sacar el paraguas. 
Ojalá llueva, pero no tengo yo la culpa: la lluvia siempre viene “de arriba”.





















Relacionado:







miércoles, 11 de octubre de 2017

Micieces de Ojeda. CAMPANILLOS Y CAMPANILLAS. (Las campanas de Micieces, II)









En el habla miciecense hay diferencia entre campanas, campanillos y campanillas. Las campanas son grandes y están colocadas dentro del campanario. Los campanillos son campanas más pequeñas que también están, o estuvieron, colocados en el campanario parroquial, en sendas ventanas que dan al exterior, de dos en dos: una pareja de cara el pueblo, y la otra en el lado opuesto, es decir, de cara al cementerio. Y las campanillas son de tamaño similar a los campanillos, fueron dos y su sitio eran los vanos de las espadañas de las ermitas de la Virgen de la Calle y de la de San Lorenzo. Esto siempre fue así hasta que alguna campanilla y algún campanillo desaparecieron por razones que nadie sabe explicar y que deben de ser inexplicables y, desde luego, incomprensibles.  

LAS CAMPANILLAS

·         La campanilla de la ermita de San Lorenzo estuvo completando y dando sentido a la espadaña de su ermita. Hoy, y desde no se sabe cuándo, su hueco está vacío: su campana desapareció en los senderos de la historia sin que nadie sepa ni cuándo ni cómo, ni a dónde fue a parar y nadie dé razón de ella, a no ser algunas sospechas trasmitidas oralmente. Muy posiblemente desapareció en los años anteriores a la guerra de 1936. Se dijo, y aun se dice, que había ido a parar al monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo y que allí sigue sonando. Pero la que hay ahora, semejante en tamaño a la que hubo en San Lorenzo, fue fundida por encargo del monasterio y no procede de ninguna otra iglesia. Esta de San Lorenzo tenía una virtud y un poder muy especiales: bastaba tocarla para que las negras nubes de las peligrosas tormentas veraniegas huyesen a otros destinos donde la música campanil las permitiese descargar a su gusto. Y ahora siguen en pie la ermita y la espadaña, mas
… tu espadaña humilde, de tanto en tanto,
por el ojo vacío de campana
los vientos gime con dolor de llanto,
y sigue de la tarde a la mañana
bendiciendo los campos de sembrados
y la fuente que a tu vera agua mana…




           La campanilla de la ermita de la Virgen de la Calle completa la espadaña de su ermita y, por tanto, suena en el centro del pueblo. La espadaña de esta ermita, fue modificada allá por el s. XVIII: se le anuló su antiguo hueco de la campana y se elevó un cuerpo más con otro vano para que el sonido de su campana no quedase absorbido por los tejados de las casas que ya se elevaban sobre la altura de la propia espadaña. Estos arreglos y añadidos se hicieron de albañilería corriente, enlucidos de cemento y con la estructura y los adornos propios de la época en que se hicieron.  En el último arreglo de la ermita –el del año 2007− se le abrió a la espadaña su antiguo hueco de campana, que ciertamente le queda muy bien y recuerda lo que antes fue, aunque también da la sensación de ojo de pirata, solo medio tapado por la pared de la casa vecina. La campanilla de la ermita –nunca se le ha dicho campana, y no se necesita más que decir “de la ermita” para que todos sepan que es la ermita de la Virgen de la Calle− suena para llamar a los miciecenses a las misas y a los rezos, desde luego, pero también a otros acontecimientos o sucesos: está en el centro del pueblo y es más fácil y rápido acceder a ella que a las campanas de la torre de la iglesia parroquial.  Posiblemente esta campanilla también tenga poderes milagrosos contra las tormentas veraniegas, eso asegura la Micipedia oral como tradición antigua, pero nunca han sido tan eficaces como dicen que fueron los de la campanilla de la ermita de San Lorenzo. Se toca halando una cadena desde el coro de la ermita, y no se suele voltear por lo difícil que resulta y por el peligro de que termine en el tejado… o más abajo.










LOS CAMPANILLOS

Los campanillos son las campanas pequeñas del campanario de la iglesia parroquial. Vienen a ser, más o menos y groso modo medidos, del tamaño de la campanilla de la ermita. Yo recuerdo que en mis tiempos de monaguillo había cuatro: los dos más pequeños estaban colocados en sendos vanos en lo más alto de la torre, rozando al alero, en la parte que da al pueblo; y los otros dos, similares y quizá un poco más grandes, en las dos ventanas opuestas a las anteriores y orientadas hacia el cementerio, es decir, al lado contrario a la situación del pueblo. En algún tiempo lejano e indeterminado, uno de estos dos campanillos estuvo posado en las tablas que hacían de piso a la parte de la torre donde estaban las campanas: parece que por seguridad lo habían descolgado y, sin más, lo habían dejado allí. Luego desapareció y nadie sabe dar razón de él. Ahora, creo, los campanillos que dan hacia el cementerio son los que estaban adelante. El otro parece que se entregó, junto con las campanas, a la fundición cuando se hicieron las nuevas. 
(JLR)






      Puedes ver más:

      - LAS CAMPANAS DE MICIECES.
      - EL GALLO DEL SACRISTÁN.
      - LAS CALLES DE MICIECES.


      Y todo sobre Micieces en:   


viernes, 6 de octubre de 2017

Historias de Berzosa. EL GALLO DEL SACRISTÁN.




Iglesia de Berzosa de los Hidalgos.



La Olma.


EL GALLO DEL SACRISTÁN

El sacristán de Berzosa
tenía un gallo en su casa
que le habían regalado
nada más perder la cáscara.
Aquel pollito indefenso
su amigo se hizo del alma
y le hacía compañía
en su vida solitaria.
Le cuidaba con tal mimo
que pan en sopa le daba
hasta que pudo comer
granos de trigo y cebada.
¡El pollito aquel se hizo
dueño y señor de la casa!
Y se hizo hermoso gallo
que era reloj de mañana,
de las horas de comer
y de la noche cercana.
─¡Pronto irás a la cazuela:
es tu requiem lo que cantas…!
Y cual a amigo querido
sus soliloquios le daba.
El gallo se acostumbró
a su sonido y su habla
y, quedándose sentado,
con atención le escuchaba.
A la hora en que se abregan
las gallinas en las cuadras,
el gallo subía orondo
a la barra que la cama
del sacristán tiene al pie
y allí mismo se abregaba
y dormía vigilante
toda la noche hasta el alba.
Con los albores del día,
y siempre muy de mañana,
un quiquiriquí gangoso
al sacristán despertaba:
          es que aquel hermoso gallo
          era de garganta mala
          y sonaba su cantar
          más a réquiem que a diana.

El sacristán berzoseño
solo el réquiem dominaba
y repetía constante
la melodía de marras.
Y aquel gallo solitario
no pudo ir a las aulas
de los congéneres suyos
a aprender cómo se canta.
Y el sacristán le decía
con su sorna acompasada:
─¡Pronto irás a la cazuela:
es tu requiem lo que cantas…!
Y el gallo, que no entendía,
con más ahínco cantaba.

Mas un día el sacristán
enfermó de cosa mala
y no volvió a levantarse
nunca más de aquella cama.
Y el gallo, apenado y triste,
canta que canta en la barra.
De vez en cuando da un salto
hasta el suelo o la ventana
como invitando al enfermo
a que se levante y salga.
Mas el enfermo no tiene
ni pocas fuerzas ni ganas.
Con un hilito de voz
La fuente.
muy débil y entrecortada
le dice al gallo que escucha
como siempre que le hablaba:
─No es tu réquiem sino el mío
aquello que siempre cantas.
¡Es el mío, que ya veo
a la muerte en la ventana!
El gallo escucha en silencio
como siempre acostumbraba
y un quiquiriquí muy triste
al aire con fuerza lanza.
─A ver si vas a morir
antes del que está en la cama...
¡Huye al monte o donde sea,
pero márchate de casa,
porque si me hacen velorio,
en una cazuela acabas…!
El quiquiriquí del gallo
suena a notas desgarradas.
─A ver quién muere primero
y quien al otro le canta
el requiem que se acostumbra
cantar por los que la palman…

El sacristán se murió
y lo enterraron en caja
en el cementerio que hay
resguardado tras la tapia
a la vera de la iglesia
en que él sacristaneaba.
Y el gallo del sacristán
como comida adobada
terminó en una cazuela
de rojiza porcelana.
En el velatorio dieron
carne de gallo guisada.
Y la gente del velorio
decía mientras brindaba:
─¡Que en el cielo los veamos…!
(tras un lejano mañana…)

Un remolino de viento
en el patio se levanta,
da vueltas sobre sí mismo
y lo que pilla, lo arrastra…
El patio quedó barrido
y el remolino se marcha.
Los que están de velatorio
lo ven desde la ventana.
Recorre el diablillo el pueblo
y en el cementerio para:
en una tumba reciente
deja parte de su carga.
Luego, salta por encima
y se disuelve en la nada…
Al día siguiente, el cura
ve aquella tumba adornada
con unas hermosas plumas:
─¡Son plumas de gallinácea!─.
Ráscase tras de la oreja
pensando la adivinanza…
─¡El gallo y el sacristán
por siempre ya se acompañan…!
Y con voz  queda  y devota
un requiem les reza y canta…

                                  (JLR)


Himno a Micieces de Ojeda