Eso del pedrisco y el estandarte del Sagrado Corazón fue
así. Pero es que en otra ocasión el pueblo, o algunos del pueblo, sacaron la
imagen de la Virgen de la Calle cuando las nubes estaban descargando ya los
granizos sobre el pueblo. Dicen los que lo vieron que los granizos rebotaban
sobre la sagrada imagen, y la gente mirando, rezando y… esperando. Y, sin más,
dejó de granizar, desaparecieron las nubes, se marchó el nublado y la tormenta, se aclaró el cielo y brilló el sol…
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Cuentan que para alejar las tormentas, el mejor remedio era tocar la campana de la ermita de San Lorenzo. Pero esa campana desapareció hace mucho tiempo. Y cuentan también que las campanas de la Iglesia no eran muy buenas para ahuyentar tormentas. Por lo tanto, solo quedaba la de la ermita de la Virgen de la Calle.
Y sucedió que una vez la negra tormenta amenazaba furibunda: truenos, relámpagos, ráfagas de viento… Detrás vendría lo peor: el granizo. Pues gente decidida se puso a tocar la campana de la ermita (de la ermita de la Virgen de la Calle, claro). ¡Imposible! Por más que se hacía fuerza, por más que se la volteaba (nunca se solía voltear esta campana), que no tocaba y que no tocaba… ¡Y no se consiguió que la campana produjese sonidos! Lo que no está claro es si la tormenta aquella se fue o descargó en el pueblo… Solo quedó, eso sí, el recuerdo de que a la campana no se le consiguió sacar ningún sonido.
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Por la zona del Boedo o de la Valdavia hay un Cristo al que se iba en peregrinación a pedir la lluvia cuando se necesitaba. Y, cosa curiosa, la gente que iba en la procesión llevaba ya su paraguas porque sabían -decían, al menos- que a la vuelta siempre llovía...
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Fuente "El Majuelo" |
JLR
"Los Argañales" |
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