sábado, 4 de octubre de 2025

Micieces de Ojeda. EL CUCURUTO. (Toponimia de Micieces).

 


EL CUCURUTO.


A la Asociación Cultural CUCURUTO, de Micieces de Ojeda,  y a sus fundadores y socios.






 Su nombre viene de la palabra cocote/cogote porque es un alto, montículo o teso que se asemeja al cocote/cogote de una persona, o sea, a la cabeza de una persona por detrás.


 Este de Micieces está situado a la salida del pueblo, al SO, como vigilante del mismo pueblo y que se ve como  continuación de una de sus calles que se transforma en camino y se bifurca hacia la Isilla/Quiñones y hacia este alto y lo sobrepasa subiendo hasta la cima del monte de los Robles.






 

          El nombre de CUCURUTO viene de una corrupción fonética y popular de la palabra “cogote”, o “cocote”. 

          En geografía se suele llamar cogote o cocote a un alto, montículo o  teso que se asemeja por su configuración al cogote/cocote de una persona. Es decir, a la parte posterior de su cuello y cabeza.  En otras partes existe el nombre de cabeza o cabezón como topónimo de ese tipo de alturas  aisladas que se asemejan, hasta cierto punto, a una cabeza y su pestorejo.  O sea, viene a ser una altura más o menos redondeada que se puede ver  desde abajo y que desde ella se tiene una visión determinada de un paisaje.

          ¿Cómo se ha llegado a “Cucuruto”? El habla popular ha llevado  esta evolución, más bien despacio, hasta que en algún sitio apareció  escrito, seguramente para certificar situaciones de propiedades o en mapas  más menos oficiales. Y ahí quedó hasta el ahora. 

          De “cogote”, nombre geográfico, pasa a su sinónimo sin problema: 

“cocote”. Por aumentativo cariñoso o de cantidad nace “cocorote”. Y de  ahí, por cambio de sonido, de vocales, nace la palabra  CUCURUTO con  la que conocemos este topónimo. Más o menos así:

 cogote = cocote > cocorote > CUCURUTO




 Aunque en esta zona también canta el cuco y las creencias populares dicen que “Si canta el cuco / alguien se muere: / quizás no es verdad, / pero sucede”, en el nombre del Cucuruto nuestro no tiene nada que ver.

Dejémosle que cante libremente sin echarle culpas que no tiene.

          Hoy el Cucuruto ha perdido mucho de su antigua dignidad,  prestancia y terreno comidos por las tierras de cultivo aledañas que fueron  agrandadas por la concentración parcelaria de los años 1976 y ss.

 Este cogote, cocote, cocorote, es decir, el Cucuruto nace al final de la calle principal que arranca del centro del pueblo, (940 msnm), y va ascendiendo poco a poco, como el pestorejo o cuello de una cabeza redondeada, con dos llanos, mesetas pequeñas desde luego. 

 En el primero (a 950 msnm, 10 m. más alto que el centro del pueblo) se hizo el depósito de agua que suministra a la fuente que está en la plaza del centro del pueblo, y que durante muchos años proveyó de agua potable a todo el pueblo, hasta que se introdujo la novedad del agua corriente en las casas. 

 El segundo llano (a 970 msnm, 30 m. más alto que el pueblo) está en lo que correspondería al centro de la cabeza. A alguno se le ocurrió hacer unos asientes de construcción allí mismo que funcionan como sitio para tomar el sol, el aire y observar el pueblo que queda a sus pies.

 Desde esa segunda meseta, pequeña, se va subiendo progresivamente hasta llegar a la cumbre del Monte de los Robles (a 995 msnm y a 55 m. sobre el centro del pueblo). Antes eso era una pradera salvaje, seca en verano y poco fructífera el resto del año, pero mucho más ancha, al menos como cañada de paso de ganados, por la que iba, desde la calle hasta la cumbre, un difícil camino para carro de vacas. Ahora sigue existiendo el camino, difícil hasta para tractores, pero muy limitada la pradera por el agrandamiento de las tierras de labor de cada lado.




  En la ladera contraria, mirando ya claramente al oeste, está el llamado Monte de los Robles. Y la meseta superior, es una brecera, donde antiguamente estaban las salinas: unas piedras en las que se echaba sal a las ovejas cuando sus dueños o el pastor lo creían oportuno.

 El Cucuruto, y las tierras adláteres son de barrial roja, arcilla roja,  poco apta para cultivos productivos y muy a propósito para originar cárcavas. Significativamente la parte que limita al norte del Cucuruto y roza ya con las casas del pueblo se llama el Ruyal (o Royal) por el color rojizo de la tierra que lo conforma. Y la parte izquierda, subiendo, apartada de la cabeza del Cucuruto y en su misma paralela, se convirtió en cárcava que separa este terreno baldío de una tierra de cultivo y llega hasta desembocar en el camino de la Isilla: con el tiempo y la dejadez se transformó en basurero. 

 El CUCURUTO, con sus terrenos desiguales y diferenciados, siempre fue para los niños del pueblo un lugar de diversión, entretenimiento, aventuras, investigaciones… Recuerdo que en la primera llanada, la del depósito del agua, nos hicimos un campo de fútbol, marcado y todo. Pronto lo abandonamos porque el balón, más bien la pelota, estaba más tiempo allá abajo, en el camino o en la calle, que en el campo de fútbol.

 En otra ocasión aparecieron como por ensalmo una especie de triciclos de madera utilizando las ruedas de alguna grada de arar. A nadie le interesó saber de dónde habían salido. Pues en el lateral más dispuesto de la cárcava antes dicha preparamos un algo como camino o carretera y la inauguramos… con no sé cuantas caídas: echamos la culpa a los triciclos, que eran de mala calidad y también abandonamos la experiencia. ¡Y no nos rompimos nada, solo las heridas del alma, las del fracaso y… las propias de los niños!

 Desde lo alto de la cocorola del Cucuruto nos tirábamos resbalando en sacos rotos, tablas… o lo que fuera. Cuando había nieve, no era desagradable, pero en el resto del tiempo era más que malo: si había agua o llovía, el barro rojo nos ponía perdidos; si estaba seco, no hacía gracia: te tragabas el polvo y apenas resbalaba…

 En cierta ocasión, a algunos de la cuadrilla (la cuadrilla era muy elástica, además de los de la propia quinta, nos juntábamos  los que podíamos o nos dejaban nuestras ocupaciones y deberes caseros...) se les ocurrió investigar cómo era el depósito de agua por dentro. Y con no poco esfuerzo, levantaron la tapa de cemento. Pero al taparla luego, se descubría el pastel. Y alguien de las personas mayores se dio cuenta enseguida de que alguien había abierto aquello… Y se quejó al alcalde y al juez. Y eso pasó a ser cosa grave: amenazas del alcalde, del aguacil, en casa… que si la guardia civil, que si íbamos a envenenar al pueblo, que si… Aquello debía de ser muy importante, por lo menos nos convencieron de que sí lo era, y muy grave… Pues todos los niños y adolescentes (aquí todos eran niños hasta que terminaban la escuela) a pagar una multa. Y, además, añadieron las piedras y suciedad de la arqueta de desagüe del depósito, que siempre había estado llena de porquería: pues los padres la pagaron. Y aquí paz y después gloria. Creo que nunca más se nos ocurrió abrir el depósito del agua.

 Ya ochentón me pongo a recordar cosas de mi niñez y me doy cuenta de que no teníamos muchas cosas, pero éramos felices. Y, a pesar de todo, los niños éramos los reyes del pueblo y todo el pueblo era nuestro. Y si íbamos a nidos, al monte o a otro sitio alejado de las casas, siempre nos daba seguridad algún vecino que estaba trabajando en el campo: sabíamos que si pasaba algo, allí estaría él, fuese quien fuese, aunque fuese el más avinagrado del pueblo.


 Pero volviendo al Cucuruto: tiene otras historias antiguas que oralmente se han ido transmitiendo en aquellas veladas de las eternas y frías noches invernales al amor del rescoldo de la hornacha. Y que la inmensa mayoría de los jóvenes no las saben porque los digitales modernos no les dejan tiempo para escucharlas. Yo sí os voy a contar alguna, a pesar de todo. 


José Luis Rodríguez Ibáñez.













Puedes ver también:


- Topónimos de Micieces.



Y más sobre Micieces en:



-CONTENIDOS.



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Himno a Micieces de Ojeda