Los ingenieros y
técnicos que hicieron la concentración parcelaria se llevaron una sorpresa.
Para ellos tanto los arroyos de este
campo miciecense, como sus dos ríos, no eran sino arroyuelos poco significativos en cuanto al caudal que
podían llevar. La primera, o segunda, o tercera… tormenta les dio una lección,
que, por otra parte, los del lugar ya sabían: se llevó los tubos puestos para
ser puente de algunos caminos. Y es que el río nuestro es muy morigerado,
humilde y sencillo, y en este aspecto de riadas no suele alterarse mucho. Pero
cuando se le hinchan las narices y dice aquí estoy yo, se lleva lo que pilla
con una fuerza increíble. Yo no le he visto nunca subir hasta el pueblo, pero
casi-casi. Es que su cuenca es muy amplia. Y enseguida se nota que ha llovido
por allá arriba: el agua baja roja por la arcilla de las tierras.
El río Micieces desde el paso de San Lorenzo hacia las Adoberas. (A la izquierda, en dirección al Río Viejo. A la derecha hacia el pueblo)
El río Micieces desde el paso de San Lorenzo hacia las Adoberas. (A la izquierda, en dirección al Río Viejo. A la derecha hacia el pueblo)
Además de hacer un nuevo trazado al río, no todo él sino por muchas zonas de su recorrido, esos ingenieros y técnicos limpiaron el cauce y lo rehicieron. Y de tal modo limpiaron el río que el pobre quedó desconocido y arrugado, como oveja recién esquilada: arrasaron con toda la vegetación de sus orillas. Antiguamente (y no tan antiguamente) no se veía el pueblo, las casas, de Micieces hasta que estabas dentro de él: el arbolado lo rodeaba por todas partes. Primero llegó la plaga de los olmos que secó todas las olmedas y cepudas que había en el alrededor. Después llegó la concentración parcelaria que, en favor de la agricultura, eliminó todo el arbolado, las linderas, los setos, rehízo arroyos, trazó nuevos límites a las tierras… y las de labranza quedaron libres de todo para mejor ser labradas. ¡Y el pueblo quedó al descubierto! Pero el río va saliendo por sus fueros y ya tiene en sus riberas arbolado suficiente como para señalarlo desde lejos. Aparte de los plantíos que se han ido sembrando.
La alcantarilla. |
Invierno |
Verano |
Además de esos puentes
del río, había, y sigue habiendo, otros en el cuérnago: uno, después del molino
de abajo dando paso al río y a las pradera de abajo. Siempre lo conocí de
cemento (creo que lo hizo el dueño de la casa que hace esquina con él). El otro
estaba en la esquina de la Pesquera y daba paso a las praderas de arriba: fue
de dos o tres maderos hasta que el dueño de la casa de enfrente lo hizo de
cemento. Ahora hay otro de cemento inmediatamente después del molino de arriba
para pasar coches y tractores hacia la
zona deportiva y parque de arriba, en el camino de San Lorenzo.
Aquellos puentes de
madera (eran simples maderos que hacían de pasarelas, aunque siempre los
llamábamos puentes) desaparecieron. Pero el de la carretera, el de siempre para los que somos de más acá
en el tiempo y no conocimos el otro, sigue resistiendo, con sus arreglos, sus
abolladuras debidas al paso sobre él de las grandes máquinas, y sigue siendo un
bonito mirador para ver las crecidas y las bajadas de agua, los peces y las
truchas, los enclaraguas y el reflejo de la vegetación en el agua embalsada… Y
todavía las barandillas del puente se menean cuando
paso… Debe de ser porque son viejas ya… ¿O será por mis años y por mi peso…?
El río y el cuérnago.
JLR- Pepe
Y cuando no hay puente...
El río y el cuérnago.
Al pasar el puente... (entrada a Micieces)
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