miércoles, 22 de marzo de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS: Romance del molino de Gorrón.








Entre los "pliegos de cordel" que había en mi casa (y en muchas casas de Micieces) recuerdo uno que contaba la historia de un español que, recién casado y esperando un hijo, tuvo que emigrar a la Argentina buscando mejorar su vida y la de su familia. En Argentina le fue muy bien y se olvidó de la familia de España. Pero su hijo creció y fue a buscarle. Y, buscando trabajo en Argentina, se presentó en una hacienda con estas palabras:


"Me llamo Andrés Vázquez,
soy de Barcelona, España.
Mi padre, Andrés Vázquez,
mi madre, Agustina Ocaña".

Y resultó que el patrón de esa hacienda era su padre...y, con muchas lágrimas y arrepentimiento, todo se arregló (como debe ser para que guste a la gente).

Bueno, pues este "romance del molino de Gorrón" tiene algo que ver con aquellos pliegos de cordel que hablaban de costumbres, de amores, de emigrantes, de pobreza...




ROMANCE DEL MOLINO DE GORRÓN

(JLR)

V

irgen Santa de la Calle,

puesto que eres y has sido
la Patrona de Micieces,
humildemente te pido
que me ayudes a contar
una historia y sucedido
que en este pueblo hace años
ocurriera en un molino
de un apartado valle
y de un arroyo escondido.
Era un molino harinero,
ilegal y clandestino,
y alejado de los pueblos
para no pagar al fisco.
El caudal de aquel arroyo
era pequeño y exiguo,
pero bien aprovechado
la muela mueve preciso.
Los labradores del pueblo
y los de pueblos vecinos
al molinero le llevan
centeno, ceba y trigo,
y cualquier clase de grano
que precisa ser molido.
¡La maquila es más barata
que la que les cobra el fisco!

V
ivía la molinera
con su esposo en el molino:
era morena y garrida,
con gracia y salero finos,
y a veces cobra maquila
de una forma que no digo.
Esto se dice y comenta
por pueblos y caseríos.
Y se va haciendo costumbre
la de moler en domingo,
en los fines de semana,
y hasta en los días festivos.
Y unos versos castellanos,
sin autor y por sí mismos,
se convierten en canción
que se canta en los caminos,
en las calles y tabernas,
y en lugares parecidos:

M
e espera un duro trabajo
en este fin de semana:
tengo molienda temprana
en el molino de abajo.
No me importa si el arroyo
viene seco o está sin vida:
la molinera es garrida
y la maquila es un chollo.

P
ronto por el entorno
se propagan estos dichos:
verdad, deseos y sueños,
las mentiras y los líos,
son mezclados en el aire
y por el viento esparcidos.
Y los mozos y mayores
esperan a los domingos,
a las ferias más nombradas
y a cualquier día festivo,
y preparan en sus carros
un simple saco de trigo,
o lo llevan en la mula,
o van y vienen vacíos,
o dicen que van de caza
solos o con los amigos…
¡Y todos terminan yendo
al molino clandestino!
No les importa la harina,
ni les importa el molino:
que van por la molinera,
por la diversión y el vino,
por las mujeres alegres
y por el juego prohibido.
¡El molino del arroyo
en eso se ha convertido!
Mientras el molinero muele
el poco grano traído,
ejerce la molinera
de maquilona con tino
y cobra maquila y gastos
de cantina, juego y vicios
en dinero, harina o grano,
o en especie de otro tipo
que por mor de la moral
me lo callo y no lo digo.
Y el molino del arroyo
que se ocultaba del fisco,
hasta de quien se ocultaba
empezó a ser conocido,
y en él hacían parada
los somatenistas mismos.

M
as las esposas y madres
que ven aquel desatino
de maquilas sin molienda,
de grano desvanecido,
de maridos desganados
y de los hijos tan idos,
ponen las peras a cuarto
y en el cielo azul sus gritos.  
Y reunidas en sesión,
esto fue lo decidido:
─¡Se acabó lo del molino,
ese que fue clandestino,
que es más cara su maquila
que la que nos cobra el fisco!
Nunca más vais a moler
a aquel maldito molino,
que en los molinos del pueblo
se muele muy bien el trigo,
la cebada y el centeno
y hasta se muelen los titos.
Y si no cumplís la orden,
es la cuadra vuestro sitio,
que no merecéis hogar,
ni cuidados, ni cariño.
Y los hombres, cabizbajos,
aceptaron lo exigido.
Esto hicieron en Micieces.
Y en otros pueblos vecinos
exigieron a sus hombres
que cumplieran eso mismo.
Y el arroyo desde entonces
su agua no ha retenido:
es la molienda pequeña,
el trabajo ha decrecido
y el molinero dedica
su tiempo a beber el vino
mirando pasar el agua
que libre se va hacia el río…

L
a molinera se hartó
del solitario molino
y marchó sin despedirse
buscando otro paraíso,
mas con ella se llevó
un mozo enamoradizo
y, oculto en alguna parte,
el dinero del molino.
Dicen que marcharon lejos,
a país desconocido;
dicen que España cruzaron
buscando nuevos destinos;
dicen que al barco subieron
y cruzaron el abismo;
y que cambiaron sus nombres
para no ser conocidos,
y que escogieron Micieces
como primer apellido;
dicen que en el sur de América
encontraron un buen sitio;
y dicen que prosperaron
y tuvieron muchos hijos,
y que llegaron a ver
a los hijos de sus hijos…
Y que no pocos Micieces
que llevan este apellido
son descendientes de aquellos
emigrantes de un molino
que en un arroyo molía  
ilegal y clandestino.
Mas el pobre molinero
quedó tan entristecido
que dedicó la su vida
a no hacer nada y al vino.

P
asó el tiempo y fue cayendo
trozo a trozo el edificio.
Pieza a pieza fue vendiendo
herramientas y utensilios.
Y de todo lo que había
solo guardó como un ídolo,
o talismán, o recuerdo
de los buenos tiempos idos
una pieza del rodezno
a la que sacaba brillo
de tanto tenerla en manos  
y acariciar con cariño.

S
ucedió en la noche oscura:
negro era todo y sombrío.  
Mas de pronto en lontananza
un fulgor brilla encendido.
Alguien comenta que el bosque,
que barbechos, o que trigos,
o que quizá sea el monte
de roble, de encina o pino…
Mas nadie piensa que ardía
aquel antiguo molino…
Y solo al día siguiente,
cuando todo se ha perdido
la autoridad se presenta
a cumplir su cometido.
Cuanto podía quemarse,
se ha quemado y ardido:
nada queda aprovechable,
ni herramientas, ni utensilios,
ni cosas de la vivienda,
ni las cosas del molino.
A la orilla del arroyo
encuentran ya fallecido
al molinero, con huellas
claras del fuego sufrido.
Al levantar el cadáver,
la autoridad algo ha visto:
─¿Qué es ese hierro que lleva
con ambas manos asido?
Alguien lo mira y explica:
─Este hierro es del molino:
una pieza del rodezno,
del final del eje mismo,
y sirve para que gire
más veloz, seguro y vivo.
Y todo el mundo lo llama
el gorrón de los molinos.
─Pues al muerto del gorrón,
que lo lleven ahora mismo…

Y
 desde entonces GORRÓN,
como topónimo vivo,
es memoria de la historia
y lo es del sucedido.
Y para el valle y su arroyo
GORRÓN ha permanecido
en el habla de las gentes
y en los mapas por escrito.

L
a historia que os he contado
con estos versos termino.
Pido a todos los presentes
que algo me den pa´l camino.
Pasaré, pues, el sombrero:
¡sed generosos conmigo!
Mi saludo para todos.
Gracias por haberme oído,
los errores perdonad
¡y aflojad vuestros bolsillos!

(Y si lo lees en facebook,
yo solamente te pido
que hagas clic en el “me gusta”:
es suficiente y cumplido).

miércoles, 15 de marzo de 2017

Micieces de Ojeda. Curiosidades: GORRÓN: el arroyo y el molino.


Arroyo de Gorrón.


GORRÓN: EL ARROYO Y EL MOLINO
(JLR)

GORRÓN es un topónimo miciecense que corresponde a un arroyo, pero, a la vez, este mismo nombre se emplea para identificar al valle por el que el arroyo corre y a su fuente de origen.
El arroyo dicen que nace a la derecha del camino de Olmos, dirección Olmos, en un lugar que ya de por sí dice mucho: zona de Valdelasfuentes. Pero la realidad es que su nacimiento habría que situarlo a la izquierda de dicho camino, a unos metros a la izquierda, a una altura de unos 960 m., porque allí nace un regato o arroyuelo que atraviesa el camino y empalma con lo que viene de Valdelasfuentes. Todos estos arroyos de la zona, y no solo el de Gorrón, antiguamente llevaban bastante más agua. En la actualidad apenas llevan: la concentración parcelaria taponó manantiales, cambió dirección de algunos arroyos, saneó humedales y, desde luego, no favoreció fuentes ni manantiales.


Gorrón da, pues, nombre a todo el valle, desde arriba ─a la izquierda dirección Olmos, la parte más alta que divide la vertiente norte-sur─, hasta que se convierte en llanura o vega, es decir, prácticamente hasta la carretera. En su recorrido recoge el agua de toda su cuenca, no es grande, y de algún manantial despistado que ha quedado casi semiolvidado.
Antiguamente había en la zona, especialmente en las partes altas y laderas no cultivadas, bosque mediterráneo, sobre todo de encina y roble melojo. Hoy ha desaparecido totalmente en beneficio de la tierra de cultivo.





Arroyo de Gorrón.















El arroyo termina pasada la carretera al unirse al de Parijuelo y llegar juntos, como uno solo, al río Micieces. Desde su nacimiento hasta su desembocadura tiene una caída aproximada de 20/25 m. Toda la zona está constituida por valles ─en realidad vallejos o pequeños valles─ típicos de lo que es la Ojeda: hoyuelos.

Pues en este valle y arroyo de GORRÓN funcionaba en tiempos un molino harinero movido por la fuerza del agua del arroyo. Entre el bosque, de encina la mayor parte, la hondonada del valle, la construcción del molino, típica de disimulo, y lo alejado del pueblo, no era fácil adivinar que en un arroyo semejante pudiera haber un molino.

El molino estaría, es lo lógico, en la parte baja del valle, pero sin llegar al entonces llamado Camino Real ─que iba por más arriba que la carretera actual─, aprovechando todo el agua posible del valle y su cuenca, y en el lugar en que era más fácil hacer un canal con desnivel y caída suficientes para conseguir la fuerza necesaria para mover el rodezno y la muela.

    Y este molino dio origen a una historia muy propia de la "literatura de cordel" o "pliegos de cordel", que publicaremos en la próxima entrada del blog.


GORRÓN: Diccionario

1)      Guijarro pelado y redondo, canto rodado.

2)      Parte del eje que se apoya sobre un soporte o sobre un cojinete para poder girar mejor.







3)Espiga o saliente cilíndrico en que termina un eje o árbol   giratorio de una maquinaria y que entra en un cojinete.

En concreto y referido al molino, gorrón es la pieza en que termina el eje del rodezno y se apoya en un cojinete que está fijo en el suelo. Es una pieza de metal adaptada para facilitar el dar vueltas al rodezno y, por tanto, a la muela. Desapareció el molino y quedó el nombre de una de sus piezas como recuerdo que nomina al valle y al arroyo. Esto no es único de Micieces: en muchos pueblos agrícolas no faltan topónimos que recuerden a los molinos. 






Puedes ver también (hacer click sobre el título de la entrada):


Y en la próxima entrada...

ROMANCE DEL MOLINO DE GORRÓN.

lunes, 6 de marzo de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS: A PROPÓSITO DE "LA HISTORIA DE LA CACHAVA".




















A PROPÓSITO DE LA HISTORIA DE LA CACHAVA

Ahora se puede contar la historia de la cachava, con su final y todo, sin que nadie se ofenda. Los protagonistas murieron hace tiempo. Sus hijos, y desde luego sus nietos, nunca supieron nada de esta historia. Ni sabrán más de lo que en ella se cuenta.
¿Qué por qué sé yo el final? Pues… Resulta que el hijo de aquel de la cachava, un buen hombre por otra parte, era amigo mío. Yo había entrado cantidad de veces en su tinada, en la cuadra, en la cocina… Siempre era bien recibido en su casa.
Pasó el tiempo, mucho tiempo… Estamos ya jubilados y nuestro tiempo da para contar nuestras batallitas y muchas cosas más cuando alguna vez, rara vez, coincidimos en el pueblo. Aquella antigua tinada de su casa, donde antes se guardaban el carro de vacas, los arados y otros aperos de labranza, está ahora muy cambiada: es el garaje de un flamante coche… Este mi viejo amigo ha ido colgando en sus paredes cosas viejas, eso dice él. A mí se me fueron los ojos tras una cachava colgada en el centro de una de las paredes.
─¿Y esa cachava?
─Era de mi padre. La tenía mucho cariño, tanto que no la usaba ni dejaba que nadie la usase. Pero siempre me decía: “Guárdala bien, es un recuerdo muy querido de alguien que me la regaló. Cuando la mires, recuerda que siempre hay alguien mejor que tú, aunque no lo parezca…“  Yo, la verdad, nunca supe a qué se refería. Pero me dijo que la cuidara y ahí está, ni molesta, ni hace gasto… Y es el recuerdo de mi padre.
─¿Puedo cogerla? ─le pregunté con aprensión.
─Sí, claro. ─Y él mismo me la bajó de la pared y me la dio.
En cuanto la toqué, me di cuenta que era la cachava de la historia.
─¿Sabes de qué madera es? ─le pregunté.
─Alguna vez le oí a mi padre que creía que era de ciruelo, pero después creo que  averiguó que era de fresno. La verdad, yo no lo sé, porque fresnos por aquí no creo que haya…
─Es de fresno ─afirmé yo─. ¿Has visto la letra que tiene marcada aquí?
─Sí, mi padre me la enseñó. Siempre he creído que era una eme mayúscula, la inicial de su nombre. Pero un día se me ocurrió preguntarle y me dijo que no, que era una uve doble, también inicial de un nombre.
─No, no es una eme mayúscula, es una uve doble ─le aseguré─. Gira la cachava, dale la vuelta y verás que hay diferencias entre la eme y la uve doble.
─La verdad es que esa eme siempre me pareció un poco rara. En  una ocasión le pregunté a mi padre y me dijo que era la inicial de un nombre, pero nunca llegó a decirme ni de quién ni de qué nombre. No sería del pueblo, porque aquí no hay nadie cuyo nombre comience por uve doble.
Puse cara de póquer, disimulé como  pude mis sentimientos. No obstante, algo debió notar, porque me dijo:
─Si tanto te ha gustado, te la puedo regalar, total aquí…
─¡No! ─casi grité. Luego, modulé mejor mi voz─. Era de tu padre y la debes tener tú siempre… Yo ya tengo otra…
Y se la di para que la volviera a colocar en la pared. La colgó y se me quedó mirando fijamente:
─Quizá algún día me quieras contar la historia de esa cachava…

miércoles, 1 de marzo de 2017

Micieces de Ojeda. Micicerías: HISTORIA DE UNA CACHAVA.






Mi padre era pastor.  Como todos los pastores, pasaba el día en el campo con las ovejas. Para los trabajadores del campo no existía eso de "horario laboral" ni de "días festivos". Y fabricaba su propia zamarra, sus polainas y su zurrón. ¡Y sus cachavas! Cuando hacía buen tiempo, le llevábamos la comida y comíamos con él. En esos momentos, y en las noches, nos contaba muchas historias de ovejas y lobos, de cosas del campo...¡y de cachavas! Esta historia se la escuché siendo yo niño. Un día, hablando con mi hermano, la recordamos y me dijo: 
- Te la voy a contar en verso.
Y me la contó. Tal como yo la sabía. Y le hice la pregunta que le había hecho a mi padre:
- ¿Quién fue el de la cachava?
Y me contestó lo mismo que mi padre:
- Quizá algún día te lo diré...
(ARI)



HISTORIA DE UNA CACHAVA
(JLR)

Ya las ovejas arriadas
bajo unas matas sestean
en el alto del Sestil
que cara da a valle y vega.
El pastor pasa su tiempo 
dola que dola madera.
Pero piensa que otra cosa
más útil hacer pudiera:
por ejemplo, una cachava
con su asta y con su vuelta.
Cuando por los campos ande
con su rebaño de ovejas,
buscará en matas y setos
varas de buena madera,
con suficiente grosor
y que sean casi rectas.
Los zalces, olmos y chopos
sabe que fácil se encuentran;
las de roble y las de encina
son duras y las desecha;
de los árboles frutales,
no hay que tocarlos siquiera;
sabe también de un espino
que nació en una lindera;
y conoce algunos fresnos
nacidos en la ribera
de un arroyo muy lejano,
que quedan como de muestra.
El fresno da buenas varas
y es de madera muy buena:
dura, flexible, agradable,
y de fácil obediencia.

Pues con la rama de fresno
a hacer cachavas empieza  
en el alto del Sestil
cuando el rebaño sestea.
El fuego ya ha preparado
bien recogido entre piedras.
A punto está la navaja,
y junto a él, unas cuerdas.
Ha limpiado ya la vara
de nudos, hojas e hijuelas,
y pela el palo bien mondo
quitándole la corteza.
Por el lado de la curva
hace una pequeña muesca:
es para atar ese extremo
a la parte larga y recta.
Al fuego la mete luego,
─no la quema, la calienta─,
y, apoyada en dos tocones,
muy suavemente la fuerza
para que coja la curva,
despacito y con paciencia.
Va calentando la vara
y va tensando la cuerda,
y el fresno entre los tocones
sobre sí mismo da vuelta.
Ha de hacerlo muy despacio,
con arte, amor y paciencia:
calor, tocones, doblar,
forzar y tensar la cuerda…
Y repetir tantas veces
cuantas necesarias sean.
Terminada esta labor,
entre los tocones queda
la cachava bien atada
hasta que la vara ceda
y nunca más se deforme
y nunca pierda la vuelta.


El rebaño cada día
en el Sestil no sestea
porque, al recorrer el campo,
tiene que arriar donde pueda.
Pasados, pues, unos días,
el pastor trae sus ovejas
hasta el alto del Sestil
al lugar donde sestea.
─¡Que la cachava no está
en el sitio que debiera!
Y ojean todas las matas,
y buscan y no la encuentran…
─¿Y por qué la habrán robado
si sabían de quién era?
─Si alguno se la ha llevado,
es porque estaba bien hecha…
No te duela ─dice al hijo─,
ni tampoco te dé pena,
que este verano te haré
otra mejor y más bella.

Y se pasó aquel verano
sin señales ni sin huellas
de la cachava de marras,
aunque sí hubiera sospechas.

L
os campos amanecían
con sus adornos de perlas
que el otoño regalaba
con la escarcha mañanera.
Hacia al  invierno los días
van poco a poco y en merma.
Los rebaños no se arrían,
pastan la jornada entera
y, aunque suban al Sestil,
pacen, pero no sestean.
Panza de burra es el cielo:
seguro, esta noche nieva…
Y el pueblo amanece blanco:
un grueso manto le vela.
Los hombres como son hombres
por las calles abren sendas;
los niños como son niños
con bolas de nieve juegan…
Los hombres como son hombres
en la cantina comentan;
a los niños por ser niños
gritos de madres les llegan…


Presumiendo de cachava
a la cantina se llega
un vecino a quien ninguno
nunca con cachava viera.
Es para no resbalar,
por si la nieve se hiela…
Y pasa de mano en mano
y alaban la hechura aquella,
y admiran el tacto fino
y la curva tan perfecta…
Mas alguien la reconoce
nada más tocarla y verla,
y solamente pregunta,
aunque sabe la respuesta:
─¿Y de qué palo salió
ese trozo de madera?
─Pues… de un ciruelo silvestre
del seto de la mi huerta…
Cada cual vuelve a lo suyo
y nada más se comenta.

C
uando aquel de la cachava
ha salido por la puerta
otro sale detrás de él
y en la calle le interpela:
─No quería que pasaras
el apuro y la vergüenza
de no poder explicar
esa cachava que llevas.
─¿Acaso, pastor, me das
lecciones sobre maderas?
─Yo no soy de dar lecciones,
y nunca lo pretendiera,
mas una cosa te digo
sin que te enfades ni ofendas:
esa cachava era mía
y fue por mis manos hecha.
─¡Pues es mía, y yo te juro…!
─Ni lo jures ni prometas…
No digo que la robaras,
ni te acuso tan siquiera.
En el alto del Sestil,
donde el rebaño sestea,
en unas matas de encina
de las pocas que allí quedan,
atada entre dos tocones
dejé la cachava fresca
para que cogiera forma
y bien ahormara la vuelta.
Yo quería recogerla
cuando ahormada ya estuviera.
─¿No será que te ha gustado
y quieres ser dueño de ella?
─Una cachava se suple
con otra cuando es bien hecha.
Entonces sí me dolió
y no porque la cogieras,
sino porque gustó a mi hijo
y sintió que se perdiera.
Otra le hice aquel verano
a su medida y más bella,
con la misma corvadura
y de la misma madera.
¡Y no es ciruelo silvestre,
sino fresno de fresneda!
─Pues te aseguro que es mía,
y mi inicial aquí lleva…
─No es tu inicial, es la mía,
y no es una eme esa letra…
La estás mirando al revés,
¡da a la cachava la vuelta!
Y la vuelta se la dio.
─Pues veo la misma letra…
─¡Fíjate bien en los rasgos:
es uve doble bien hecha
que marqué con una alambre
alba puesta en una hoguera.
Gira la cachava el hombre,
mira la izquierda y derecha,
mira hacia arriba y abajo,
mira a lo lejos y cerca,
mira al pastor, mira al suelo,
y siente como que tiembla…
Ha comprendido la historia,
quiere hablar y balbucea:
─Yo no sabía…que tuya…
ni de cualquier otro fuera…
Estaba como olvidada…
cual si perdida estuviera…
Tuya será, que no mía
y yo quiero devolverla…
Si tú quieres, te la compro:
me gustaría tenerla…
─Ni se te ocurra pensarlo:
no la hice para venta.
Te la regalo con gusto,
que no te acusen por ella.
Solo quería decirte
que fue por mis manos hecha
y que el estar en las tuyas
no es motivo de vergüenza.
Luce una buena cachava
orgulloso de tenerla.
Y esto que hemos hablado,
eterno secreto sea.


 Y
cada cual fue a su casa:
les esperaba la cena…




Himno a Micieces de Ojeda