sábado, 3 de enero de 2015

Historias de Micieces de Ojeda: REMEDIOS CASEROS (V). Los males psicológicos.






REMEDIOS CASEROS (V): Los males psicológicos.
(JLR)


Los males psicológicos es otro cantar con su propia partitura. En un pueblo todos nos conocemos. Y todo el mundo sabe quién es el tonto del pueblo, y como a tal se le suele respetar. Y todo el mundo sabe quién es de esta forma y quién es de la otra. ¿Ir al psicólogo o al psiquiatra? Eso son males modernos que en tiempos pasados no tenían tanta importancia, a no ser en casos extremos. Por otra parte, el psicólogo, casi siempre era la psicóloga, estaba en casa.

Recuerdo a la madre de una niña, modosita la niña aunque un tanto nerviosa, que me dejó pasmado, y eso que yo llevaba ya muchos años de maestro. Hablando de los problemas de los niños me sale con esta frase, dicho en serio y convencida:


-Pues yo, cuando la niña tiene un comportamiento malo, la llamo y le digo: “Vamos al psicólogo”. Y en un momento queda arreglado todo.
Y ante mi pasmo, explicó:
-Sí, hombre, sí. Le digo a la niña: “Ven aquí”. Y cojo la alpargata y añado: “O te arreglas por las buenas y te comportas, o te doy…”. Y santo remedio: no necesito ni siquiera darle

Y es que un buen cachete, un azote en salva-sea-la-parte, que ahí no rompe huesos, dado a tiempo y con justicia, cura muchos males. No hablo de palizas, sino de otra cosa. Claro, decir esto hoy, no es políticamente correcto. ¡Demos gracias a los pedagogos! Los niños de entonces, como los de ahora, como los de siempre, hemos sido muy psicólogos. Cuando la madre nos daba un azote, un cachete, un algo…, sabíamos que había que llorar. Es que si no, ¿qué iba a pensar la madre…? Pues eso, que no nos había dado lo suficiente, y nos daba más. Así que ella cumplía con su obligación de madre y quedaba satisfecha porque ya nos había dado un castigo suficiente, y nosotros comprendíamos que así tenía que ser: cada cual en su papel… Además, en nuestros tiempos pasados, como en muchos casos en la actualidad, la labor educativa sobre los niños dependía de la madre. El padre estaba ahí, por encima…, y siempre era mejor que no interviniese, y la madre siempre nos amenazaba con que se lo iba a decir al padre… Sin haber estudiado pedagogía, ni psicología, ni esas cosas de la universidad, tanto los padres como los niños sabíamos cuál era nuestro papel en el teatro de la vida. Y solíamos cumplirlo. Y no nos dejaron tantos traumas como dicen ahora que marcan a los niños desde la infancia…  







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