ACARREAR
Acarrear es traer en el carro las mieses a la era. Y si quería el labrador que la trilla estuviera preparada para media mañana, cuando el sol ya había oreado la humedad del rocío, tenía que madrugar, que a veces las tierras sembradas estaban bastante lejos.
Para acarrear
se utilizaba el carro común de la zona, al que se le ponían unos picos,
palos puntiagudos sobresaliendo de los tableros de la caja, con el objetivo de
poder cargar más cantidad. Y para cargar el carro, se pincha el brazado con el horcón
de purrir y se daba los brazados desde el suelo a otro que los
recogía desde el carro y los colocaba de forma que cupiesen más y llegasen
completos a la era. ¡Era un arte cargar bien un carro! Y los brazados, sin
atar, no se deshacían ni se desmoronaban, que resistían cualquier movimiento
del cargador y el del carro en el camino hasta la era. Incluso cuando llegaron
las máquinas segadoras, nunca se ataron en gavillas, sino que iban sueltos y
seguían llamándose brazados. La carga sí que se ataba con un dogal, una cuerda larga y
gruesa, por seguridad y para que no terminase en el tierra, que los caminos no
eran buenos.
A veces algún
carro entornaba, es decir, volcaba, por el motivo que fuese. Pero
había una cosa curiosa, vista desde el hoy: los labradores se fijaban bien en
cómo llegaban a las eras los carros cargados. Algunos llegaban con mucha carga,
bien distribuida y como
pegada: no se les había movido en
el camino. Otros, traían menos de lo que podían haber cargado, quizá por mal
cálculo o miedo a perderlo por el camino. Y otros llegaban daleados, mal
distribuidos, cargados de cualquier forma… “¡Ese
no llega, lo pierde…!, comentaban algunos. A esa carga se la llamaba una “marrana”.
Matrícula de carro |
También puedes ver (hacer clic):
- EN EL RASTROJO : LA SIEGA (I).
- EN EL RASTROJO: LA SIEGA (II).
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