aunque las veas sembradas,
en un tiempo que pasó
fueron las eras del pueblo.
En el verano la vida
tan laboriosa y
sufrida
el pueblo aquí la vivió.
En invierno eran las eras
solitarias parameras
esperando siempre al sol.
Luego, crecía la hierba.
A su tiempo se segaba
y su suelo se asentaba
y asumía el nuevo rol.
Siendo chiguito
solía
en verano si quería
a la de mi abuelo ir.
Cual agostero hacendoso
a veces hasta trillaba,
o hacía que trabajaba:
era un juego para mí.
Y al remanso me ponía
cuando el cierzo nos traía
el frío y olor a mar.
O me marchaba a mi casa,
después de haber merendado
y haber la parva aparvado,
Es que en mi pueblo el verano
en el entonces lejano
era duro de aguantar.
¡Cómo han cambiado los tiempos!
En el campo era la vida
y estaba siempre absorbida
por la labor estival.
El grano, una vez beldado,
ya se podía guardar.
Y cuando no daba tiempo,
en sacos almacenado
o en parvero amontonado
debía en la era esperar.
Decían que por la noche
alguno hacía desmoche
de los sacos y el montón.
Y no era el hombre del saco,
mas en un saco robaba
si el dueño no vigilaba
al noctámbulo ladrón.
una noche del verano
me llevan a vigilar.
Era una noche estrellada,
la luna no había salido,
no se oía ningún ruido,
solo al mochuelo ulular.
Sobre la hierba tumbados,
mirábamos encantados
las estrellas titilar.
Era un cielo tan bonito…
Cual papel agujereado
era el cielo traspasado
por una luz desde atrás.
Entre las más rutilantes
de las estrellas brillantes,
vimos la Estrella Polar.
Hay un sendero lechoso
y refleja al que en el suelo
a Santiago ha de llegar.
Estuvimos mucho rato
acechando como gato
por ver la estrella fugaz.
Con todo el cielo estrellado,
no llegó la esaboría,
o yo ninguna veía.
Y me entró el sueño tenaz.
Pues a la cama nos fuimos,
entre mantas nos metimos
y empezamos a dormir.
Al remanso del pajero,
hicimos colchón de paja
con cueva en su parte baja
Yo me dormí en un momento.
Mi sentido y sentimiento
no extrañaron el lugar.
Y mis tíos se turnaban
vigilando si el del saco
era de verdad un caco
que nos quería robar.
Y la noche ya mediada,
una voz muy alterada
de mi sueño me sacó.
Estaba de pie mi tío
con una horca en la mano;
y el otro, al trigo cercano,
vara en alto, le gritó.
y solo una sombra huyendo
me dio tiempo a divisar.
–¿Era aquel hombre el del saco?,
les pregunté yo excitado.
–Lo llevaba preparado,
mas no se pudo acercar.
–Creo que corriendo huía…
–Es porque miedo tenía
de dejarse conocer.
Vámonos, pues, a la cama,
que el colchón estará frío
porque ya le cae el rocío,
–¿Que no vuelve? ¿Tú lo sabes?
–Estos robos son muy graves.
–¿Y le vais a denunciar?
–No. Y que nadie nunca sepa
si aquí ha venido algún hombre,
ni cuál sería su nombre…
–Ni si venía a robar.
Cuando el sol por el oriente
tres varas lleva en creciente,
el ruido me despertó.
Arreglamos el pajero,
todo ordenado dejamos,
en la fuente nos lavamos
…y la historia se acabó.
Ha pasado mucho tiempo
que nunca antes lo conté.
Pero siempre he recordado
aquella noche en la era
que fue la noche primera
que en el campo me pasé.
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