EL GALLO DEL SACRISTÁN
El sacristán de
Berzosa
que le habían
regalado
nada más perder
la cáscara.
Aquel pollito
indefenso
su amigo se hizo
del alma
y le hacía
compañía
en su vida
solitaria.
Le cuidaba con tal
mimo
que pan en sopa
le daba
hasta que pudo
comer
granos de trigo
y cebada.
¡El pollito aquel
se hizo
dueño y señor de
la casa!
Y se hizo
hermoso gallo
que era reloj de
mañana,
de las horas de
comer
─¡Pronto irás a la cazuela:
es tu requiem lo que cantas…!
Y cual a amigo
querido
sus soliloquios
le daba.
El gallo se
acostumbró
a su sonido y su
habla
y, quedándose
sentado,
con atención le
escuchaba.
A la hora en que
se abregan
las gallinas en
las cuadras,
el gallo subía
orondo
a la barra que
la cama
del sacristán
tiene al pie
y allí mismo se
abregaba
y dormía
vigilante
toda la noche
hasta el alba.
y siempre muy de
mañana,
un quiquiriquí gangoso
al sacristán
despertaba:
es
que aquel hermoso gallo
era
de garganta mala
y
sonaba su cantar
más
a réquiem que a diana.
El
sacristán berzoseño
solo
el réquiem dominaba
y
repetía constante
la
melodía de marras.
Y
aquel gallo solitario
no
pudo ir a las aulas
de
los congéneres suyos
Y
el sacristán le decía
con
su sorna acompasada:
─¡Pronto irás a la cazuela:
es tu requiem lo que cantas…!
Y
el gallo, que no entendía,
con
más ahínco cantaba.
Mas
un día el sacristán
enfermó
de cosa mala
y
no volvió a levantarse
nunca
más de aquella cama.
Y
el gallo, apenado y triste,
canta
que canta en la barra.
De
vez en cuando da un salto
hasta
el suelo o la ventana
como
invitando al enfermo
a
que se levante y salga.
Mas
el enfermo no tiene
ni
pocas fuerzas ni ganas.
Con
un hilito de voz
le
dice al gallo que escucha
como
siempre que le hablaba:
─No es tu réquiem sino el mío
aquello que siempre cantas.
¡Es el mío, que ya veo
a la muerte en la ventana!
El gallo escucha
en silencio
como siempre
acostumbraba
y un quiquiriquí muy triste
─A ver si vas a morir
antes del que está en la cama...
¡Huye al monte o donde sea,
pero márchate de casa,
porque si me hacen velorio,
en una cazuela acabas…!
El quiquiriquí
del gallo
suena a notas
desgarradas.
─A ver quién muere primero
y quien al otro le canta
el requiem que se acostumbra
cantar por los que la palman…
El sacristán se
murió
y lo enterraron
en caja
resguardado tras
la tapia
a la vera de la
iglesia
en que él
sacristaneaba.
Y el gallo del sacristán
como comida adobada
terminó en una cazuela
de rojiza porcelana.
En el velatorio dieron
carne de gallo guisada.
Y
la gente del velorio
decía
mientras brindaba:
(tras
un lejano mañana…)
Un remolino de viento
en el patio se levanta,
da vueltas sobre sí mismo
y lo que pilla, lo arrastra…
El patio quedó barrido
y el remolino se marcha.
Los
que están de velatorio
lo
ven desde la ventana.
y
en el cementerio para:
en
una tumba reciente
deja
parte de su carga.
Luego,
salta por encima
Al
día siguiente, el cura
ve
aquella tumba adornada
con unas hermosas plumas:
Ráscase tras de la oreja
pensando la adivinanza…
─¡El gallo y el sacristán
por siempre ya se acompañan…!
Y con voz queda y devota
un requiem les reza y canta…
(JLR)
(JLR)
El camino de Berzosa. |
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