EL ABEJO (II). Su muerte.
Virgen Santa de la Calle,
amparo de pecadores
y Patrona de Micieces,
ilumina estos renglones…
Era el
romance de un ciego
que
monocorde decía
y que en
pliegos de cordel
por los
pueblos revendía.
Y la muerte
del Abejo,
bandolero
de valía,
desgranaba en
los sus versos
mientras la gente atendía.
bajaba por
la campiña,
recorría
los contornos
sin límites
ni cortapisas.
Era un
héroe para gentes
pero tenía
enemigos
entre la gente
más rica.
Un héroe de
romancero
y que en
romances salía
cantado por
voces llanas,
odiado por jerarquías,
admirado por las féminas
por la noche y por el día:
una novia en cada pueblo
se dice que bien tenía
esperando en la ventana
por ver si Abejo
venía.
Guardia civil caminera
vigilaba cada día
los caminos y las trochas
como en una cacería:
si al bandolero apresaban,
pronto libre se les iba
por autoridad mayor
o por personal huida.
Sucedió en aquella tarde,
casi ya de anochecida:
entraba Abejo
en Micieces
luciendo su gallardía,
jinete, buen caballero,
en una yegua muy fina.
Se aproxima a una ventana
que rápidamente abrían,
descabalga de su yegua
y a su reja se aproxima:
un beso el silencio rompe
y un “creí que
no venías”,
un “¿cómo no? Si
te quiero
La anochecida es veloz,
la calle está oscurecida,
media luz, medio farol
ha dado vuelta a la esquina:
‒Ten
cuidado, que tricornios
han estado
aquí estos días…
Entre dos nubes oscuras
la luna aparece y brilla.
‒He de irme,
que la noche
es traicionera y maligna…
Y, jinete
ya en su yegua,
se agacha
de despedida.
Un trueno
bien repetido
resuena desde
una esquina:
la pareja
de la guardia
echa el
alto y grita, grita,
y el jinete
pica espuelas
calle mayor,
hacia el monte,
hacia el
Cucuruto se iba.
La mano
lleva a su pecho
y mojada la
retira:
sabía que
los disparos
le hicieron
sangrante herida.
Encogido va
en la yegua,
no sube la
cuesta pindia:
en la
cárcava se oculta
y espera la
luz del día.
Y la
guardia caminera
le persigue
sin más prisa
y muchísimo
cuidado
por si no
se debilita.
En la
cárcava ya entrado,
descabalga
de la yegua
y la espanta
a toda prisa,
se encoge
sobre sí mismo
y poco a
poco se adormila…
A la mañana
siguiente,
en horas de
amanecida,
la yegua va
a la ventana
y con el
belfo la agita.
Alguien se
mueve por dentro,
y, abierta,
mucho se admira:
comprende
lo que ha pasado,
y sigue a
la yegua guía.
Cárcava del
Cucuruto,
una figura
tendida,
sangre que
ya está seca,
cuerpo que
ya está sin vida.
desde
aquella anochecida!
Guarda
civil caminera
hace
guardia por si el día
atrae a
gentes del pueblo
y forman
algarabía.
Y vino
gente del pueblo
y en
silencio lo veía,
y de ojos femeninos
lágrimas tristes salían.
José Luis Rodríguez Ibáñez.
Puedes ver también:
- ROMANCE DE "EL ABEJO" (I). El nombre.
Y más sobre Micieces en:











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