martes, 16 de diciembre de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: REMEDIOS CASEROS (II). Quemaduras, dolor de muelas, catarro...




REMEDIOS CASEROS (II)
(JLR)

Había gentes más curanderas que otras. Una vez a mi hermana se le cayó encima un puchero de agua hirviendo: que si sentaban en el banco de la cocina, que si corrían, que si jugaban…, el puchero que estaba al fuego en la hornacha recibió una patada y su agua hirviendo voló y terminó escaldando su pie y su pierna. Remedio casero le puso mi madre. Pero aquello no dejaba de ampollarse. ¿Solución? La señora Florentina la tiene. Y a ella acudimos. Le untó toda la zona quemada con una crema de su invención y, ¡santo remedio!, se le curó en poco tiempo y no le quedó ni la señal. ¿Qué le echó? Eso siempre fue un secreto. Tiempo muy acá, es decir, hace poco, vino al pueblo uno de esos que se dedican a recoger de las gentes los antiguos remedios y medicinas populares. Nos reunimos unos cuantos a charlar con él y contarle cosas sucedidas aquí en el pueblo. Yo dije algo de los remedios de la señora Florentina, pero sin saber en qué consistían, sino solo los buenos resultados que daban. Dos hijos de ella había en la reunión, pero, con muy buena lógica, no desvelaron los componentes secretos. La señora Florentina tenía una cierta fama de curandera.

Uno de los males que todos los inviernos nos visitaba era el de los sabañones. Para algunos de los niños era un auténtico martirio. Yo creo que les salían sabañones a principio del frío y no se les quitaban hasta final de la primavera. Y no solo era en los dedos de las manos o de los pies, era por toda parte del cuerpo que quedaba al contacto del aire frío y de la humedad exteriores. Había algunos potingues caseros, pero no todo lo eficaces que desearíamos. Años más tarde, y siendo niños o adolescentes todavía, se compraba en la farmacia algún tipo de pomada, que algo hacía. Pero había alguno y alguna más predispuestos a los sabañones que, pobrecitos, lo que sufrían.
A pesar de tanto como jugábamos, de tantos sitios donde no debíamos meternos y nos metíamos, a pesar de tantos posibles peligros que corríamos los chiguitos del pueblo, no recuerdo que haya habido en mis tiempos, sí en algunos anteriores, accidentes graves, mortales, ni siquiera roturas de brazos o piernas… Descalabros, heridas varias, trompazos, peleas…, y otras que podríamos decir que entraban en el gaje de ser niños, no eran infrecuentes. Y todo eso se curaba con los remedios caseros. Más nos valía, porque si no…: el hospital más cercano estaba en Palencia, y no había teléfono, ni ambulancias, ni coche… ¡Si es que los ángeles de la guarda hacían horas extra!

Nuez de tres costuras.
Los catarros, constipados, resfriados, pulmonías, fiebres… no eran infrecuentes. Y dolores de oídos, de muelas, de cabeza… todos los hemos pasado. Para cierto tipo de dolores había remedios auténticamente mágicos. 

Hayucos.
Una nuez de tres costuras curaba el dolor de muelas simplemente con meterla en el bolso y tenerla en él el tiempo que fuese necesario.


 El hayuco, con el sabor tan bueno que tenía (seguro que todavía lo tiene, aunque ya no se encuentra en las ferias ni mercados cercanos), decían que producía dolor de cabeza.



El hipo se curaba dando media vuelta (o vuelta entera) a la parte del jersey que cubre la muñeca. (¡Cierto, compruébalo!). Yo vi de niño a un curandero (?) que le recetaba a mi abuela una botella de agua (no sé si del cántaro de la fuente nuestra o de otra especial…), pero lo especial y llamativo era que la tenía que tener en la mesilla de noche, sin necesidad de beberla… (Mi abuela de esa salió y se levantó, pero tiempo después murió de la enfermedad que siempre tuvo). 






También puedes ver:
- REMEDIOS CASEROS (I). "...que un día os vais a matar..."
- Otras historias en CONTENIDOS.

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