CARNAVAL, SANANTRUIDO, ANTRUIDO
JLR
Con estos
nombres nos estamos refiriendo a la fiesta del carnaval. Y suelen ser los tres
días anteriores al miércoles de ceniza: domingo, lunes y martes, apellidados de carnaval.
No obstante, en muchos sitios se celebran durante una semana entera y, en otros
de más tradición y empaque, empiezan nada más terminar el tiempo de navidad y
siguen en la semana del miércoles de ceniza. El DRA define el carnaval como los tres días que preceden
al miércoles de ceniza. Son las fiestas populares que se celebra en tales días
y consisten en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos.
Considera sinónimos de carnaval los términos antruejo y carnestolendas.
Antroido, antruejo, antruido y sanantruido o san Antruido provienen de la palabra
latina introitus, que significa introducción a algo. Aquí es la introducción
a la cuaresma o días de las carnestolendas.
Y el nombre de carnestolendas ─carnes
+ tollendas: las carnes a suprimir, a quitar─ era el tiempo de abstinencia
de carne, o sea, la cuaresma. Posteriormente la cuaresma siguió con el nombre
de cuaresma y el de carnestolendas lo
asumió el carnaval. En el caso de san Antruido ─o sanantruido─ se pretendía con dicho nombre, al menos con la ironía propia del pueblo, proclamar
que estas fiestas no eran menos santas que otras, incluida la cuaresma. De ahí
el refrán: San Antruido, buen santo; Pascua,
no tanto, que podría entenderse en cualquier sentido, pero también en el de
que el carnaval no era malo de maldad, ni pecaminoso, ni…
En el habla miciecense han perdurado los
nombres de antruido y sanantruido o san
Antruido para referirse a las fiestas del carnaval.
Pero
Micieces no ha tenido una tradición típicamente carnavalera. Cuando había un
grupo de gentes unidas por la edad, por la amistad o por cualquier otra
circunstancia, como la presencia de uno con más iniciativa y liderazgo,
celebraba una fiesta en el carnaval, pero no porque siempre se ha hecho, o porque fuese una tradición intemporal, sino
porque había ganas de fiesta y el calendario ponía una fecha muy apta para
ello. La juventud, la niñez y, a veces, los demás grupos sociales con sentido
del humor, se disfrazaban de lo que podían, pedían por las casas y, con lo que
sacaban, organizaban una merienda o comida.


─Bah, no le hagáis caso, que es
carnaval… ─nos dijeron nuestras madres y la tía que nos disfrazó. Y ahí quedó
todo, guardado en el baúl de los recuerdos infantiles.


En
otra ocasión fueron las muchachas las que celebraron el carnaval. Había un
grupo de la misma edad y que se llevaban muy bien. Incluso, con ellas, se
integraban dos o tres que eran mayores. Pues una de las del grupo, muy tímida ella y con nombre de una flor muy común en la escuela de las niñas y en la de los niños, decidió disfrazarse de muchacho, con unos pantalones viejos
de su padre (¿fue la primera en usar pantalones en Micieces?). “¡Que no, que no puede ser! ¡Qué
escándalo!”, decía su madre. Pero fue que sí y por primera vez se puso unos
pantalones. Y a su madre no le quedó más remedio que reírse. Aún recuerda que
le daba vergüenza al principio, pero lo que mejor recuerda es lo bien que se lo
pasaron y lo buena que estaba la tortilla que la madre de una de ellas hizo con
las patatas, el chorizo y los huevos que les dieron.
Años
después, algunos mozos ─ya no era cosa de niños, sino de mayores─, se
disfrazaron de mujeres, de muchachas dicen que provocativas o al menos
llamativas ─los niños no entendíamos mucho de eso ni sabíamos qué diferencia
podría haber entre unas y otras─. Y ahí sí que se armó buena: no les corrieron
por el qué dirán…
─Que eso no se hace, que eso está muy mal…, que adónde vamos a parar…,
que mira que disfrazarse de mujeres, serán… ─Y venía una retahíla de
palabras que a los niños nos sonaban a palabrotas que no se deben ni pueden
decir…
Y
organizaban baile en la casa del tió (sic)
Emiliano o en los prados, casi siempre con una gramola. Las orquestas salían caras y se contrataban para San Lorenzo.
Y la gente más mayor (que no más
vieja, aunque no estoy seguro) se escandalizaba, pero iba a ver el baile. ¡Y lo
disfrutaban! O sea, que tiempos antes o tiempos después… los jóvenes siempre
han sido jóvenes: revolucionarios y rompedores de reglas. Gracias a Dios.
En esas fiestas carnavalescas, los mozos, mozas o cuadrillas hacían, a veces, un monigote de paja, con figura de hombre, mujer u otro ser cualquiera, con frecuencia indeterminado, y le procesionaban por las calles del pueblo entre gritos y canciones, cuyas letras no siempre eran apropiadas para figurar en un escrito (¿?). El dicho monigote terminaba ardiendo en una hoguera alrededor de la cual se organizaba una fiesta con baile y merienda.
Por
aquellos tiempos en que sucedieron estas anécdotas estaban prohibidos los
carnavales, al menos los que no tuviesen una tradición comprobada. En realidad
a un pueblo como el nuestro ni le iba ni le venía, aunque siempre había gente
que solía recordar que estaba prohibido, que no se podía hacer, que si venía la
guardia civil… ¡Pues no tenía otra cosa que hacer…! Y, dependiendo de las
circunstancias del pueblo y de la gente, los niños y niñas, los jovenzuelos y
jovenzuelas, los mozos y mozas e, incluso, alguna vez gentes casadas y ya
provectas en edad, solían disfrazarse de
algo muy inconcreto, indeterminado e irreconocible, hacían algún baile y festejo
y terminar con la consabida merienda o cena.
Cuentan,
y contaron, los abuelos que habían oído a sus padres y abuelos, que estos había
escuchado de sus padres y abuelos, que aquellos habían… Pues eso, que cuenta la
Micipedia que en tiempos anteriores ─a
la guerra y mucho antes─ también se hacía algo así como una celebración del
tipo de baile de disfraces, con la correspondiente comida o merienda… Pero no
se llegaba a una celebración del carnaval que pueda decirse que fuera una
tradición del pueblo al estilo de otros de más postín que lo tienen más o menos
establecido. Aquí, lo que se hacía era por
libre, y por libre decisión de grupos concretos de miciecenses.
El castellano
(la gente castellana), tan serio por otra parte, siempre ha tenido un humor
callado, soterrado, y una ironía, a veces no muy perceptible para el extraño, pero
que era utilizada como oposición a prácticas, teorías o autoridades que no le eran simpáticas o aceptables. Y
esto es lo que salía al exterior con la celebración del carnaval. Lo refleja
muy bien el Libro del Buen Amor, del Arcipreste de
Hita. Las gentes castellanas respetaban
y vivían la seriedad religiosa y sagrada de la cuaresma, pero celebraban con
una ironía interna y callada, no exenta de alegría, a veces externa y vocinglera, el triunfo de don
Carnal. En esta lucha cíclica, siempre vence doña Cuaresma, pero el pueblo sabe
que todo lo triste pasa, que los males no duran siempre y que el próximo año regresará
de nuevo don Carnal.
Derrotado por
doña Cuaresma, don Carnaval se despide y promete:
CARNAVAL:
¡Adiós, Cuaresma enlutada!
¡Adiós, Cuaresma enlutada!
Me voy triste y apenado.
Cuando acabe tu reinado,
¡volverá don Carnaval!
CUARESMA:
¿Que volverá? ¡Lo veremos!
¡Aquí empieza mi reinado!
¡La juerga ya se ha acabado
¿Que volverá? ¡Lo veremos!
¡Aquí empieza mi reinado!
¡La juerga ya se ha acabado
y es tiempo de seriedad!
¡Esparcid ya
las cenizas
en señal de penitencia!
¡Y recuerda con paciencia
que en polvo te convertirás!
Pero el año próximo volverá de nuevo don Carnal. Es el
sino de la vida, quizá de toda vida. Carpe
diem, decía los latinos: la vida hay que disfrutarla mientras se pueda, que
mañana ya llegarán las penas. Es el comamos y bebamos, que mañana moriremos de la filosofía epicúrea.
(Próximamente: LAS OREJUELAS).
Entradas anteriores:
- LAS HORAS Y LOS NOMBRES DE LAS COMIDAS.
- LAS COMIDAS: Tradiciones y ritos.
- LAS COMIDAS: Más tradiciones y ritos.
- COMARCA OJEDA-BOEDO EN EL SIGLO XIV.
- MICIECES EN EL SIGLO XIV.
- LAS HORAS Y LOS NOMBRES DE LAS COMIDAS.
- LAS COMIDAS: Tradiciones y ritos.
- LAS COMIDAS: Más tradiciones y ritos.
- COMARCA OJEDA-BOEDO EN EL SIGLO XIV.
- MICIECES EN EL SIGLO XIV.
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