viernes, 17 de noviembre de 2017

Micieces de Ojeda. HACIENDO MEMORIA.


La Teya y la Dora.

Este artículo fue publicado en "El Norte de Castilla" el día 18 de noviembre de 2010. Es interesante releerlo ahora, en vísperas de la fiesta de la Virgen de la Calle. Y conste que mi tía Teya recuerda muchas más cosas de las que cuenta aquí.
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18.11.10 - 00:56 - 
LEONOR RAMOS | PALENCIA.I
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Micieces de Ojeda.
Teya Ibáñez, de 82 años, les invita a acudir este fin de semana a la fiesta en honor a la Virgen de la Calle en Micieces.

«En mi casa, siempre teníamos un plato para cada uno de los doce hermanos»
Muy orgullosa está Emeteria Ibáñez, Teya, como todo el mundo la conoce en su pueblo de Micieces de Ojeda, localidad que tiene que estar muy orgullosa de tenerla como vecina porque vende como nadie las fiestas y las tradiciones del municipio en el que ha pasado toda su vida. Tiene 82 años pero aparenta muchos menos y sigue conservando la misma cara de trasto que tenía de niña, cuando no hacía más que molestar a sus amigas y a sus hermanos y lograba hacer reír continuamente a la gente. «Siempre estaba picando a mis amigas, y más de una vez hasta les pegaba, porque quería y me venía en gana», dice riéndose. Hasta cuando su padre rezaba el rosario todas las noches con sus hijos, ahí estaba Teya para hacer reír a sus hermanos, y era imposible continuar con el rezo.



Procede de una gran familia -eran 12 hermanos-, y Teya era la más trasto de ellos, quienes, por cierto, cada uno comía en su plato. Les puede parece algo normal hoy en día pero ya en otros pueblos me han comentado que antes en las casas se ponía el puchero de patatas, o de lo que fuese, encima de la mesa, y de ahí comían todos. «Nosotros siempre teníamos nuestro plato, y cuando mi madre hacía por ejemplo torreznos en la sartén siempre nos decía: éste no lo cojáis que es para el mayor, porque es el más grande, y así los repartía por tamaño a todos los hijos», apunta.
Como muchas mujeres de Micieces, Teya ha hilado mucho en su juventud, y todavía lo hace. «Hilábamos calcetines, jerséis y patucos, de esos para ir a la cama, y no sabes cómo picaba esa lana. Hasta que te acostumbrabas al picor pasaban unos días», comenta. Cosían las sábanas y remendaban los calzoncillos de los hombres, y también los calcetines, donde metían una bombilla para poder repasarlos bien. En su juventud, como al resto de mujeres, le tocó ir a atropar patatas al campo. «Y si terminaba lo mío, pues a otra tierra a ayudar a otra familia que era más rica y que necesitaba a gente, y te pagaban unas seis pesetas», cuenta. La vez que más dinero ganó recogiendo patatas fue en un pueblo cercano que ya no existe (el Indiviso), y donde le pagaron doce pesetas, «y a secas», que significaba que tenía que llevarse la comida de su casa para toda la jornada.



Tiene muy buenos recuerdos de su juventud, sobre todo cuando iban a las fiestas de Payo y de San Pedro de Ojeda, donde en este pueblo «los mozos de Micieces compraban una jaula de cerezas a un señor que tenía una tienda y luego las repartían entre los jóvenes», afirma. Todos los sábados y fiestas del mes de mayo, era tradición que los mozos cortasen ramas de los chopos y se los pusiesen a las chicas en los tejados de sus casas. «Nosotras la noche antes no dormíamos pensando en si nos habían puesto una rama, y quién tendría el ramo más bonito», rememora.




Pobres y pelusos.
Esta tradición ya se ha perdido, al igual que los cánticos que hacían los jóvenes antaño a los recién casados. «Nos juntábamos en la puerta, les cantábamos y ellos desde dentro hasta nos contestaban, y luego a pasar la bandeja», recuerda. El día 5 de septiembre es la fiesta de San Lorenzo y antaño era tradición que los pobres que había por el pueblo comiesen en las casas. «Se les daba un número y se les adjudicaba una casa donde comían, esto es diferente a otros pueblos donde repartían el rancho para todo el pueblo y para los pobres», explica. Si había más pobres que casas, con las familias pudientes iban a comer más. Teya toda la vida  ha tenido a alguno comiendo en su casa.



Pero hay otras tradiciones que todavía se conservan en Micieces, como las de la fiesta en honor a la Virgen de la Calle, que se celebra este fin de semana. La noche del sábado hacen una hoguera y todos los vecinos se tiran los llamados 'pelusos'-juncos desmenuzados-. «Nos llenamos de pelusos y es una gran diversión para nosotros y para los que vienen», asegura. Teya ya tiene en su casa cuatro juncos que usará el día de la fiesta. «No sé qué significado tiene esta tradición, pero no sabes lo bonito que es», dice.
El que vaya “la noche de la hoguera”  a Micieces, que sepa que llegará a casa lleno de 'pelusos'. 

("El Norte de Castilla", 18-11-2010)


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Himno a Micieces de Ojeda