Os voy a contar, señores,
una historia que ocurría
hace muchísimos años,
y hasta en los libros venía
y cantaban los juglares
cuando juglares había.
Mas si ellos la cantaban,
me falta a mí su osadía:
os la contaré sin canto,
aunque sí con melodía.
Pasó en antiguos tiempos en que la morería
por tierras va de España con gran algarabía
haciendo muchas razias, matando a quien
quería,
robando las riquezas del reino que se
hundía.
Del norte los cristianos tal yugo no lo
aguantan,
rebeldes y valientes en guerra se levantan
y en esa vieja España reinos nuevos se
plantan
Es uno el de Castilla, que muy pronto se
ensancha.
En tiempos de los hechos que van a ser
contados
Castilla ya se extiende por campos alejados,
la Ojeda tiene ya sus pueblos habitados
que el rey daba de premio a vasallos probados.
El
rey por sus servicios, cual don de regalía,
da el pueblo de Berzosa a hidalgo de valía
y al nombre de Berzosa, Hidalgos juntaría:
la historia desde entonces nombrarlo así
debía.
Los moros que vivían en tierras castellanas
marcharse no quisieron a tierras africanas:
quedáronse en sus casas entre gentes
cristianas,
los más con sus costumbres y fe mahometanas.
El monte Villavega los moros habitaban,
sus casas y sus cuevas morería formaban.
Mas moros y cristianos familias no mezclaban:
sus leyes y costumbres sus gentes respetaban.
Era otoño, y
ya la escarcha
brillaba de
amanecida,
los días eran
más cortos,
las noches se
engrandecían
y las plantas
de los montes
frutos maduros
tenían.
El hidalgo
berzoseño
un hijo joven
tenía
y salir de
cacería.
Con sus galgos
corredores
a cazar se fue
un buen día.
Cuando ojea la
brecera
que está cerca
de la villa,
una liebre
corredora
de su
escondite salía.
Y los galgos
cazadores
corriendo a
por ella iban.
El hidalgo en
su caballo
siguiendo a
galgos y liebre
por mor de la
cacería.
El caballo en
su galope
bajo un roble
se metía:
la cabeza del
jinete
un gran golpe
recibía
al chocar con
gruesa rama
que de aquel
árbol salía.
Y el caballero
se cae
como bellota
movida,
y su cuerpo
queda inerte
en el suelo, cual sin vida.
una joven mora muy galana.
Plantas, hierbas y bayas
rebuscaba:
con ellas medicinas fabricaba.
El oficio de médico ejercía
con sus gentes que son la
morería.
De pronto oye de galgos los
ladridos,
y teme a los cristianos mal
nacidos.
Un moro solo en monte de
cristianos,
¡qué peligro si llegas a sus
manos!
Si es una mora joven y
agraciada,
¡lo mejor es … en casa y bien
cerrada!
Entre matas agrestes se
ocultaba,
esperando por ver lo que pasaba.
A una liebre dos galgos
persiguiendo
pasan cerca de ella rüido
haciendo.
Un jinete detrás de ellos
galopa,
y la rama de un roble con él
topa.
El golpe en la cabeza recibido
hace que caiga al suelo sin
sentido.
Todo lo ve la joven escondida
y a ver qué pasa espera
estremecida.
Y al darse cuenta de que nadie
viene,
Sale, pues, de
su escondite
y al hidalgo
se aproxima.
Un vistazo es
suficiente
para ver lo
que tenía
Le refresca
con el agua,
le venda la su
cabeza,
le cura las
sus heridas…
Coge después
su caballo
que suelto
está y que la mira,
lo lleva a la
morería,
lo acuesta en
su propia casa
que hace de
enfermería,
le da a beber
un hervido
como mejor
medicina…
Luego, sale y
al caballo
le dice con
voz tranquila:
¾Corre a tu casa, que sepan
que tu amo está con vida,
y que al cristiano una mora
le cuida en la morería.
Un papel con
el mensaje
consigue atar
a la silla.
Una palmada en
la grupa
le da, y así le encamina
hacia su
cuadra en la villa.
Del hidalgo
berzoseño
nada ninguno
sabía.
ansiosa la
madre mira
las sombras
que hace la noche,
y a san
Cristóbal suplica
que de las
sombras oscuras
vuelva su hijo
con vida.
Los criados y sirvientes antorchas
prepararon,
las cogen los vecinos y al campo se
marcharon.
La luna y las estrellas a brillar
comenzaron.
El resto de la noche al hidalgo buscaron.
Las antorchas se apagan, están ya
consumidas,
el alba por oriente anuncia amanecida,
la gente considera que es búsqueda perdida
y vuelven a sus casas con alma dolorida.
No han visto del hidalgo ni mínima señal:
seguro que ha tenido un destino fatal.
La madre llora al hijo, el padre llora
igual,
la casa está muy triste pues falta el
principal.
Cuando la noche ha pasado
y llega la
amanecida,
los dos
galgos corredores
tristes andando
volvían,
y a la
puerta de su cuadra
Alguien lo
ve sudoroso,
rápido le
desensilla
y encuentra
un papel doblado
con unas
letras escritas:
“está con vida el
cristiano
cuidado en la morería,
no se le puede mover
mientras cura sus
heridas”.
Y la madre,
porque es madre,
saber más
cosas querría;
pero el
padre se conforma
con que el
hijo esté con vida.
Lentos los
días se pasan
en una
espera intranquila
y a los
ocho del suceso
un
mensajero venía.
de mi hijo las noticias…
-Su hijo, señor hidalgo,
vivo está en la morería,
que mi ama lo encontró
en el monte ya hace días
más cercano de la muerte
de lo que estaba a la vida.
-Pues iré a por él, que debo
traerlo a casa enseguida…
-No
se le puede mover,
que entonces no
curaría.
Mi señora sabe el arte
de curar cualquier herida.
Y después de varias lunas
el hijo a casa volvía.
Fiesta le hace su gente,
bailes, música, comida:
pero su mente está ida.
-¿Será
el golpe en la cabeza?
¿Será alguna medicina?
Sigue saliendo de caza
al monte todos los días
con sus galgos corredores,
mas vuelve sin cacería.
-¿Qué
le pasa a nuestro hijo
que tiene la mente ida
y no presta ni atención
a las cosas que debía?,
Y la madre respondía:
¾Es
que tiene mal de amores
con mora de morería…
Por el pueblo los rumores
de boca en boca corrían:
¡el hidalgo enamorado
de mujer mora se había!
También los mismos rumores
llegan a la morería.
Y las gentes de ambos pueblos,
y mucho más sus familias,
no comprenden ese amor
que consentir no podrían.
Al cristiano le prohíben
entrar en la morería;
y a la mora la vigilan
por si con él se veía.
Solo en el monte ya pueden
encontrarse, y a escondidas.
-Si
sigues con el cristiano,
Los moros de aquel su pueblo
con este dicho le avisan.
-¿Un
hidalgo y una mora?
¡Pues perderás la hidalguía…!,
con amenaza su padre
muy claro se lo advertía.
Pero el amor es así,
que si le impiden, se obstina.
Y los dos enamorados
siguen viéndose a escondidas
y hacen planes de futuro
donde estén juntas sus vidas.
**********
El sol está tras el monte
y anuncia la anochecida.
Saben los enamorados
que es hora de despedida.
Bajan juntos a la fuente
que en el valle refulgía,
y beben juntos del agua
que mana tan clara y limpia.
un beso de despedida…
Mas el beso nunca llega
porque un traidor asesina
a la mora enamorada
cuando ya se despedían.
Un fanático y celoso
el encargo recibía
de los que siempre se adueñan
de las leyes y la vida:
es la venganza anunciada,
es la justicia islamita.
Días lleva vigilando
y espera ocasión propicia.
Y ahí la tiene esa tarde
cuando sueñan con la vida
esos dos enamorados
El lugar es una fuente
que en el valle refulgía;
es la hora la apropiada,
no es aún la anochecida.
El traidor, como serpiente,
busca distancia precisa.
Está la mora de espaldas
y abrazados ya se habían.
Una flecha volandera
dispara con puntería:
por la espalda se le clava,
por el pecho aparecía;
y el corazón, en el medio,
atravesado sería.
La joven daba un suspiro,
y hasta el suelo se escurría.
qué te pasa, mora mía…?
Una rosa colorada
en su pecho le nacía,
y crece con rapidez
robando rauda su vida.
Tan duro y denso es el aire
que le duele si respira;
apenas le quedan fuerzas,
sus ojos casi no brillan…
Y el joven sobre la hierba
con amor la deposita…
¡Tantas cosas que decirse
les quedaban todavía…!
Solo se pueden decir
con cuánto amor se querían:
ella en silencio lo expresa
con su mirada y sonrisa;
él, con su mano en las suyas,
llora en silencio y la mira…
A borbotones de sangre
**********
Toda la noche el hidalgo
vela a su mora querida.
De la muerte de la joven
pronto corre la noticia
y entre moros y cristianos
pocos y escasos vendrían,
si no fuera porque vienen
algunos de sus familias.
Los moros quieren llevarla
Si la entierran los cristianos,
camposanto no tendría.
Y entonces el berzoseño
esto dice con hombría:
-Enterrarla
en camposanto:
que no es digna me dirían;
mas los moros en el suyo,
tampoco la merecían.
Así que yo lo decido
según lo que ella quería:
una tumba en la brecera,
de frente a la fuente limpia,
de brezos acompañada
y del cierzo protegida,
sin robles que el sol le roben
y de cara al mediodía.
He dicho. Y así se hará
Los que están de acuerdo, callan;
los disconformes, ni pían.
Y cavan profunda fosa
donde el joven se lo indica.
Y cuando el hoyo está hecho,
el hidalgo deposita
el cuerpo de la su amada
con suavidad infinita,
y con ternura le expresa
amorosa despedida.
Las lágrimas por su cara
corren libres y crecidas
mientras tapan aquel hoyo
con la tierra removida.
-Quiero
brezos con raíces
para sembrar por encima…
El brezal le dará flores,
que todos le negarían…
en montón, señalarían
la tumba donde la mora
por siempre descansaría.
Nunca dijeron su nombre
y nunca escrito sería:
solamente fue una mora,
mora de la morería,
de un cristiano enamorada
y que fue correspondida.
Mas la fuente de aquel valle
su nombre simple tendría,
pues el de “FUENTE LA MORA”
por siempre ya llevaría.
(José L. Rodríguez I.)
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