martes, 22 de junio de 2021

Micieces de Ojeda. RECUERDOS DE VERANO. EN EL RASTROJO: La siega (I).







A mis se…tytantos años se me ocurre recordar aquellos veranos de la primera mitad de la década de los cincuenta (1950), cuando la feliz niñez reinaba a mí alrededor sin otras penas ni preocupaciones que las propias de un niño. ¡Cómo han cambiado los tiempos… y mi tiempo! ¡No son los veranos de ahora lo que eran los de antes! Veranos de pueblo castellano, dedicado a sus labores: segar, acarrear, trillar, trabajar en las eras, regar las patatas, los fréjoles y los huertos… Había gentes para las que su día comenzaba antes del alba, otras cuando la del alba sería ya la veían desde su tierra, y todos estaban en su quehacer cuando se asomaba el sol tras los altos de Villavega.

                                EN EL RASTROJO:

                                LA SIEGA (I)



Aquello de “ya llegan los segadores…con sus hoces…” no fue nunca propio de Micieces. La hoz se utilizaba, claro, pero para trabajos menores, para recoger lo segado a dalle, para segar linderas, espigas salteadas, yerba… Por otra parte, en Micieces, más que hoces, había segaderas: en el habla ordinario del pueblo, la hoz era una segadera. Había otra más pequeña y manejable para segar más fácilmente hierba y otras cosas de huerto: era el tranchete. Sin embargo, no se utilizaba para recoger lo segado a dalle por ser pequeño y abarcar poco brazado.

                                             


 


En cuanto a segar mieses, labor tan propia del verano, no se usaba la segadera, sino el dalle. El nombre más usual es guadaña, aunque en el habla regional nuestro existen el dalle y la dalla. La diferencia está en que la dalla es de hoja estrecha; y el dalle, de hoja ancha. Para segar las mieses se utilizaba el dalle. Y tanto el dalle como la dalla de vez en cuando había que afilarlos. Y se hacía con el sistema de picarlos. Picar el dalle consistía en machacar el filo para hacerlo más cortante. Y se hacía con un martillo especial sobre una especie de yunque mínimo que se clavaba en el suelo. Tenía ese trabajo su técnica y su arte, o de lo

contrario no solo no lo afilabas, sino que lo estropeabas  para siempre. No debía dar buen resultado afilarle en la piedra de amolar, porque no recuerdo haberlo visto nunca, a no ser muy acá en el tiempo, cuando el dalle ya no se usaba para las mieses.

El segador a dalle llevaba atada a su cintura la colodra: un recipiente con agua y la piedra de afilar el dalle. Casi todas las colodras de Micieces eran de cuerno de vaca, pero las había también de metal, aunque, no sé por qué, parecían más atractivas las de cuerno. Cuando se segaba, había que darle de vez en cuando un afilón a la hoja del dalle. No era el picarle, a la siega se llevaba el dalle picado: lo que hacía la piedra de afilar era afinar el corte. Con frecuencia era de pizarra, plana, de grosor suficiente e igualado y terminando ambos extremos en punta piramidal. Las había de otro tipo de piedra, pero se solían llamar igualmente pizarras.

 

La figura del segador que afila su dalle es característica y típica de verdad: de pie, seguro, piernas un poco abiertas, apoyando el asta en el suelo, el brazo izquierdo como descansando en el borde superior de la hoja y sujetándola con brazo y mano; echa la mano derecha a la cintura, saca la piedra de afilar de la colodra y, haciendo un arco amplio con el brazo extendido, llega al corte del dalle y pasa la piedra por ambos lados, alternativamente y todo seguido, empezando por un extremo hasta terminar en el otro… Y el ruido característico sería digna música para una canción si el cansancio y la seriedad castellana lo propiciasen…


J.L.R.



También puedes ver (hacer clic):

- VERANO DE ANTES.

- VERANO DE AHORA.

Y más sobre Micieces en:

Micieces es mi pueblo - CONTENIDOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Himno a Micieces de Ojeda