domingo, 26 de octubre de 2025

Micieces de Ojeda. EL ABEJO (II). Su muerte.

 






EL ABEJO (II). Su muerte.

 

 

Virgen Santa de la Calle,

amparo de pecadores

y Patrona de Micieces,

ilumina estos renglones…

 

Era el romance de un ciego

que monocorde decía

y que en pliegos de cordel

por los pueblos revendía.

Y la muerte del Abejo,

bandolero de valía,

desgranaba en los sus versos

mientras la gente atendía.

Venía de la montaña,

bajaba por la campiña,

recorría los contornos

sin límites ni cortapisas.

Era un héroe para gentes

que no lucían divisas,

pero tenía enemigos

entre la gente más rica.

Un héroe de romancero

y que en romances salía

cantado por voces llanas,

odiado por jerarquías,

admirado por las féminas

por la noche y por el día:

una novia en cada pueblo

se dice que bien tenía

esperando en la ventana

por ver si Abejo venía.

 

Guardia civil caminera

vigilaba cada día

los caminos y las trochas

como en una cacería:

si al bandolero apresaban,

pronto libre se les iba

por autoridad mayor

o por personal huida.

 

Sucedió en aquella tarde,

casi ya de anochecida:

entraba Abejo en Micieces

luciendo su gallardía,

jinete, buen caballero,

en una yegua muy fina.

Se aproxima a una ventana

que rápidamente abrían,

descabalga de su yegua

y a su reja se aproxima:

un beso el silencio rompe

y un “creí que no venías”,

un “¿cómo no? Si te quiero

y has de ser esposa mía…”

La anochecida es veloz,

la calle está oscurecida,

media luz, medio farol

ha dado vuelta a la esquina:

‒Ten cuidado, que tricornios

han estado aquí estos días…

Entre dos nubes oscuras

la luna aparece y brilla.

‒He de irme, que la noche

es traicionera y maligna…

Y, jinete ya en su yegua,

se agacha de despedida.

Un trueno bien repetido

resuena desde una esquina:

la pareja de la guardia

echa el alto y grita, grita,

y el jinete pica espuelas

y se marcha de estampida:

calle mayor, hacia el monte,

hacia el Cucuruto se iba.

La mano lleva a su pecho

y mojada la retira:

sabía que los disparos

le hicieron sangrante herida.

Encogido va en la yegua,

no sube la cuesta pindia:

en la cárcava se oculta

y espera la luz del día.

Y la guardia caminera

le persigue sin más prisa

y muchísimo cuidado

por si no se debilita.

En la cárcava ya entrado,

con el Cucuruto arriba,

descabalga de la yegua

y la espanta a toda prisa,

se encoge sobre sí mismo

y poco a poco se adormila…

 

A la mañana siguiente,

en horas de amanecida,

la yegua va a la ventana

y con el belfo la agita.

Alguien se mueve por dentro,

y, abierta, mucho se admira:

comprende lo que ha pasado,

y sigue a la yegua guía.

Cárcava del Cucuruto,

una figura tendida,

sangre que ya está seca,

cuerpo que ya está sin vida.

¡El Abejo ya está muerto

desde aquella anochecida!

Guarda civil caminera

hace guardia por si el día

atrae a gentes del pueblo

y forman algarabía.

Y vino gente del pueblo

y en silencio lo veía,

y de ojos femeninos

lágrimas tristes salían.


                                            José Luis Rodríguez Ibáñez.






Puedes ver también:

- ROMANCE DE "EL ABEJO" (I). El nombre.

- EL CUCURUTO.

- ROMANCE DE "EL CARIÑOSO".

- ROMANCE DE "EL PEÑARRONDO".


Y más sobre Micieces en:

- CONTENIDOS.








lunes, 13 de octubre de 2025

Micieces de Ojeda. EL ABEJO (I). El nombre.





EL ABEJO


           Las comarcas de La Ojeda, El Boedo, La Valdavia… no fueron tierra de bandoleros y, mucho menos, de bandidos. Pero por ellas sí pasaron algunos que dejaron su recuerdo en la memoria de las gentes: El Cariñoso, El Peñarrondo, El Abejo…Y en las noches de invierno, al calor de la churaca, se contaban y cantaban los romances con sus historias y aventuras, muchas veces, corregidas y aumentadas.

           Estas historias fueron pasando de una generación a otra en forma oral, en los pliegos de cordel o en los romances de ciego que se vendían por todos los pueblos.

         Aquí está la historia de El Abejo. ¿Cuándo sucedió? ¿Es verdad lo que se cuenta de él? Pues… quien lo cuenta y quien lo escribió no lo dice.




EL  ABEJO  recorría

caminos de bandolero, 

                                               muchas veces perseguido,

otras de simple paseo.

Buena estampa, bien curtido,

a caballo caballero,

educado, trato fino,

y tenía en cada pueblo

cuasi novia declarada

más otras sin él saberlo.

Era todo un personaje

y todo un buen bandolero…

al que acompaña la fama

                                               de héroe de romancero

que, además, ayuda al pobre

quitando al rico el dinero.

Pues esa fama tenía

al que llamaron Abejo. 

Era un nortepalentino

sin saber cuál es su pueblo,

y bajaba hasta la Ojeda,

la Valdavia y el Boedo,

y a veces iba a otras zonas

sin definir, y muy lejos.

Guardia civil caminera

                quería cogerle preso

y siempre se les fugaba

en el último momento.

En cada pueblo se cuentan

aventuras del Abejo,

disparatadas algunas,

las otras de romancero.

Desde tiempo inmemorial

están en los cancioneros

circulando sin censura

entre las gentes de pueblo

como pliegos de cordel

o cantadas por los ciegos.


Pocos sabían su nombre

ni de bautismo ni censo,

pero sabían porqué

le llamaban El Abejo.

Era en tierras de Micieces

y venía de muy lejos,

bajaba por la Tejera,

pues venía del Boedo,

por el camino que dicen

del valle de Palayerro,

con las alforjas bien llenas

montado en caballo negro.


La pareja de tricornios:

¡Date preso, bandolero!

le gritan desaforados

y amenazan abrir fuego.

Y entre robles y carrascas

desaparece al momento,

y en un colmenar se meten

jinete y caballo negro.

Dicen que el tio Zacarías

fue su dueño en otro tiempo.

En el terreno delante

de los hornillos mieleros,

hay colgando de una rama

una enjambre cual frutero:

echando están las enjambres,

porque de echar es el tiempo.

                                              Son pacientes los dos guardias,

y él se impacienta primero,

y se decide entregar

para salir del aprieto.

Mas ha cogido un escriño

y en él enjambra con tiento

esa enjambre que esperaba

de su reina el movimiento.

Sin bajarse del caballo,

con signos de rendimiento,

se acerca a los del tricornio

y les ofrece su cesto

sin ellos tener sospecha

                                               de lo que lleva por dentro.

Quita la tapa al escriño,

lo agita con dos tanteos

y de golpe lo vacía

                                               en los guardias camineros:

con gritos y maldiciones,

con carreras y aspavientos

quieren aquellos dos guardias

ahuyentar a los insectos…

                                              Y cuando ya se dan cuenta,

picados sus ambos cuerpos,

el jinete se ha esfumado

picando espuelas al negro.

Baja al valle y al galope

rodea al monte Isarnedo

y, cual si del Indiviso,

entra triunfante en el pueblo.

Y en la cantina se mete

saludando y sonriendo.

 

Mucho más tarde llegaron

los dos guardias camineros

buscando un poco de ayuda

para aliviar sus tormentos.

Con las sonrisas burlonas

y a la autoridad respeto,

escuchan a los tricornios

y curan sus picoteos…

Mientras tanto ya está lejos

aquel dicho bandolero.

Se divulgó la noticia

y se comentó el suceso,

pasó a pliegos de cordel

y lo cantaron los ciegos…

Desde entonces para siempre

el bandolero es Abejo.

 

Creció su renombre y fama

en las gentes de los pueblos:

decían que desde joven

fue un honrado bandolero

de los que al rico robaba

y daba al pobre el dinero.

Y si alguna mala acción

cometía por exceso,

es que impartía justicia,

la justicia de El Abejo.

Y en cada pueblo tenía

una novia por lo menos,

y las gentes más sencillas,

cantaban su romancero.

Si la guardia caminera

se lo llevaba bien preso,

pronto por fas o por nefas

estaba de nuevo suelto.

 

Esta historia me contaron

en las veladas de invierno

contaban el romancero

con las historias cercanas

de los más cercanos pueblos.


                                         (José Luis Rodríguez Ibáñez).





Puedes ver también:

- EL BANDOLERO PEÑARRONDO.

- EL BANDOLERO "EL CARIÑOSO".

- EL CUCURUTO.

- ROMANCE DEL MOLINO DE PALAHIERRO.

- ROMANCE DEL MOLINO DE GORRÓN.


Y más sobre Micieces en:

- CONTENIDOS.







sábado, 4 de octubre de 2025

Micieces de Ojeda. EL CUCURUTO. (Toponimia de Micieces).

 


EL CUCURUTO.


A la Asociación Cultural CUCURUTO, de Micieces de Ojeda,  y a sus fundadores y socios.






 Su nombre viene de la palabra cocote/cogote porque es un alto, montículo o teso que se asemeja al cocote/cogote de una persona, o sea, a la cabeza de una persona por detrás.


 Este de Micieces está situado a la salida del pueblo, al SO, como vigilante del mismo pueblo y que se ve como  continuación de una de sus calles que se transforma en camino y se bifurca hacia la Isilla/Quiñones y hacia este alto y lo sobrepasa subiendo hasta la cima del monte de los Robles.






 

          El nombre de CUCURUTO viene de una corrupción fonética y popular de la palabra “cogote”, o “cocote”. 

          En geografía se suele llamar cogote o cocote a un alto, montículo o  teso que se asemeja por su configuración al cogote/cocote de una persona. Es decir, a la parte posterior de su cuello y cabeza.  En otras partes existe el nombre de cabeza o cabezón como topónimo de ese tipo de alturas  aisladas que se asemejan, hasta cierto punto, a una cabeza y su pestorejo.  O sea, viene a ser una altura más o menos redondeada que se puede ver  desde abajo y que desde ella se tiene una visión determinada de un paisaje.

          ¿Cómo se ha llegado a “Cucuruto”? El habla popular ha llevado  esta evolución, más bien despacio, hasta que en algún sitio apareció  escrito, seguramente para certificar situaciones de propiedades o en mapas  más menos oficiales. Y ahí quedó hasta el ahora. 

          De “cogote”, nombre geográfico, pasa a su sinónimo sin problema: 

“cocote”. Por aumentativo cariñoso o de cantidad nace “cocorote”. Y de  ahí, por cambio de sonido, de vocales, nace la palabra  CUCURUTO con  la que conocemos este topónimo. Más o menos así:

 cogote = cocote > cocorote > CUCURUTO




 Aunque en esta zona también canta el cuco y las creencias populares dicen que “Si canta el cuco / alguien se muere: / quizás no es verdad, / pero sucede”, en el nombre del Cucuruto nuestro no tiene nada que ver.

Dejémosle que cante libremente sin echarle culpas que no tiene.

          Hoy el Cucuruto ha perdido mucho de su antigua dignidad,  prestancia y terreno comidos por las tierras de cultivo aledañas que fueron  agrandadas por la concentración parcelaria de los años 1976 y ss.

 Este cogote, cocote, cocorote, es decir, el Cucuruto nace al final de la calle principal que arranca del centro del pueblo, (940 msnm), y va ascendiendo poco a poco, como el pestorejo o cuello de una cabeza redondeada, con dos llanos, mesetas pequeñas desde luego. 

 En el primero (a 950 msnm, 10 m. más alto que el centro del pueblo) se hizo el depósito de agua que suministra a la fuente que está en la plaza del centro del pueblo, y que durante muchos años proveyó de agua potable a todo el pueblo, hasta que se introdujo la novedad del agua corriente en las casas. 

 El segundo llano (a 970 msnm, 30 m. más alto que el pueblo) está en lo que correspondería al centro de la cabeza. A alguno se le ocurrió hacer unos asientes de construcción allí mismo que funcionan como sitio para tomar el sol, el aire y observar el pueblo que queda a sus pies.

 Desde esa segunda meseta, pequeña, se va subiendo progresivamente hasta llegar a la cumbre del Monte de los Robles (a 995 msnm y a 55 m. sobre el centro del pueblo). Antes eso era una pradera salvaje, seca en verano y poco fructífera el resto del año, pero mucho más ancha, al menos como cañada de paso de ganados, por la que iba, desde la calle hasta la cumbre, un difícil camino para carro de vacas. Ahora sigue existiendo el camino, difícil hasta para tractores, pero muy limitada la pradera por el agrandamiento de las tierras de labor de cada lado.




  En la ladera contraria, mirando ya claramente al oeste, está el llamado Monte de los Robles. Y la meseta superior, es una brecera, donde antiguamente estaban las saleras: unas piedras en las que se echaba sal a las ovejas cuando sus dueños o el pastor lo creían oportuno.

 El Cucuruto, y las tierras adláteres son de barrial roja, arcilla roja,  poco apta para cultivos productivos y muy a propósito para originar cárcavas. Significativamente la parte que limita al norte del Cucuruto y roza ya con las casas del pueblo se llama el Ruyal (o Royal) por el color rojizo de la tierra que lo conforma. Y la parte izquierda, subiendo, apartada de la cabeza del Cucuruto y en su misma paralela, se convirtió en cárcava que separa este terreno baldío de una tierra de cultivo y llega hasta desembocar en el camino de la Isilla: con el tiempo y la dejadez se transformó en basurero. 

 El CUCURUTO, con sus terrenos desiguales y diferenciados, siempre fue para los niños del pueblo un lugar de diversión, entretenimiento, aventuras, investigaciones… Recuerdo que en la primera llanada, la del depósito del agua, nos hicimos un campo de fútbol, marcado y todo. Pronto lo abandonamos porque el balón, más bien la pelota, estaba más tiempo allá abajo, en el camino o en la calle, que en el campo de fútbol.

 En otra ocasión aparecieron como por ensalmo una especie de triciclos de madera utilizando las ruedas de alguna grada de arar. A nadie le interesó saber de dónde habían salido. Pues en el lateral más dispuesto de la cárcava antes dicha preparamos un algo como camino o carretera y la inauguramos… con no sé cuantas caídas: echamos la culpa a los triciclos, que eran de mala calidad y también abandonamos la experiencia. ¡Y no nos rompimos nada, solo las heridas del alma, las del fracaso y… las propias de los niños!

 Desde lo alto de la cocorola del Cucuruto nos tirábamos resbalando en sacos rotos, tablas… o lo que fuera. Cuando había nieve, no era desagradable, pero en el resto del tiempo era más que malo: si había agua o llovía, el barro rojo nos ponía perdidos; si estaba seco, no hacía gracia: te tragabas el polvo y apenas resbalaba…

 En cierta ocasión, a algunos de la cuadrilla (la cuadrilla era muy elástica, además de los de la propia quinta, nos juntábamos  los que podíamos o nos dejaban nuestras ocupaciones y deberes caseros...) se les ocurrió investigar cómo era el depósito de agua por dentro. Y con no poco esfuerzo, levantaron la tapa de cemento. Pero al taparla luego, se descubría el pastel. Y alguien de las personas mayores se dio cuenta enseguida de que alguien había abierto aquello… Y se quejó al alcalde y al juez. Y eso pasó a ser cosa grave: amenazas del alcalde, del aguacil, en casa… que si la guardia civil, que si íbamos a envenenar al pueblo, que si… Aquello debía de ser muy importante, por lo menos nos convencieron de que sí lo era, y muy grave… Pues todos los niños y adolescentes (aquí todos eran niños hasta que terminaban la escuela) a pagar una multa. Y, además, añadieron las piedras y suciedad de la arqueta de desagüe del depósito, que siempre había estado llena de porquería: pues los padres la pagaron. Y aquí paz y después gloria. Creo que nunca más se nos ocurrió abrir el depósito del agua.

 Ya ochentón me pongo a recordar cosas de mi niñez y me doy cuenta de que no teníamos muchas cosas, pero éramos felices. Y, a pesar de todo, los niños éramos los reyes del pueblo y todo el pueblo era nuestro. Y si íbamos a nidos, al monte o a otro sitio alejado de las casas, siempre nos daba seguridad algún vecino que estaba trabajando en el campo: sabíamos que si pasaba algo, allí estaría él, fuese quien fuese, aunque fuese el más avinagrado del pueblo.


 Pero volviendo al Cucuruto: tiene otras historias antiguas que oralmente se han ido transmitiendo en aquellas veladas de las eternas y frías noches invernales al amor del rescoldo de la hornacha. Y que la inmensa mayoría de los jóvenes no las saben porque los digitales modernos no les dejan tiempo para escucharlas. Yo sí os voy a contar alguna, a pesar de todo. 


José Luis Rodríguez Ibáñez.













Puedes ver también:


- Topónimos de Micieces.



Y más sobre Micieces en:



-CONTENIDOS.



Himno a Micieces de Ojeda