
Pero las muelas,
eso era otro cantar. Lo mejor, decían, para calmar el dolor, era emborracharla:
un buchito de coñac o de orujo y retenerlo
en la muela que dolía. Y si no había remedio, lo mejor era atar un hilo por una
punta a la muela que dolía, y el otro extremo atarlo al picaporte o agarradero
de una puerta y, luego, ¡zas!, cerrar de golpe dando un buen portazo: salía la
muela echando lech… Yo lo vi en un amigo: y sí, la muela salir, salió echando…
todo lo que tenía que echar, pero casi se lleva la cabeza a la que estaba
pegada…




Recuerdo un jarabe que yo tomé alguna vez, yo no sé para qué era, ni por qué lo tomaba: era de algo así como derivado de hígado de bacalao. A mí el dichoso jarabe me repugnaba, aunque seguro que era bueno y efectivo. Pues todavía, cuando veo un papel del color del papel aquel que lo envolvía, me viene a la garganta el sabor del dichoso jarabe, y me sigue repugnando.
Puedes ver también:
- REMEDIOS CASEROS (I). "...que un día os vais a matar..."
- REMEDIOS CASEROS (II). Quemaduras, dolor de muelas, catarro...
- REMEDIOS CASEROS (III). Las inyecciones, los oídos, la tripa...
- HIMNO A MICIECES.
- ESCUDO DE MICIECES.
Otras historias en CONTENIDOS: Historias de Micieces.
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