sábado, 9 de mayo de 2020

Micieces de Ojeda. DORMIR EN LA ERA (1ª parte). NOCHE TRANQUILA.























–Yayo, ¿estamos llegando a Tu-cieces”…?
–¡A  Micieces…!
–Eso digo, a “Tu-cieces”, ¿o es nuestro también?
–Pues claro: si es mío, es vuestro también.
–Pues cuéntanos algo de “Nuestro-cieces”…
–Vale, os lo contaré. Pero tenéis que llamar al pueblo “Micieces”, que ese es su nombre.
Y el abuelo sonríe a sus nietas, deja perdida su mirada en el campo que va pasando por las ventanillas del coche y empieza a contar…


DORMIR EN LA ERA (1ª parte)


NOCHE TRANQUILA

Estas tierras cultivadas,
aunque las veas sembradas,
en un tiempo que pasó
fueron las eras del pueblo.
En el verano la vida
tan laboriosa  y sufrida
el pueblo aquí la vivió.

En invierno eran las eras
solitarias parameras
esperando siempre al sol.
Luego, crecía la hierba.
A su tiempo se segaba
y su suelo se asentaba
y asumía el nuevo rol.

Siendo chiguito solía
en verano si quería
a la de mi abuelo ir.
Cual agostero hacendoso
a veces hasta trillaba,
o hacía que trabajaba:
era un juego para mí.

Y al remanso me ponía
cuando el cierzo nos traía
el frío y olor  a mar.
O me marchaba  a mi  casa,
después de haber merendado
y haber la parva aparvado,
tan contento  a descansar.

Es que en mi pueblo el verano
en el entonces lejano
era duro de aguantar.
¡Cómo han cambiado los tiempos!
En el campo era la vida
y estaba siempre absorbida
por la labor estival.

El grano, una vez beldado,
limpio ya y bien acribado,
ya se podía guardar.
Y cuando no daba tiempo,
en sacos almacenado
o en parvero amontonado
debía en la era esperar.

Decían que por la noche
alguno hacía desmoche
de los sacos y el montón.
Y no era el hombre del saco,
mas en un saco robaba
si el dueño no vigilaba
al noctámbulo  ladrón.

Mis tíos Julio y Mariano
una noche del verano
me llevan a vigilar.
Era una noche estrellada,
la luna no había salido,
no se oía ningún ruido,
solo al mochuelo ulular.

Sobre la hierba tumbados,
mirábamos  encantados
las estrellas titilar.
Era un cielo tan bonito…
Cual papel agujereado
era el cielo traspasado
por una luz desde atrás.

Entre las más rutilantes
de las estrellas brillantes,
vimos la Estrella Polar.
Hay un sendero lechoso
que recorre todo el cielo
y refleja al que en el suelo
a Santiago ha de llegar.

Estuvimos mucho rato
acechando como gato
por ver la estrella fugaz.
Con todo el cielo estrellado,
no llegó la esaboría,
o yo ninguna  veía.
Y me entró el sueño tenaz.

Pues a la cama nos fuimos,
entre mantas nos metimos
y empezamos a dormir.
Al remanso del pajero,
hicimos colchón de paja
con cueva en su parte baja
para el relente eludir.

Yo me dormí en un momento.
Mi sentido y sentimiento
no extrañaron el lugar.
Y mis tíos se turnaban
vigilando si el del saco
era de verdad un caco
que nos quería robar.

         o o O o o

(Continuará. Próxima entrada: "El... ¿ladrón?".)



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