jueves, 26 de agosto de 2021

Micieces de Ojeda. LAS CASETAS DE LAS ERAS (I): ¿CUÁNTAS Y CÓMO ERAN?






CUÁNTAS Y CÓMO ERAN LAS CASETAS 

Las eras miciecenses estaban claramente divididas en cuatro sectores por las líneas de la carretera Villavega-Payo y la del desvío a Mccs-huerta del Sr. Onofre, que forman una cruz. Y en esos cuatro ángulos de esa cruz estaban las eras. La carretera, desde luego, era la línea divisoria principal: al norte, las eras de arriba; al sur, las de abajo.

La Micipedia oral cuenta que las eras de arriba siempre estuvieron ahí. Aunque no siempre las mismas en número y en tamaño y forma: se fueron añadiendo según las compras, las trasmisiones hereditarias y las necesidades y avatares de las familias. Igualmente sucedió en las de la zona de abajo.

La "caseta Pepín"

Hasta esos últimos tiempos de las eras, había en ellas 16 casetas (la única que está fuera de esta zona es la del tió Pepín), cada  una edificada por el dueño de su era donde y como mejor le convenía. Podríamos definir la caseta como construcción de una única sala, rectangular, de solo el piso bajo y cuyo 
habitáculo estaba cubierto directamente por el tejado a teja vana, con teja árabe, a canal  y cobija, y a dos aguas.



Los cimientos eran muy someros: solo iban a sostener una altura y el tejado. Y se hacían a base de piedras y cantos rodados, sacados de las mismas tierras de labranza, o del río y arroyos. En algunos casos simplemente asomaban dos palmos del nivel del suelo; en otros podría llegar a un metro sobre ese nivel. Y las piedras estaban trabadas con mortero, algunas veces, y casi siempre con barro arcilloso.



Las paredes de todas las casetas eran de adobe, forma clásica de construir en Micieces. Aquí no hay canteras ni montañas de piedra, pero sí buena arcilla, y tierra buena para adobe. En los últimos tiempos de las eras, ya se empleó en algunas casetas el ladrillo, el mortero y el cemento, no para construir nuevas casetas, sino para modificar o arreglar las antiguas. Las paredes tenían el ancho de lo largo de un adobe. El adobe siempre es el doble de largo que de ancho: así en la pared las hileras se solían alternar en doble adobe en la dirección de la pared, –hilada a soga, la parte más larga a la vista, exterior a la pared– y en vertical con esa línea en la siguiente hilera –hilada a tizón, la parte corta a la vista, al exterior de la pared–. Algunas paredes eran de un adobe en vertical a la línea direccional de la pared, es decir, toda a tizón. La masa que pegaba los adobes era barro arcilloso. Las paredes solían estar lucidas por fuera    –en el habla de la zona diríamos trulladas– con barro arcilloso y paja, similar al de los adobes: era para protegerlas de la lluvia. Algunas de las casetas estaban encaladas, no todas ni la mayoría. Por dentro no hacía falta ni trullarlas ni encalarlas: cumplían su misión con el adobe cara vista. Solo había alguna caseta, más curioseada, lucida y encalada, como con pretensión de que fuera un poco prolongación de la casa, puesto que en la era se hacía mucha vida en el verano.

Cada caseta está orientada a favor de la era, no de la lluvia o del viento. Y todas son de planta rectangular. Tienen una sola puerta, casi en todas bastante amplia, en el lado que da a la era. Y una ventana, casi con categoría de ventanuco, enrejada muy sencillamente y orientada según conveniencia de la era. El suelo es de tierra arcillosa apisonada.





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