viernes, 2 de marzo de 2018

Micieces de Ojeda. Historias de Berzosa. HISTORIA (completa) DEL LOBO "VEDIJAS" Y LA PERRA "MOÑA".




Valle de la fuente de la Mora.

El Alto de las Loberas.


“Érase una vez…”
No, no. Esto no es un cuento. Es una historia real. Y sucedió hace mucho tiempo (antes de Rodríguez de la Fuente).
Yo conocí a los personajes : el pastor era de Micieces, el cazador es de Berzosa, la “Moña” era también de Micieces y el “Vedijas”… tenía doble nacionalidad.
Los hechos ocurrieron en "el Alto de las Loberas", subiendo al valle de la fuente de la Mora, en territorio de Berzosa, cerca del límite con Micieces. Y que conste: la Mora de la Fuente, que también tiene que ver con la fuente de la Mora, no tiene relación con  esta historia.
Esto del “Vedijas” y la “Moña” lo escuché contar muchas veces. Ahora Pepe nos lo cuenta en romance… y me gusta.

ARI




HISTORIA DEL LOBO "VEDIJAS" Y LA PERRA "MOÑA"

 I.- EL LOBO “VEDIJAS” ERA
nieto de la loba parda,
o quizá tataranieto,
y, seguro, de su saga…
La loba parda era aquella
que en el romance se canta,
la que allá en las Corralejas
hizo semejante hazaña,
la misma que a sus lobeznos
en los Cotorrillos criaba,
y los montes de Micieces
y de toda la comarca
incansable recorría
buscando alimento y caza,
y alguna oveja golosa
que del rebaño se aislaba
se convertía en comida
suya y de la su lobada.
Pues el tal lobo Vedijas
venía de aquella saga,
y la astucia de su abuela
en el instinto llevaba.
Lucía en su lomo y cuello,
más que pelos, unas lanas
lobunas en el color
y en la forma ensortijadas,
que le hacían diferente
al resto de la lobada.
Por eso un pastor le puso
Vedijas, y así pasaba
con ese nombre al romance
e historias que de él contaban.
Era el Vedijas astuto
y cauteloso en la caza,
pero valiente y taimado,
y sagaz cuando acechaba.
Y sabía el mejor sitio
para tender la celada
o esperar bien escondido
y lanzar una emboscada.
Lobeaba suavemente
sin mover hierba ni paja,
y con paciencia y tesón,
el justo instante esperaba:
tan veloz como eficaz
a su víctima atacaba
sin ruidos, sin sobresaltos,
sin que nadie se enterara…
Era un lobo solitario
y siempre solo cazaba,
solitario recorría
los montes, valles y brañas,
y seguía solitario
cuando al rebaño acechaba.
Era valiente el Vedijas,
con inteligencia clara:
no rehuía las peleas,
mas prefería evitarlas.
El pastor aquel sabía
de sus trucos y sus mañas.
Y su perra desde lejos
su lobuno olor notaba.


II.- ERA LA “MOÑA” UNA PERRA
que al pastor acompañaba
y cuidaba del rebaño
con nervio, con arte y maña.
De familia callejera,
no era pastora de raza,
mas suplía aquellos genes
que no tenía de casta
con su fácil aprender
y su inteligencia nata.
El pastor se hizo con ella
casi recién destetada,
y la educó con cariño
y le dio sus enseñanzas
para que fuera pastora
como si fuera de raza.
De pequeña parecía
un peluchito de lana,
de color amarronado
y pelambre ensortijada.
Parecía una muñeca,
o la moña de nuestra habla.
¡Y con el nombre de Moña
la perrita se quedaba!
Y les dijo a los sus hijos
cuando la trajo a la casa:
─Con cariño y con cuidado
 habrá siempre que tratarla,
pero no será un juguete
porque tengo que enseñarla
a cuidar de las ovejas
y a obedecer a quien manda.
Y poco a poco aprendía
las cosas que le enseñaba.
Y pronto fue demostrando
que el trabajo le gustaba:
obedecía las órdenes
cuando el pastor se las daba;
vigilaba los sembrados
y al rebaño acompañaba;
y si alguna oveja había
solitaria o despistada,
la hacía volver al grupo
con ladridos y amenazas.
Buena pastora la Moña
se fue haciendo con la práctica.
Su tamaño no era grande
por el cruce de sus razas,
pero tenía su fuerza,
su nervio, su genio y garra,
y hacía frente a cualquiera
que al rebaño se acercara.
Varias veces se enfrentó
a raposos que husmeaban
por si acaso algún cordero
aislado y solo quedaba.
Pero por instinto y sangre
era al lobo a quien odiaba.
Con viento a favor o en contra,
desde lejos lo olfateaba,
y al pastor con sus gruñidos
y ladridos le avisaba.
Algunas veces el lobo,
al ser visto, se marchaba.
Hubo veces que la Moña
ella sola se enfrentaba
al lobo, y luego volvía
con alguna dentellada.
¡Y hasta volvió alguna vez
con una herida muy mala!



III.- ERA EL PASTOR DE MICIECES,
de Berzosa la manada,
y en los campos berzoseños
cada día pastoreaba.
Hiciese calor o frío,
hiciese niebla o solana,
cayese lo que cayese,
rocío, lluvia o escarcha,
a su rebaño de ovejas
de la corte lo sacaba,
que algo comerá en el campo,
o beberá al menos agua.
Todos esos literatos
que dulces novelas narran
de la vida pastoril
y hacen versos y tonadas
que suenan bien al oído
y tienen bellas palabras,
de la vida del pastor
no saben nada de nada,
ni qué es el frío del campo,
ni qué el calor que lo abrasa,
ni el olor a mar del cierzo,
ni el rocío ni la escarcha,
ni la nieve que te hiela,
ni el hielo que el cuerpo pasma…
¡La vida del campo es bella…,
si en la ciudad te la pasas!


IV.- EL CAZADOR BERZOSEÑO
solía salir de caza
y recorría los campos
con tranquilidad y calma.
No daba gran importancia
a las piezas que cobraba,
pues el salir por el campo
más que el cazar le gustaba.
Con hambre, sed y cansancio
solía volver a casa,
que son los tres compañeros
del cazador que no caza.
Muchas veces en el monte,
en el brezal o en la braña
paraba junto al rebaño
y con el pastor charlaba.
(El cazador era dueño
de parte de la manada).
Y encendían su cigarro
y de sus cosas hablaban,
del rebaño y las ovejas,
y de lobos que atacaban
con una cierta frecuencia,
mayor que la deseada.
─Hay muchos por esta zona,
criarán en la montaña…
Y la historia de Vedijas
el pastor le cuenta y narra…
─Si no viene cada día,
me sale cada semana,
mas si se ve descubierto
no nos ataca y se marcha.
─A ver si un día de estos
en que venga yo de caza
aparece el tal Vedijas
y le tiro una descarga…



V.- SUCEDIERON ESTOS HECHOS
en unas fechas lejanas,
en las que matar un lobo
o quitarle la camada
era mérito en los pueblos:
¡el lobo era fiera mala!
El Rodríguez de la Fuente
y sus famosos programas
llegaron años más tarde.
¡Casi en mantillas estaba
entonces la ecología,
o casi casi olvidada!

Un día de aquel entonces
el Vedijas acechaba
al rebaño del pastor
entre los brezos y ramas.
Era por fuente la Mora,
entre el brezal y las matas
de unos robles que crecieron
como cepudas aisladas.
Y era una tarde de otoño
con el sol de unas seis varas.
La Moña, con buen instinto,
el aire frío venteaba,
gruñía inquieta y nerviosa
y quejumbrosa ladraba.
El pastor aquellos signos
sin dudar interpretaba,
y recoge su rebaño
y lo lleva a descampada.
Llega en esto el cazador
con su escopeta terciada.
El pastor le dice en gestos
señalando hacia las ramas:
─Está Vedijas, el lobo,
acechando entre esas matas.
Lo comprende el cazador
y la escopeta prepara.
Gruñe en silencio la Moña
y el pastor la coge y calma.
Lobea Vedijas lento
y no mueve casi nada.
Apunta bien la escopeta,
sin seguro y preparada,
y, puesto de pie, le grita
al lobo para que salga.
Sin disimulo el Vedijas
sale hacia la descampada
mostrando orgullo en su porte,
y en sus dientes la amenaza.
Mas el cazador muy quieto
la su escopeta dispara:
ruido mortífero suena
por la brecera y la braña;
las ovejas con el susto
corren muy desorientadas;
da Vedijas en el aire
un salto como de danza
y cae tendido en el suelo
de una forma muy rara…
Se pone el pastor en pie;
la Moña corriendo escapa:
va junto al lobo y le muerde
mientras ladra que te ladra.
El pastor, por ver si ha muerto,
le toca con la cachava.
El cazador con el pie
también su muerte constata.
─Era un hermoso ejemplar…
Su piel es hermosa y guapa:
en homenaje  al Vedijas
la conservaré en mi casa.

Y en su casa la conserva.
Y si alguno la señala
y le pregunta qué es eso,
el dueño la historia narra
─si le dejan que la cuente
y si quieren escucharla─
de Vedijas, lobo hermoso,
y de una perra sin raza
pero que fue gran pastora
y que Moña se llamaba.


(José Luis Rodríguez I.)




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