Rodezno
Piedra de molino
Molino de Arriba
Y era también el lugar
de lavar. En Micieces nunca hubo lavadero público: teníamos el río. Y unas
hermosas praderas, arriba y abajo del pueblo, para tender la ropa a secar. El
agua se remansaba en un tojo, charca o balsa, sin perder su corriente para que
pudiese llevar lo sucio y el jabón, y cada una que iba a lavar se llevaba su
lavadero (madera preparada para lavar en ella), y si no, sobre las piedras.
Recuerdo que algún
invierno se helaba. Todos, las orillas y un poco más. Pero alguno que fue más
duro, se heló todo enterito, como en las películas del norte europeo. Había que
dar de beber a los animales y se solucionaba rompiendo el hielo con un hacha o con
un hacho (en el habla del lugar: pico con uno de los extremos
en corte de hacha).
Era muy cangrejero, hasta que llegó la enfermedad y terminó con todos. Camilo José Cela habla del Burejo como río truchero. Muy poco. El de Micieces lo es menos. Casi solo se ven las que suelen subir del Pisuerga. Su caudal y, sobre todo, su estiaje, no permiten que se multipliquen en su cauce. Lo que sí había eran peces (peces… de peces, sin más), y algunos barbos, pero no grandes. Alguna vez que Payo regaba durante más de un día y en el Valle también se regaba, el cauce quedaba seco y se aprovechaba para coger los peces, cangrejos y todo lo que quedase sin agua. Los mozos mayores en cierta ocasión agotaron el pozo León a base de herradas y un motor, y eso que manaba. ¡Y cogieron más de una herrada de pesca…
Es en el río actual. A la altura del paso hacia San Lorenzo. (Aquí el agua aún está limpia y transparente. 2013) |
JLR-Pepe
(Continuará)
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