martes, 31 de octubre de 2017

Micieces de Ojeda. EL TOQUE DE DIFUNTOS. (Las campanas de Micieces, IV)





TOQUE DE DIFUNTOS

Al hablar de los difuntos vamos a olvidarnos, que no despreciar, eso del doblar de las campanas y también lo de su tañer. En nuestra habla tocan a muerto o a difunto, pero ni tañen, ni doblan. Esas palabras son demasiado cultas y solo sirven para películas y novelas…
“Tocan a muerto” ─en el habla popular era más significativo, sonoro y usual lo de tocar a muerto que lo de tocar a difunto─, se decía en cuanto se escuchaba el primer clamor. Y clamor llamamos a cada vez que se repite la secuencia de sonidos, la melodía, de este toque. Es el más individualizado y distintivo de todos los toques que se hacen, hacían, en Micieces y que todo el mundo conocía.
            A muerto se toca con las dos campanas grandes del campanario parroquial, nunca con la campanilla de la ermita, que esa es para otra cosa. Se toca en forma de repique. Es decir, así, permítasenos la onomatopeya: din – dan / din – dan / din – dan… / din-dan-din-dan-din-dan-din-dan-…/ din-dan / din–dan…  Esta es la secuencia básica de cada clamor. Cada una de las campanas tiene su tono o sonido: la una grave, la otra más agudo (de ahí el din – dan…). El repique empieza separando un sonido del otro tanto cuanto quiera el tocador, pero no demasiado. Y va paulatinamente dejando menos tiempo de separación entre uno y otro (entre cinco y ocho toques de cada campana, más o menos), hasta que los hace muy seguidos, sin espacio de tiempo entre ellos, pero no a la vez y sin llegar a confundirse el de una campana con el de la otra…. Y después de ese repique continuo y rápido, vuelven otra vez a separarse los toques de cada campana… Y ahí empalma con el siguiente clamor… Y se suele tocar a muerto de tres en tres clamores seguidos. Entre cada grupo de tres, se descansa, o se para, y luego se repiten de tres en tres. Y así sucesivamente durante el tiempo que quiera, o que aguante el campanero, o que…
            Este toque miciecense de difuntos, o a muerto, es diferente al de pueblos vecinos y al de otros pueblos lejanos que tienen sus toques de difuntos grabados en los medios sociales. No es que sea exclusivo de Micieces, porque hay pueblos que lo tienen igual o muy parecido, o con alguna leve modificación. Y todos los miciecenses conocen cuándo es toque a muerto y cuándo no, y cuándo se toca bien y cuándo se hace una chapuza. Pero quizá no todos sepan el porqué de esta forma de tocar a muerto. Seguro que hay muchos que no saben, o no han pensado nunca, de dónde viene esta forma de tocar, ni qué significa.


Reproducción de un clamor del "toque de difuntos".

            Pues la realidad es que su significado es antiquísimo, viene de antes de Cristo, se inspira en la teología oriental de la muerte y, sobre todo, en los egipcios: en aquellas leyendas y dibujos en que la persona muerta es pesada, o juzgada, para saber si merece premio o castigo, y allí están el representante del bien y el del mal disputando para llevársela consigo al premio o al castigo. Los primeros cristianos asumieron algunas leyendas y tradiciones orientales sobre lo que pasaba después de la muerte. Y la literatura cristiana antigua da pistas sobre ello. La medieval castellana lo trae claramente en sus danzas de la muerte, en los juicios del alma, en cantidad de poemas y en los autos sacramentales.
            Bueno, eso es así y dejémoslo como está. Y ahora lo explico aplicándolo a la forma que tenemos de tocar a muerto.
            Cuando uno muere, su alma ha de ser juzgada para valorar si merece pena y castigo o premio y gloria: es uno de los cuatro novísimos, el juicio. Pues el alma llega ante el tribunal que la va a juzgar. El Juez supremo es Dios, y en ese juicio hay un defensor, el mismo Dios o un ángel que defenderá al difunto con las pruebas de lo bueno que ha hecho en su vida; pero hay también un fiscal que acusará al alma del difunto de cuenta maldad haya podido hacer, la haya hecho o no, eso no importa, porque se la quiere llevar al inferno. Y comienza Dios, o el ángel-defensor, a hablar: “din…”  Y el fiscal-demonio le contradice y expone lo mala que ha sido: “dan…”. Y habla el defensor: “din”, y le responde el acusador: “dan”; y vuelve a hablar el ángel-defensor: “din”, y le contradice el demonio-acusador: “dan”. Y defensor y acusador se enzarzan en una discusión para ver quién se lleva al alma: “din-dan-din-dan-din-dan…”  Y tanto se enzarzan y gritan que casi ya no se les entiende ni se entienden entre ellos mismos: es el repique rápido de las dos campanas… Hasta que, enfadados ambos, cortan la discusión. Es un clamor. Pero de todo esto no ha salido nada claro. Y vuelven a empezar la discusión: “din… dan / din…dan /…” Otro clamor. Y siguen, y siguen… hasta que, eso creemos, Dios zanja la cuestión y se la lleva consigo… El repique, pues, debiera terminar con la voz de Dios, o del ángel-defensor, es decir, el triunfo del bien o de lo bueno que ha sido el difunto… Pero el caso es que no sabemos a ciencia cierta cuál es la voz de cada uno de los interlocutores: no sabemos si Dios utiliza la voz del sonido grave y el diablo la del agudo, o viceversa… Y, porque no lo sabemos, el toque a muerto es una llamada a cada uno del pueblo para que rece por el difunto, sabiendo que Dios es juez justo y misericordioso y dará al difunto lo que él se haya ganado en la vida y lo que la misericordia divina tenga a bien concederle.
Para entender este toque hay que partir de que arranca de una dramatización, del tipo de auto sacramental, que llega a nosotros sin palabras, pero con el lenguaje universal de la música de las campanas, escenificando uno de los cuatro novísimos, el juicio. Pues esa dramatización y escenificación, Micieces las conserva idealizadas y estilizadas en el sonido de sus campanas cuando tocan a muerto. Y no son muchos los sitios donde esto se conserva. Me pregunto cuánto tiempo más durará: valdría la pena conservarlo, aunque fuera solo como recuerdo histórico y bien cultural inmaterial.

TOQUE DE GLORIA: es el equivalente al toque de muerto o de difunto, pero para cuando muere un niño. La diferencia está en que no son las campanas las que suenan por un niño difunto, sino los campanillos, dos de ellos. También uno de ellos tiene el sonido más grave que el otro, y también simbolizan el diálogo entre el diablo-acusador y el ángel-defensor. Y también en este caso tendría que terminar cada clamor con la voz del ángel, el triunfo de lo bueno, el premio, pero tampoco sabemos qué voz le ponemos a uno y a otro. Así que estemos seguros de que es Dios quien se va a llevar al cielo el alma del niño difunto. 


JLR







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