TOQUE DE VIÁTICO
Cuando
alguien estaba enfermo, ya con previsión de muerte próxima, se llamaba al cura
para prepararle a bien morir. Y le llevaba el viático, la última comunión. Que
no tenía por qué ser matemáticamente la última, sino una de las más próximas a
su muerte. Y cuando se llevaba el viático, se tocaba la campanilla de la ermita
para avisar a todo el pueblo que aquel enfermo se estaba preparando para el
viaje a la eternidad. Viático significa comida para el camino. Esto no era
chismorreo, ni dar de qué hablar, ni ninguna otra cosa que pudiera
interpretarse de mala forma. Esto conllevaba una teología mucho más profunda:
el moribundo, o moribunda, había formado parte de la iglesia y era, por lo
tanto, miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Lo lógico era que todos los
fieles, sobre todo sus vecinos, que habían compartido su fe en Dios y su vida
de cristiano, supiesen que estaba en el trance decisivo y rezasen por él. Y le
acompañasen, incluso con su presencia física, en esos momentos.
Y se organizaba
una pequeña procesión acompañando al Santísimo que iba, en manos del sacerdote,
desde la ermita hasta la casa de enfermo. En esa procesión que se organizaba al
momento, los monaguillos tocaban una pequeña campanilla, la de la misa; personas
mayores llevaban unos faroles encendidos; las gentes se paraban en la calle y
dejaban lo que estaban haciendo; algunos se ponían de rodillas, se descubrían
la cabeza, miraban con respeto y otros se unían a la procesión, si sus labores
se lo permitían. Y la campanilla de la espadaña seguía tocando, y la campanilla
de los monaguillos seguía avisando de que quien iba por la calle era el Señor,
Cristo en la Eucaristía como viático para aquel vecino moribundo. En muchos
pueblos había hermandades o cofradías encargadas de dar solemnidad al viático.
En Micieces, si no cofradía, sí había vecinos siempre dispuestos a acompañar
procesionalmente al sacerdote cuando llevaba el viático. Hoy diría algún
pastoralista que la iglesia que peregrina en ese pueblo, en esa comunidad
cristiana del pueblo, se unía, rezaba y acompañaba al hermano que emprendía el
gran viaje hacia la eternidad.
Todo esto se ha perdido, incluso
aquellos faroles, que eran más grandes que los que usábamos en las
casas, han desaparecido por inútiles ya. Y el viático, cuando se lleva, se hace
de forma privada. La profundidad de la teología ya no llega al pueblo fiel.
(JLR)
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- TOQUE A HUEBRA Y TOQUE A REBATO.
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- TOQUE DE PROCESIÓN.
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