El olmo común o negrillo es propio de climas templados.
Su madera es dura, resistente a la humedad y al roce. Se usó en la construcción de viviendas, en la fabricación de útiles de labranza (arados, yugos...), en los molinos...
Las hojas servían como alimento para el ganado, especialmente para los cerdos, mezclada con harina o salvado.
En todos los pueblos de Castilla, y casi de toda España, había olmos en los linderos de las tierras, en la orilla de los arroyos, en las plazas...
La "grafiosis", una enfermedad producida por un hongo y transmitida por escarabajos, ha acabado con todos.
Se han plantado otras especies de olmo (el olmo siberiano) que, aparentemente, no se ven afectadas por la enfermedad. Veremos si llegan a sustituir a los antiguos...
ELEGÍA POR LOS
OLMOS NEGRILLOS
Nuestros olmos comunes o negrillos,
cedieron
sus terrenos y lugares
De pie, como los
árboles valientes,
murieron
desmayados y sin fuerzas,
pues
sus venas de savia eran carentes.
Y los Ulmus pumila, siberianos,
ocupan
los terrenos de los otros
y
crecen tan señores como hispanos.
¿Qué les llegaría a los
pueblos antes:
la muerte de los olmos por grafiosis,
o la marcha de gentes emigrantes?
Ambas se extendieron y alargaron
como plagas malignas imparables,
y pueblos asolados nos dejaron.
Rectos hacia el
cielo y sin complejos
subíais
disfrutando de la vida:
sin
ser coníferas, mirabais lejos.
Solo las olmas a
las que la vida
crecisteis
con la copa muy extendida.
Es dura la madera
del negrillo,
al
agua resistente, a los insectos,
al
clima complicado o más sencillo.
Vuestra madera,
olmos, bien curada
para
viga de puente serviría,
o
luciría en casa edificada.
Eso de yugo,
apero de labranza,
viga
de carro o maza de campana,
son
cosas viejas de la antigua usanza.
Murieron de los
parques las olmedas,
aquellas
que el poeta recordaba,
mas
alguien sembrará otras arboledas.
A los olmos de
junto a carreteras
ninguno
les dará más sementeras.
Olmos comunes,
negrillos o menores:
longevos
centenarios fuisteis muchos
y
se cebó la muerte en los mayores.
Y aquellos que
velaban suavemente
la
vida en sencillez de muchos pueblos
tapando
la visión al imprudente,
se fueron para
siempre sin remedio:
descorrió sus cortinas el balcón
y
quedó al descubierto el pueblo en medio.
Quedaba poco en ellos que ocultar,
sino su
historia, su arte y sus leyendas,
y el
sencillo vivir y el trabajar.
Las olmas de los
pueblos mesetarios,
símbolo
de su historia y de su vida,
murieron
en sus propios escenarios.
Sus ramas secas
gritan su protesta
si no plantaron allí otra floresta.
A estos olmos
comunes centenarios
no
los hendió la fuerza de los rayos,
ni
la podre interior de sus almarios;
ni
el torbellino del viento, ni riada,
ni
el fuego, ni las hachas leñadoras,
ni
catástrofe horrísona, ni nada.
Quien mató a
nuestros olmos inclemente,
a
las olmas, olmedas y cepudas,
fue
un hongo microscópico insolente.
Y tanto es el Ophiostoma, que elige
a
un maligno escarabajo Scolytus
que
en olmos hechos sus esporas fije.
Cumple el
escarabajo con su sino
y
siembra las esporas en los olmos:
¡y
es un muerto cada árbol, y asesino!
Olmos y olmedas
mueren sin remedio,
que
unía a los vecinos por su medio.
Dicen que el
hongo maligno está vencido,
que está el escarabajo vacunado,
que al vivero lo tienen proveído.
Dicen que
volverán a sus dominios
el
Ulmus minor y el Ulmus
pumila,
y
nunca se darán más exterminios.
¡Ojalá sea verdad
lo que nos dicen!
¡Que
los olmos conformen los paisajes
de
los pueblos y en ellos se eternicen!
José Luis Rodríguez I.
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