martes, 22 de marzo de 2016

Micieces de Ojeda. LAS MATRACAS. Semana Santa (de antes).










    LAS MATRACAS
(JLR)

 La matraca es un instrumento de madera, más que para hacer música, para hacer ruido. Consiste en una tabla a la que se le añade un martillo o mazo de madera que gira sobre un eje y golpea sobre dicha tabla en los dos sentidos del eje al moverla de arriba abajo.


Para los niños era una diversión todo esto de las matracas. En el pueblo llegamos a conocer alguna carraca, pero casi como testimonio de que existían.





















La Semana Santa cristiana siempre fue dramática y los fieles la vivieron como un drama que terminó en tragedia. Hay que ver los pasos que tenemos en nuestros pueblos y ciudades para darnos cuenta de ello. Pero es que la misma liturgia tenía una fuerza dramática, de teatro, de la que se ha perdido muchísima con las reformas habidas.


Por ejemplo: la iglesia estaba a oscuras (no tenía ni luz eléctrica); las velas del tenebrario se habían ido apagando una a una; sólo quedaba la más alta, y esta, el encargado o sacristán, la quitaba del candelabro y con mucho sentimiento y cuidado, la llevada a la sacristía. Silencio total, oscuridad plena… Y en esto, un ruido que hacía temblar los cristales y aturrutaba a los fieles: todas las matracas de niños y no tan niños empezaban a sonar con todo su poderío ruidoso… El terremoto del Viernes Santo que abrió las tumbas, no era tan horrísono: pues este ruido lo representaba. (sólo faltaba que del cementerio vecino, pared por medio de la iglesia, apareciese alguien…).

Y después de tocar las matracas un rato, los más píos de los fieles siempre se enfadaban porque los niños no queríamos dejar de tocar. Al final dejábamos de tocar y en silencio, cada cual a su casa.
Con las matracas los monaguillos recorrían el pueblo para llamar a los fieles a todos los actos litúrgicos: viacrucis, oficios, misa… Y mientras, gritaban: “¡A los oficios divinos!”.


También las matracas servían para otras cosas. La iglesia está en un alto (el Altolaiglesia) y en la ladera que da hacia el pueblo, además de algunos guindos o guindales y romeros, había trozos de hierba en ladera más o menos pendiente. Pues la matraca nos servía de instrumento para deslizarnos por esa pendiente de hierba. Si se rompía, ya veríamos la forma de arreglarla. Tampoco las matracas eran compradas, se hacían en el pueblo y en todas las casas había un manitas más o menos curioso que hacía la de los niños y otras de más mayores.













































También puedes ver (hacer click):

- SEMANA SANTA (de antes).

- EL MONUMENTO.

- EL ENCUENTRO.

- LOS SANTOS (en la Semana Santa de antes).

- CÁNTICOS DE SEMANA SANTA (I).

- CÁNTICOS DE SEMANA SANTA (II).

- CÁNTICOS DE SEMANA SANTA (III).

- CÁNTICOS DE SEMANA SANTA (IV).


Y más en: CONTENIDOS.

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