Hay una historia muy curiosa, no sé si original de este
pueblo o común a muchos. Yo era monaguillo, lo vi y creo que hasta me uní al
coro del pueblo. Y no me pareció blasfema ni nada: simplemente era una oración
de la gente de pueblo inventada sobre la marcha, y que no aparece en los libros
de la liturgia romana.
Pues es el caso que en una de aquellas procesiones de
rogativas para pedir la lluvia y el favor del cielo para los campos, el cura
iba delante invocando continuamente a Dios con ritmo y letra de letanía
litúrgica, y la gente, más o menos atenta, contestaba siempre siguiendo el
mismo ritmo y entonación litánicos (con el tono de las letanías):
- Santa María,
- Ora pro nobis.
- San…
- Ora pro nobis…
Después de un rato andando, rezando y cantando, tomaba la dirección de la letanía el sacristán. Ese día, a media letanía, hizo una petición que yo no había oído nunca:
- Santa María,
- Ora pro nobis.
- San…
- Ora pro nobis…
Después de un rato andando, rezando y cantando, tomaba la dirección de la letanía el sacristán. Ese día, a media letanía, hizo una petición que yo no había oído nunca:
- ¡Ojalá llueva pronto…!
- Ora pro n…
Solo algunos despistados terminaron la respuesta. El sacristán repitió:
-¡Ojalá llueva pronto…!
- Ora pro nobis…
Y seguía repitiendo la misma invocación. Pero al común de la gente no le cuadraba la contestación, vamos, que el “ora pro nobis” no le pegaba con la petición. Así que alguien, en un momento determinado, cantó la respuesta por encima del coro, casi con voz de enfado:
- Ora pro n…
Solo algunos despistados terminaron la respuesta. El sacristán repitió:
-¡Ojalá llueva pronto…!
- Ora pro nobis…
Y seguía repitiendo la misma invocación. Pero al común de la gente no le cuadraba la contestación, vamos, que el “ora pro nobis” no le pegaba con la petición. Así que alguien, en un momento determinado, cantó la respuesta por encima del coro, casi con voz de enfado:
‒¡Ojalá, coño,
ojalá!
Quien dirigía la letanía
repitió la invocación:
‒¡Ojalá llueva
pronto…!
Y algunos de los hombres, quizá de los mozos, volvieron a
contestar:
‒¡Ojalá, coño,
ojalá…!
El que dirigía dudó, pero enseguida se animó y siguió con
la misma invocación. Y el pueblo haciendo de coro contestaba: –¡Ojalá, coño, ojalá…! ¡Y en cada
respuesta el número de voces corales aumentaba… Y así durante un breve rato,
que pareció eterno, y un pequeño trozo del camino, que pareció larguísimo. Yo
creo que el cura hizo un gesto al sacristán, y este, a media invocación,
enmudeció:
Todos quedaron en silencio, mirándose unos a otros…, y a
nadie. Alguien no supo mantener la solemnidad y soltó una carcajada… Y todos
soltaron su nerviosismo en sonora risa… Incluso el cura y las autoridades… A lo
más que llegó el alcalde fue a decir con un leve vaivén de cabeza:
‒¡Esta juventud de
hoy…, es que siempre tienen que hacer alguna…!
No sé que habrían hecho esa vez los jóvenes…
Supongo que seguimos con el rito de la procesión y de las
rogativas, que de eso ya no me acuerdo. Tampoco sé si llovió como fruto de
aquella oración o no, pero si yo llego a ser Dios en aquel momento, hubiese
echado una tremenda carcajada y hubiera deshecho en lluvia todas las nubes
habidas y por haber…
Como todavía no hay un
invento válido para producir lluvia, cuando la pertinaz nos ataque,
tendremos que hacer una rogativa bien hecha:
‒¡Ojalá llueva
pronto!
‒¡Ojalá, coño…,
ojalá!
Pero si empieza a llover…, pues a sacar el
paraguas. Pero yo no tengo la culpa: la lluvia siempre viene “de arriba”.
(JLR)
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