LA PERTINAZ
La falta de lluvia nos está preocupando mucho. Hacía tiempo
que no había un período de sequía como este.
Pues en tiempos de Franco…
(-“Y dale con Franco. ¡Que ya se ha muerto!”.
–“Ya, pero muchos políticos aún viven a costa de él”). Bueno, pues en tiempos
de Franco también hubo épocas de sequía y de malas cosechas. Y en sus famosos
discursos no le echaba la culpa “al gobierno anterior”, al cambio climático…,
no. La culpa era de la PERTINAZ sequía. Y tanto lo repitió, y con tanta gracia
cayó ese adjetivo, que la gente comenzó a usarlo como nombre que definía y
“nombraba” por sí mismo a la sequía o falta de lluvia.
Pues vamos a pedir que
llueva…, que hay necesidad…, que la pertinaz
está haciendo estragos…, que los ríos se secan…, que las fuentes no manan…
Hace tiempo (claro, en
tiempos de Franco), en Micieces, hubo una gran pertinaz y cuentan esta historia:
Era a la salida de la misa. En el pueblo se notaba la pertinaz. Más, se la padecía. Hacía
meses que no llovía. Seguro que todos, o al menos más de alguno, había rezado
para que llegase ya de una vez la lluvia. Salía, pues, la gente de la ermita,
más que menos serios y preocupados… Si no llovía a tiempo, las cosechas se
perderían, las patatas serían simples gallaritas, la mala hierba se apoderaría
de los sembrados… Y tres mujeres se pusieron de acuerdo:
¾Espérate, G…, que
la G… va a cantar a la Virgen de la Calle la oración de la lluvia ¾decía
la de la otra G. ¡Qué casualidad, las tres llevan en su
respectivo nombre una “g” característica! (En tiempos más recientes hubieran sido "Las mujeres G")
Y se oye la
voz fuerte, potente, de la que canta dentro:
Cuentan los
que lo vivieron que a media tarde empezó a llover… ¡Un diluvio cayó
sobre el campo reseco!
Pero nunca
llueve a gusto de todos. Cuando las calles del pueblo -sin encementar todavía- eran
ya barrizal y arroyos, y cuando el arroyo que cruzaba el pueblo de sur a norte
era ya casi un río difícil de atravesar, se comentaba en las familias y en la
cantina el diluvio que estaba cayendo sobre el pueblo. Y, desde luego, se hacía
referencia al canto y oración de aquellas mujeres miciecenses que habían pedido
lluvia a la Virgen de la Calle. Pues en una de esas familias, creyente como
todas, pero no más que las demás, el jefe de familia comentaba:
¾¡Es que estas mujeres…! ¡Piden agua a la Virgen y lo
piden sin fundamento! ¡Y así nos cae, que si
este diluvio no escampa pronto, nos va a inundar todo el pueblo…!
Ahora, si empieza
a llover… pues a sacar el paraguas.
Ojalá llueva, pero no tengo yo la culpa: la
lluvia siempre viene “de arriba”.
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