miércoles, 28 de junio de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS. Las calles de antes (III): con nieve, con hielo, con lluvia...y con riadas.




...CON HIELO, CON LLUVIA, CON NIEVE, CON RIADAS...


Si caía una helada, que era lo normal en el invierno, había que andar con mucho cuidado si no querías darte una costalada, es decir, caerte. El barro, el agua, los charcos se helaban. Ahora hablamos mucho, o nos hablan, de eso del calentamiento global, pero es que entonces, por aquel entonces, las heladas eran grandes, heladas de verdad… ¡Si hasta el arroyo y el río aparecía con frecuencia helados! Aún no teníamos agua corriente en las casas y la fuente no daba agua porque se había helado la tubería: la única y última solución era el río, que también estaba helado, en no pocas ocasiones. Pero siempre había alguien que rompía el hielo con el hacha o con el hacho y solucionaba el problema. Es que también había que dar de beber a los animales. 
¿Y cuando llovía? Pues… se lo dejaba caer, como se hace y se ha hecho siempre en todos los pueblos, me imagino. Pero si tenías que ir a algún sitio, mejor te separabas de las paredes de las casas, porque las goteras del tejado te caerían todas encima. No había canalones que las recogiesen y dirigiesen directamente al suelo o al alcantarillado, que tampoco había. El agua de la lluvia encontraba su propio camino en la calle para llegar al río. No era conveniente caminar junto a las paredes exteriores de las casas cuando había llovido o nevado y había habido una noche de frío intenso: de los alares del cada tejado colgaban chupiteles o carámbanos que podían caerte en la cabeza, y eso era muy peligroso.











¿Y cuando nevaba? Y antiguamente sí que caían nevadas de verdad, no de esas que simplemente cubren el suelo con una blanca sábana. Por aquel entonces, y dicen que más cuanto más lejano era ese entonces, había nevadas enormes, altísimas… estupendas. De mañana, en cuanto dejaba de nevar, ya había gente en la calle abriendo camino a base de pala. El camino no era sino un sendero entre dos paredes de nieve. Cada vecino abría el que más usaba hasta uno que era de uso general. Y no siempre iban junto a las paredes. Pero no podían faltar estos: uno que se dirigía a la cantina, o a las cantinas; otro que llevaba a la ermita; y otros dos para las escuelas: uno  a la de niños y otro a la de niñas. Y con el exterior, el pueblo permanecía aislado y separado del resto del mundo. La nieve caída era, hasta cierto punto, bonita, el paisaje cambiaba totalmente, había una nueva forma de jugar… y todo eso. Pero era una lata y un rollo, y había sabañones, y toses, y frío, y no te dejaban salir a la calle, y era pesadísimo eso de estar siempre en casa, y… Así que cuando me hablan de ir a la nieve a divertirse, yo siempre digo:
─No, gracias, que ya la sufrí bastante…
Cuando ya hubo tractores en el pueblo, se consiguió un quitanieves, unas cuchillas en forma de “V”, que se acoplaba a un tractor y facilitaba la apertura de caminos en la nieve, ahora ya eran caminos. Incluso se abría también la carretera. Aunque parece que ya no caían nevadas tan grandes.
¿Y cuando había riada? Pues… el río se las llevaba. Solo recuerdo una riada auténtica, del río ─del río MICIECES, claro─. Pues mira que hay diferencia de nivel entre el río y la altura de la calle en la zona de la Pesquera: el agua subió y subió, pasó la altura y cogió velocidad calle abajo hasta volver otra vez a su redil verdadero, el río, por allá por el puente. Y salimos a ver como corría el agua por la calle, y había gente que ponía sacos o algo para que no les entrara por la portonera, y las madres gritando que no marcháramos, que tuviéramos cuidado, que…─eso que dicen siempre las madres, o que se lo gritan a sus hijos─. Para nosotros, niños al fin y al cabo, era un espectáculo bonito y nunca visto.

Otras crecidas he visto, eso muchas veces, pero que saltasen a las calles del pueblo, solo me acuerdo de esa. Y de otra que casi, casi… Del arroyo aquel que pasaba por el centro del pueblo, sí: ese se desbordaba casi por nada y se salía de su cauce y se iba a pasear por las calles, hasta que mansamente ─más o menos─ se iba a descansar al río.
         Pero siempre hemos pensado que hace falta una riada tipo 

diluvio universal para que a Micieces se lo lleve el río.

(JLR)








Puedes ver también:

- LAS CALLES: Trazado urbanístico.
- LAS CALLES DE ANTES.

Y más sobre Micieces en: www.miciecesmipueblo.es : Micieces es mi pueblo.

miércoles, 21 de junio de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS. Las calles de Micieces (II): las calles de antes.



LAS CALLES DE ANTES

Hoy encontramos un Micieces limpio, aseado y arreglado, pero no fue siempre así. Y sus calles tampoco fueron siempre así. Bueno, para ser más exactos diremos que el suelo, el piso, de las calles. Ahora están todas encementadas, que no asfaltadas. Yo quiero dar un paseo por sus calles de antes, tal y como yo las recuerdo. Ese antes me remite a inicios de la segunda mitad de los años cuarenta (1940). Pero todavía hay ─y sea por muchos años─ quienes las recuerdan de mucho antes, y la fotografía que de ellas guardan en sus memorias no es tan diferente a la que yo guardo de mis tiempos más antiguos.

        Por aquellos tiempos, las calles de Micieces eran de tierra y de cantos, o de cascajo y de arena en el mejor de los casos. De polvo, en épocas secas, y levantado, si hacía viento. De barro, en épocas lluviosas, no importaba la estación que fuese. Y el arroyo, nuestro arroyo del medio del pueblo, seguía el ritmo del tiempo atmosférico: seco o casi, con algo de corriente o con mucha, nunca demasiada, menos cuando descargaba una gran tormenta, que entonces rebosaba y saltaba a la calle, la inundaba ─¡calle en banda!─ y se iba libremente al río.

        Por mor del desgaste natural del suelo, por las pisadas de los animales, por las roderas de los carros, o por lo que fuese, en cada calle, en unas más que en otras, se formaban ondulaciones, hoyos, desigualdades, que la tierra reseca pretendía igualar haciéndose polvo y que la lluvia sí igualaba convirtiendo las honduras en charcos.

        De vez en cuando ─yo creo que era cuando acababa el invierno, de cara a la primavera y al buen tiempo─ había huebra y se traían unos cuantos carros de arena y cascajo de la orilla del río y se echaban en las calles más necesitadas, las más desigualadas por los efectos del  invierno. Y recuerdo que siempre era agradable pisar aquella arena ─no tanto el cascajo o la tierra─ y jugar en ella y con ella.

En el invierno sucedía también que en algunas calles se esparcían carros de paja por el centro de la calzada. No creo que se hiciera esto en todas,  pero sí que recuerdo de forma especial que se hacía en la que va de la fuente hacia arriba, al río y al molino. Y tengo idea de que alguna vez se hizo en otras, al menos en la parte más embarrada o encharcada. ¿Para qué? La paja absorbía el agua, la humedad, desaparecía el barro, se descomponía la paja y… se transformaba en estiércol. El continuo paso de carros y de animales hacía que se mezclase totalmente agua, barro y paja. Luego se recogía y se llevaba al abonero para que terminase de fermentar y de convertirse en estiércol natural, o se esparcía directamente por la tierra de cultivo. Para los niños era una nueva diversión: ¡jugar en la paja sin mojarse! Eso creíamos, pero siempre terminábamos con las alpargatas empapadas y llenas de agua y barro. Cuando consideraban que la paja aquella estaba ya en su punto, se la recogía y, con frecuencia, se echaba otra nueva. Esta operación se podía hacer varias veces cada invierno. Pero al recoger la paja, se llevaban también el barro, es decir, la tierra de la calle, y, cada vez que se hacía esta operación, más hondo se hacia el lecho mismo de la calle. Había que solucionarlo trayendo más carros de tierra, de arena y de cascajo. Tengo el recuerdo de niño de que, en esta calle, el desnivel entre la orilla izquierda, partiendo de la fuente, y el de la derecha era muy grande, y entre la izquierda y el fondo de la calle, más: como que todo el centro de la calle formase una hondonada y las puertas de las casas de la izquierda estuvieran mucho más en alto que las de la derecha. Y siempre me ha admirado que, ahora que hay aceras y la calle está encementada, están casi al mismo nivel. Solucionaron el problema y la calle quedó llana en horizontal. Quizá solo fuese la percepción de mi mente infantil, digo yo.
(JLR)





Puedes ver también:



Y todo en:

www.miciecesmipueblo.es   :    "Micieces es mi pueblo"  (CONTENIDOS).




viernes, 16 de junio de 2017

Micieces de Ojeda. SAN BERNABÉ, EL DE MICIECES (III). La restauración.


San Bernabé, ahora.
San Bernabé, antes.


Antes y después.

SAN BERNABÉ

DE LA IGLESIA  PARROQUIAL DE Micieces de Ojeda  ─Palencia─


LA RESTAURACIÓN

(Inicio de la restauración: Octubre de 2015. Finalizada en: Junio, 2016).


... que Zamora no se conquistó en una hora,
ni san Bernabé se restauró en tres.


El caso es que el san Bernabé de Micieces se cayó en la procesión de aquel año (2015) y se rompió la cabeza, el brazo, la peana, el pelo, el  manto… Que el santo nos perdone, pero quedó hecho cisco: un auténtico mártir, vamos. ¡Un eccehomo, pero en roto! Aparte de la caída y las roturas, el mal lo llevaba por dentro desde hacía muchos años: la carcoma se iba comiendo la madera, sobre todo las partes más blandas. Lo raro es que hubiese resistido las procesiones de tantos años sin haberse caído antes.
─Y una comisión, o algo así, de mujeres del pueblo,  ─me cuenta la técnica miciecense que se responsabilizó de hacer la restauración del san Bernabéacudió a mí para ver qué se podía hacer con la imagen de nuestro santo. Sabían que yo entendía de restauraciones, porque ya había restaurado una talla pequeña de la iglesia. Yo les puse una condición que tenía que quedar muy clara para todo el mundo: “─El párroco debe dar permiso expreso para poder hacer la restauración”.  El párroco lo dio ─era don Ventura G.─ y yo me llevé el santo a Zamora, que es donde tenía el material de trabajo y donde estaban las personas que me habían de ayudar.
Para restaurar la imagen del san Bernabé de Micieces, formamos un equipo básico de tres personas, más otras colaboradoras esporádicas. Las tres somos aficionadas a estas actividades artísticas y las tres tenemos estudios relacionados con estas materias y con la enseñanza del arte: una es restauradora oficial de la catedral de Zamora y del patrimonio cultural de la diócesis; otra es profesora de dibujo; y la otra, profesora de arte.
         Por supuesto, las tres somos aficionadas a esta rama de la artística, tenemos base de estudios suficientes, sabemos cómo se deben hacer las cosas, qué materiales hay que utilizar, qué técnicas… y todo lo demás. Y, además, tenemos gusto por estos quehaceres.  Dirigía el equipo una auténtica profesional en la restauración de obras artísticas, del equipo de la catedral de Zamora. Las tres hemos trabajado en restauración de obras de arte, esta no era la primera, ni mucho menos, y formamos parte del equipo de restauración de la catedral de Zamora.

La imagen de san Bernabé es talla de madera, pero no de una pieza, ni de una única clase de madera: el cuerpo es de frutal; la peana es de pino; el manto es de un tipo de madera muy blanda.


Carcoma en el manto.
Lo primero que tuvo que hacer el equipo restaurador fue matar la carcoma, curar la madera y darle consistencia y dureza.


Peana deshecha por la carcoma.

Carcoma en la cabeza.

La policromía de la imagen es buena: la túnica, azul oscuro tachonada de estrellas doradas; el manto, en rojo de varios tonos, con una orla dorada al borde, y el forro, en tono diferente. El estofado (especie de esgrafiado con la base de oro),  es de buena calidad, lo mismo que lo es el pan de oro original. En realidad el san Bernabé representa a un noble romano o helénico con su característica forma de vestir que resalta su nobleza.
Carcoma en el manto, debajo de la policromía.


Ha tenido a lo largo del tiempo otras varias restauraciones, arreglos, barnizados, repintados… 
─Con sumo cuidado, quitamos todas las capas adheridas hasta llegar a la pintura original y, entonces, apreciamos que la policromía original era mucho más expresiva y bonita que la que se había conseguido con los arreglos o restauraciones. Además, el manto tiene un color rojo mucho más vivo y fuerte; su interior es más rosáceo; y lleva un borde de pan de oro de muy buena calidad. Lo que pasa es que la madera del manto es la más blanda y, en consecuencia, la más dañada por la carcoma.
En el proceso de limpieza.

         ─¿Y del resto de la imagen, qué?
         ─Tenía la cara muy estropeada, repintada, rebarnizada. Los ojos se mostraban inexpresivos, un poco amorfos. Las cejas no expresaban nada. El repintado había anulado su expresividad: el original, lo que había debajo, era mucho mejor y mucho más expresivo.
─¿Y el brazo roto, y aquellas manazas y, sobre todo, aquel dedo tan enorme que individualizaba a esta imagen?
─Cierto que nuestro san Bernabé parecía un hombrecillo a una mano pegado o, más todavía, a un dedo pegado… Pues… le trasplantamos el brazo, cual médicos de la Seguridad Social o similares,  le arreglamos los dedos rotos, y aquel famoso dedo gordo de la mano derecha… se lo arreglamos: le quitamos la hinchazón y le ajustamos el tamaño con material moderno y adecuado para este tipo de operaciones. ¡Y creo que el santo quedó muy apañadito! 


La mano, antes.

Remodelado de los dedos (I)

Remodelado de los dedos (II)
Restaurando la mano.

─Faltaba la peana ─continúa explicando la técnica restauradora─. Estaba rota, dividida en dos.  Y, curioso, en el hueco abierto encontramos trozos de madera y ¡hasta un envoltorio plástico de pan de molde!

La peana antes de la restauración.

Carcoma en la peana.

─Lógico ─digo yo─: el santo es el protector de los cereales, sobre todo del trigo…: pues eso, era como una oración para que no faltase el pan, y un recordatorio para que el santo no se olvidase…
Pues rellenamos el hueco de la peana con polímeros y madera, y quedó firme y segura. En cuanto a los pies: ¡lo que el pobre san Bernabé habrá andado y sufrido! Tenía los dedos visibles de los pies, el resto se los tapa la túnica, rotos o muy estropeados: hicimos de podólogos y se los arreglamos, pero con un poco de ese “no-sé-qué” que por dentro te hace pensar que a lo mejor, a lo peor, al verse con los pies bien, ¡decide san Bernabé recorrer mundo y se nos va de Micieces!
─No lo creo. ¿Dónde va a estar mejor y, sobre todo, más descansado…? ¿Algo más?
Quiero y debo añadir una cosa muy importante para que conste y todo el mundo lo sepa. Todo lo que hemos hecho en la imagen del san Bernabé de Micieces, toda esta restauración, es reversible. Es decir, en cualquier momento, y siempre que lo trate personal técnico, se puede volver a lo que antes era, al original. La pintura, la madera, los barnices, los polímeros… todo se puede eliminar y dejarlo tal y como estaba antes. Aunque estoy convencida de que san Bernabé preferirá estar como es ahora a como estaba antes de la restauración.
Yo también tengo que añadir algo. Creo que ha valido la pena restaurar la imagen. Espero que un día también le llegue su hora a otras imágenes de Micieces, por ejemplo, a la Virgen de la Calle y al san Lorenzo de la ermita del santo. Y, además, otra cosa muy importante: el equipo de restauración la hizo generosamente y de forma gratuita.
Gracias a ti, técnica restauradora miciecense, y haz extensivo este agradecimiento a las demás personas del equipo.
¡Y que san Bernabé siga bendiciendo y protegiendo a Micieces y a su gente, a su campo y a sus cosechas!

                                      José Luis Rodríguez Ibáñez
─11 de junio del 2017─
Después de la restauración.



Al llegar al taller.

























Antes del proceso de limpieza.






Proceso de restauración.




Puedes ver:



Y más sobre Micieces de Ojeda en :



"Micieces es mi pueblo"

domingo, 11 de junio de 2017

Micieces de Ojeda. SAN BERNABÉ, EL DE MICIECES (II). Los refranes y el accidente.








SAN  BERNABÉ, EL DE MICIECES

EL  SAN BERNABÉ  DE LA IGLESIA PARROQUIAL: Es una talla en madera policromada. Ss. XVI-XVII. Artísticamente parece  de un escultor popular: pies, manos y cabeza están desproporcionados respecto al cuerpo. Está en la pared frontal de la nave derecha ¾mirando al altar mayor¾ de la iglesia parroquial).

Fue allá por los finales del s. XVII (aproximadamente). San Isidro, el de Madrid, era el patrón de los labradores, sobre todo de los españoles. Pero el rezar, el encomendarse a alguno más, el seguir levantando los ojos al cielo en oración esperanzada, no estaba nunca de más. Y la devoción a san Bernabé, como protector de los sembrados y de los labradores contra el pedrisco, los granizos y las tormentas veraniegas, se extendió por toda la cristiandad. El único seguro que el labrador tenía, y del que estaba más o menos seguro, era Dios. Y san Bernabé debía de ser un santo de cierta influencia, que no en vano se había ganado el título de apóstol, aunque fuese de segunda línea.
Y, además, su fiesta caía muy a propósito: el 11 de junio. Estaba en los días más largos, es decir, cerca del solsticio de verano. Y nacen los refranes relacionados con el campo y el santo:
·        SAN BERNABÉ (o Por san Bernabé): el trigo espigaré; el centeno cerneré; y la cebada no sé si podré. (Espigar: cuando los cereales echan la espiga. / Cerner: referido a los cereales y sus espigas, florecer: el centeno se dice que cierne cuando florece).
·        El día de san Bernabé dijo el sol: “Aquí estaré”. (Porque son ya días de mucho sol, ya propios del verano).
·        Desde san Bernabé, al centeno se le corta el pie. (Si es para forraje, se puede segar ya).
·        Malo si, por San Bernabé, no ha dejado de llover. (Si llueve mucho, ya es a destiempo: estropeará la cosecha).
·        Trigo florecido en San Bernabé, para agosto tira de tu panera la pared. (Si florece el trigo por estas fechas: buena cosecha).
·        Para el día de San Bernabé la siega de prados está bien. (La hierba y forrajeras, se pueden ya segar por estas fechas).
·        El día de San Bernabé dice el sol: «Hasta aquí llegué y de aquí no pasaré».
·        Dijo el sol a san Bernabé: “Más no me levantaré”. (No va a subir más en el horizonte porque ya llegó al solsticio. Por eso: no se elevará más.)
·        El día de San Bernabé, llena la oveja el saco; el día de Santo Tomás, llena la oveja una cuarta nada más. (Todo se debe a los días largos o cortos: la oveja pace más o menos tiempo).

Hoy día muchos de los refranes que hacen referencia a la agricultura y al
tiempo han perdido su validez, totalmente o en parte. Puede haber influido mucho, y lo ha hecho, eso del cambio climático. Pero también la cuestión de sistemas de cultivo, de siembra, las nuevas semillas… Si es que, aunque no lo parezca, también en la agricultura  las ciencias avanzan que es una barbaridad…

Pues Micieces, pueblo agrícola, creyente y siempre mirando al cielo para
rezar y ver qué caía de él o que le deparaba el tiempo, decidió que necesitaba un santo protector de sus sembrados, sobre todo de los cereales. ¿Y qué mejor santo que uno que fue apóstol y al que ya se rezaba en el pueblo, en la iglesia universal y en los pueblos aledaños? Y buscaron un santo, su santo, en algún taller popular, pero no chapucero. Y el artista se lo ofreció a buen precio (es un suponer, que si no, no lo compran).
Había por los pueblos de una cierta importancia talleres de artistas,
escultores  y  pintores, que se dedicaban a hacer santos y cosas de iglesia, además de completar sus ingresos con otras fórmulas artísticas. Y el artista aquel les aseguró un buen santo y a un precio discreto.
Cuando se llevaron a su pueblo la imagen y los miciecenses la vieron, es de creer que no todos quedarían contentos  y  más de alguno se sentiría decepcionado: aquel san Bernabé  parecía hecho con restos de otras obras que el artista no había podido ensamblar en  otras imágenes. ¡No había proporción entre cabeza y cuerpo, brazos y manos…! ¡Daba la sensación de que algo no pegaba en la imagen!
Mas, aunque hubiera sido un palo de escoba, lo hubiesen aceptado, porque el verano estaba encima ya, la cosecha ofrecía esperanzas y las nubes seguían amenazadoras… Así que con muy buen criterio, alguien les convencería de que lo importante no era la imagen, sino la realidad que representaba: ¡y esa realidad era un santo apóstol patrono de  los sembrados!

Y la verdad es que el san Bernabé de Micieces no es feo, aunque sea desproporcionado. Y su cabeza es muy expresiva, auténtico retrato de un personaje de la helenidad. Los rizos de su pelo y de su barba son auténtico retrato de un personaje romano. El manto, echado sobre el hombro y ceñido a la cintura, lo está de una forma romana muy elegante. A su brazo derecho solo le falta añadirle las palabras que está diciendo: gesto de predicador. El dedo gordo de la mano derecha es…
 enormemente grande: así podía sostener una buena manada o ramo de espigas. En la mano izquierda sostiene un gran libro, apoyándolo en el cuerpo a nivel de la cintura. Es, supuestamente, el Evangelio de San Mateo, del que fue fiel copista y trasmisor. Los pies, lo que se ve, los dedos, pues el resto se lo tapa la túnica, también son desproporcionados en grande. En el lenguaje iconográfico bien puede querer resaltar aquella frase de la biblia: “dichosos los pies de los que anuncian el evangelio”, frase muy apropiada a la vida de san Bernabé.
El colorido, tal como ha llegado a nosotros, es vivo, llamativo y no desagradable. Su túnica en azul oscuro está tachonada de estrellas doradas. El manto es rojo  intenso con un borde dorado. No es ropa de pobre. Es que la imagen representa un patricio romano, o helénico, de buena posición social y económica, tal y como  parece que fue la realidad de la vida del santo antes de ser apóstol.
Pues este es el san Bernabé al que hemos rezado los miciecenses pidiendo protección para las cosechas, y al que sacábamos todos los años en procesión sin más adornos, no los necesitaba, que unas flores y una manada de espigas atada a su enorme mano derecha.


NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

Pero hete aquí que un año (2015) se le sacaba en procesión como todos, con sus flores, su manada de espigas, con el pendón abriendo la procesión (precisamente el pendón "nuevo" se estrenó el día de san Bernabé de 1955), sus gentes cantando y rezando… y charlando y mirando al campo (otra forma de rezar). Y alguien de los portadores de las andas, dudó al echar el pie, tropezó, tembló, se desniveló, perdieron todos el paso y el santo, el pobre, vino a dar con sus huesos ─bueno, es un decir─ en el suelo. Un “¡Ay…!” medio contenido resonó en toda la procesión. Disculpas, esques, si es que no miráis, si no puedes con el santo… El caso es que se rompió, y bien roto, en varios trozos… Y entonces, hasta los que nunca se había acercado a la imagen de san Bernabé se dieron cuenta de que estaba carcomida, rajada, podrida… Lo raro es que hubiera durado tanto… Yo creo que el santo, desde su cielo bien ganado, se reiría y estaría contento: ¡por fin lo iban a meter en el hospital y le arreglarían de una vez todos los desperfectos, los de la caída y los del tiempo…!
¿Y cómo hacerlo? En todo pueblo siempre hay alguien que tiene solución para todo… Y entre las muchas soluciones propuestas, acertaron con la mejor. Una miciecense era especialista en restauraciones de  imágenes. Ya lo había demostrado con una pequeñita que siempre estaba medio olvidada junto al altar mayor. Comisión de mujeres que le piden ayuda.
─Sí, pero el párroco ha de dar permiso, que si no, no se pueden tocar las imágenes de la iglesia…
Y el párroco, don Ventura G., lo dio. Y se llevó la imagen de san Bernabé, no sé si en ambulancia, seguro que no, pero sí vendada y con sumo cuidado, a Zamora. Reunió a su equipo de restauradoras, todas del equipo de restauración de la catedral de Zamora, y comenzaron a trabajar…

Y les llevó su tiempo…, que Zamora no se conquistó en una hora, ni san Bernabé se restauró en tres.
(JLR)

Más:

viernes, 2 de junio de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS. Las calles de Micieces (I): trazado urbanístico.








LAS CALLES DE MICIECES

El trazado de las calles de Micieces es básicamente  de líneas rectas, con dos calles que se cruzan en ángulo recto en el mismo centro del pueblo, sin por ello dejar suficiente espacio como para decir que el cruce constituye una plaza. La calle  principal va a lo largo de un arroyo que, más arriba, se bifurca para recoger las  aguas de dos valles. Este arroyo está ahora cubierto, es subterráneo, y cumple con la función que antes tenía, recoger las aguas de los dos valles, más otra que se le asignó cuando se soterró: la de colector de aguas negras. Desde entonces se le llama simplemente el colector. La otra calle va desde el camino de la iglesia hasta el del Indiviso, empalmando con ambos caminos en sus respectivos extremos y cruzándose con la anterior calle en el centro del pueblo. A estas dos calles ─o cuatro, si se las cuenta a partir del punto central del pueblo donde se cruzan─ se fueron  añadiendo otras conforme iba creciendo el pueblo.


        Si nos atenemos a los más lejanos recuerdos vivos de la Micipedia ─es decir, lo que cuentan de viva voz los que todavía viven─, el pueblo de MICIECES estaba situado  un poquito más hacia el este de lo que está en la actualidad. O sea, a los pies del Altolaiglesia y más hacia el antiguo camino de Berzosa. Por el motivo que fuere, se trasladó al lugar que ocupa hoy.
Es curioso el urbanismo de Micieces: las cuatro calles principales ─o dos que se cruzan─ son anchas y rectas. Parece el trazado de las ciudades que iban naciendo en el nuevo mundo, o de las que nacieron en tiempos modernos, fruto de los planes de extensión agraria. Seguramente proviene de los tiempos del siglo XVIII y está ya influenciado por las teorías urbanísticas de la Ilustración. Y, desde luego, su trazado no es el de un pueblo de frontera, que se tiene que defender de enemigos armados, sino el de un pueblo abierto al campo que había de trabajar y del que había de vivir. Se puede adivinar que, en el trascurso del tiempo, se fueron añadiendo calles y callejas, ya sin el mismo criterio urbanístico, e, incluso, se rehicieron algunas casas antiguas y se les añadieron nuevas partes saliéndose de la línea urbanística lógica y comiendo terreno a la calle.


"MICIECES. En el año 1185 ya existía" ( y quién sabe si ya era "viejo").
         Estas afirmaciones no aminoran la antigüedad de la fundación de Micieces. La parte más antigua de la iglesia parroquial procede del siglo XII. Y los restos más antiguos de la ermita de la Virgen de la Calle ─parte de la espadaña─ se remontan también al siglo XI o XII. Y hay constancia en documentos anteriores a estos siglos de que el pueblo o caserío ya existía con un nombre muy similar al actual. Además, Alfonso VIII se lo dio en beneficio a don Fernando de Robledillo (1203): señal de que era ya un pueblo que producía riqueza.
(JLR)



Puedes ver también:

Himno a Micieces de Ojeda