LA CASETA DEL "TIO" PEPÍN
UTILIDAD DE LAS CASETAS
Está
claro que la caseta de la era cumplía, no pocas veces, otra misión: refugio y
protección contra el frío, la lluvia, el mal tiempo… o el mucho calor y sol. O
para tener un poco más de comodidad, intimidad y descanso a la hora de comer o
merendar. Incluso en alguna había mesa y sillas tipo camping. Cuando en la
familia había niños pequeños, con mucha mayor razón. ¿Y si no había caseta en
una era? La necesidad aguza el ingenio: al remanso de un pajero, del bálago amontonado,
del carro, cargado o no, de un trillo levantado y sostenido por las horcas o maderos…

Tendríamos que
hacer mención especial a la caseta del señor Pepín, siempre llamada “caseta de Pepín” (o del tio Pepín: tio debe llevar el acento
tónico en la o (pronunciado "tió"), y no es insulto, sino todo lo contrario: equivale a “señor”,
pero con más familiaridad. Es el habla del pueblo). Está situada al final del
valle de Palayerro, en el cruce del camino del Indiviso con la cañada o camino
a la Lama. Cumple las características de caseta de era, pero está solitaria porque
su era correspondiente está también
solitaria. Tiene, además una pequeña cocina de leña, y está más acomodada que
el resto para hacer vida en ella: le era más necesario al estar tan alejada del
pueblo. Y todavía se mantiene en pie y arreglada.
Así
eran de sencillas las casetas de las eras. Y cumplían la misión para la que
fueron construidas: guardar los instrumentos, aperos, herramientas y maquinaria
que se utilizaban en la trilla.


Allí estaban
los trillos, en pie, apoyados en las paredes y entre sí. Las horcas, garias,
garios, bieldos, palas de madera, rastros, cribas con la malla de cuero y las de
tela metálica…, colgaban de las paredes, o de las vigas largueras que van de
pared a pared, o de los machones del techo. Las escobas de brezo también se colgaban
para que no se estropeasen. Las varas de arrear a los animales pendían de algún
gancho. La aparvadora (= parva, en el
habla popular) estaba desarmada y
recogida para que ocupase el menor espacio posible. Y los tiros de los trillos,
y sus asientos o tajos, y las latas recogedoras de deposiciones de los
animales. Y algún que otro yugo. Y hasta algún dalle, colodra e instrumento de
picarlo…


Cuando llegaron
las máquinas beldadoras y las segadoras, algunos les hicieron sitio en las
mismas casetas.
¿Hasta cuándo llegaron las casetas? Algo más que las
mismas eras, que resistieron las primeras maquinarias: segadoras y beldadoras. Estas
máquinas no anulaban el trabajo en la era. Llegó después la trilladora, allá
por la década de los sesenta. Incluso alguno metió su trilladora en su caseta. Claro, la
tuvo que liberar de otros instrumentos, aperos y máquinas que ya no necesitaba
y tuvo que agrandar la puerta….
Hubo más trilladoras en el pueblo, pero no cabían en
la caseta respectiva. Y la faena del trillado fue modernizándose y pasando a la
trilladora. Empezaba
a ser el fin de las bucólicas casetas y de las no menos bucólicas eras, porque
los tiempos iban cambiando a un ritmo muy acelerado Y llegó la cosechadora: eso fue el acabose de la era,
de su función y de su razón de ser. Y con el fin de las eras, el de las
casetas.
También puedes ver:
- EN EL RASTROJO: LA SIEGA (I).