domingo, 11 de junio de 2017

Micieces de Ojeda. SAN BERNABÉ, EL DE MICIECES (II). Los refranes y el accidente.








SAN  BERNABÉ, EL DE MICIECES

EL  SAN BERNABÉ  DE LA IGLESIA PARROQUIAL: Es una talla en madera policromada. Ss. XVI-XVII. Artísticamente parece  de un escultor popular: pies, manos y cabeza están desproporcionados respecto al cuerpo. Está en la pared frontal de la nave derecha ¾mirando al altar mayor¾ de la iglesia parroquial).

Fue allá por los finales del s. XVII (aproximadamente). San Isidro, el de Madrid, era el patrón de los labradores, sobre todo de los españoles. Pero el rezar, el encomendarse a alguno más, el seguir levantando los ojos al cielo en oración esperanzada, no estaba nunca de más. Y la devoción a san Bernabé, como protector de los sembrados y de los labradores contra el pedrisco, los granizos y las tormentas veraniegas, se extendió por toda la cristiandad. El único seguro que el labrador tenía, y del que estaba más o menos seguro, era Dios. Y san Bernabé debía de ser un santo de cierta influencia, que no en vano se había ganado el título de apóstol, aunque fuese de segunda línea.
Y, además, su fiesta caía muy a propósito: el 11 de junio. Estaba en los días más largos, es decir, cerca del solsticio de verano. Y nacen los refranes relacionados con el campo y el santo:
·        SAN BERNABÉ (o Por san Bernabé): el trigo espigaré; el centeno cerneré; y la cebada no sé si podré. (Espigar: cuando los cereales echan la espiga. / Cerner: referido a los cereales y sus espigas, florecer: el centeno se dice que cierne cuando florece).
·        El día de san Bernabé dijo el sol: “Aquí estaré”. (Porque son ya días de mucho sol, ya propios del verano).
·        Desde san Bernabé, al centeno se le corta el pie. (Si es para forraje, se puede segar ya).
·        Malo si, por San Bernabé, no ha dejado de llover. (Si llueve mucho, ya es a destiempo: estropeará la cosecha).
·        Trigo florecido en San Bernabé, para agosto tira de tu panera la pared. (Si florece el trigo por estas fechas: buena cosecha).
·        Para el día de San Bernabé la siega de prados está bien. (La hierba y forrajeras, se pueden ya segar por estas fechas).
·        El día de San Bernabé dice el sol: «Hasta aquí llegué y de aquí no pasaré».
·        Dijo el sol a san Bernabé: “Más no me levantaré”. (No va a subir más en el horizonte porque ya llegó al solsticio. Por eso: no se elevará más.)
·        El día de San Bernabé, llena la oveja el saco; el día de Santo Tomás, llena la oveja una cuarta nada más. (Todo se debe a los días largos o cortos: la oveja pace más o menos tiempo).

Hoy día muchos de los refranes que hacen referencia a la agricultura y al
tiempo han perdido su validez, totalmente o en parte. Puede haber influido mucho, y lo ha hecho, eso del cambio climático. Pero también la cuestión de sistemas de cultivo, de siembra, las nuevas semillas… Si es que, aunque no lo parezca, también en la agricultura  las ciencias avanzan que es una barbaridad…

Pues Micieces, pueblo agrícola, creyente y siempre mirando al cielo para
rezar y ver qué caía de él o que le deparaba el tiempo, decidió que necesitaba un santo protector de sus sembrados, sobre todo de los cereales. ¿Y qué mejor santo que uno que fue apóstol y al que ya se rezaba en el pueblo, en la iglesia universal y en los pueblos aledaños? Y buscaron un santo, su santo, en algún taller popular, pero no chapucero. Y el artista se lo ofreció a buen precio (es un suponer, que si no, no lo compran).
Había por los pueblos de una cierta importancia talleres de artistas,
escultores  y  pintores, que se dedicaban a hacer santos y cosas de iglesia, además de completar sus ingresos con otras fórmulas artísticas. Y el artista aquel les aseguró un buen santo y a un precio discreto.
Cuando se llevaron a su pueblo la imagen y los miciecenses la vieron, es de creer que no todos quedarían contentos  y  más de alguno se sentiría decepcionado: aquel san Bernabé  parecía hecho con restos de otras obras que el artista no había podido ensamblar en  otras imágenes. ¡No había proporción entre cabeza y cuerpo, brazos y manos…! ¡Daba la sensación de que algo no pegaba en la imagen!
Mas, aunque hubiera sido un palo de escoba, lo hubiesen aceptado, porque el verano estaba encima ya, la cosecha ofrecía esperanzas y las nubes seguían amenazadoras… Así que con muy buen criterio, alguien les convencería de que lo importante no era la imagen, sino la realidad que representaba: ¡y esa realidad era un santo apóstol patrono de  los sembrados!

Y la verdad es que el san Bernabé de Micieces no es feo, aunque sea desproporcionado. Y su cabeza es muy expresiva, auténtico retrato de un personaje de la helenidad. Los rizos de su pelo y de su barba son auténtico retrato de un personaje romano. El manto, echado sobre el hombro y ceñido a la cintura, lo está de una forma romana muy elegante. A su brazo derecho solo le falta añadirle las palabras que está diciendo: gesto de predicador. El dedo gordo de la mano derecha es…
 enormemente grande: así podía sostener una buena manada o ramo de espigas. En la mano izquierda sostiene un gran libro, apoyándolo en el cuerpo a nivel de la cintura. Es, supuestamente, el Evangelio de San Mateo, del que fue fiel copista y trasmisor. Los pies, lo que se ve, los dedos, pues el resto se lo tapa la túnica, también son desproporcionados en grande. En el lenguaje iconográfico bien puede querer resaltar aquella frase de la biblia: “dichosos los pies de los que anuncian el evangelio”, frase muy apropiada a la vida de san Bernabé.
El colorido, tal como ha llegado a nosotros, es vivo, llamativo y no desagradable. Su túnica en azul oscuro está tachonada de estrellas doradas. El manto es rojo  intenso con un borde dorado. No es ropa de pobre. Es que la imagen representa un patricio romano, o helénico, de buena posición social y económica, tal y como  parece que fue la realidad de la vida del santo antes de ser apóstol.
Pues este es el san Bernabé al que hemos rezado los miciecenses pidiendo protección para las cosechas, y al que sacábamos todos los años en procesión sin más adornos, no los necesitaba, que unas flores y una manada de espigas atada a su enorme mano derecha.


NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

Pero hete aquí que un año (2015) se le sacaba en procesión como todos, con sus flores, su manada de espigas, con el pendón abriendo la procesión (precisamente el pendón "nuevo" se estrenó el día de san Bernabé de 1955), sus gentes cantando y rezando… y charlando y mirando al campo (otra forma de rezar). Y alguien de los portadores de las andas, dudó al echar el pie, tropezó, tembló, se desniveló, perdieron todos el paso y el santo, el pobre, vino a dar con sus huesos ─bueno, es un decir─ en el suelo. Un “¡Ay…!” medio contenido resonó en toda la procesión. Disculpas, esques, si es que no miráis, si no puedes con el santo… El caso es que se rompió, y bien roto, en varios trozos… Y entonces, hasta los que nunca se había acercado a la imagen de san Bernabé se dieron cuenta de que estaba carcomida, rajada, podrida… Lo raro es que hubiera durado tanto… Yo creo que el santo, desde su cielo bien ganado, se reiría y estaría contento: ¡por fin lo iban a meter en el hospital y le arreglarían de una vez todos los desperfectos, los de la caída y los del tiempo…!
¿Y cómo hacerlo? En todo pueblo siempre hay alguien que tiene solución para todo… Y entre las muchas soluciones propuestas, acertaron con la mejor. Una miciecense era especialista en restauraciones de  imágenes. Ya lo había demostrado con una pequeñita que siempre estaba medio olvidada junto al altar mayor. Comisión de mujeres que le piden ayuda.
─Sí, pero el párroco ha de dar permiso, que si no, no se pueden tocar las imágenes de la iglesia…
Y el párroco, don Ventura G., lo dio. Y se llevó la imagen de san Bernabé, no sé si en ambulancia, seguro que no, pero sí vendada y con sumo cuidado, a Zamora. Reunió a su equipo de restauradoras, todas del equipo de restauración de la catedral de Zamora, y comenzaron a trabajar…

Y les llevó su tiempo…, que Zamora no se conquistó en una hora, ni san Bernabé se restauró en tres.
(JLR)

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