LAS COMIDAS
MÁS TRADICIONES Y RITOS
(JLR)
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11. Si no estabas enfermo, vamos, pero enfermo de algo que no fuera cuentitis o “no-me-gusta”, tenías que comer de todo, al menos algo. Eso que dice el refrán “estas son lentejas, si las quieres las comes, y si no, las dejas”, se cumplía hasta cierto punto: si las dejabas ─lentejas, garbanzos, berza… o lo que fuera─ ya sabías que no había más, y que el plato, que tenía más paciencia y constancia que tú, te esperaba para la merienda, o para la cena, o para… Así que uno aprendía que era mejor comer lo que te pusieran sin rechistar, pero reciente, a tener que comerlo ya dieldo y pasado. Y no había posibilidades de abrir la nevera y escoger otra cosa… ¡Las neveras llegaron después, cuando ya se podía comprar cosas para llenarlas!
12. El pan era básico en cualquier comida.
Pero eso lo era en toda la cultura mediterránea. En las culturas de raíces
cristianas, como la nuestra, tenía un cierto sentido de sagrado: no en vano
recordaba la Eucaristía y se pedía a Dios “el pan nuestro de cada día” ─muchas
veces, consciente o inconscientemente, le pedíamos pan con algo, y ese algo que
fuera bueno─. Por tradición cristiana, que arranca de la cultura bíblica judía
y que pasaba de padres a hijos, el pan siempre lo partía y repartía el padre. Y
si no estaba el padre, lo hacía la madre. Al pan, incluidas las sobras, se lo
trataba con respeto: siempre se lo colocaba cara arriba, nunca al revés, y, si
se caía de la mesa, se recogía y se besaba –decía el dicho o refrán: “el pan se besa, si se cae de la mesa”─. Cada
familia hacía su propio pan hasta que, rondando el comienzo de la década del
1950, se fueron anulando los hornos caseros y se acudió al panadero, que
primero fue el de Payo y, más tarde, bastante más tarde, otros que vinieron a
hacerle la competencia.
13. La comida del mediodía era la fuerte del día. En la casa siempre era de cuchara, y en el campo, siempre que se podía. Igualmente la cena solía ser también de cuchara.
14. En lo
relacionado a los alimentos básicos,
el pueblo se autoabastecía. E igualmente las familias. De lo que se sembraba y
se cosechaba, y de los animales que se criaban, se comía.
Lo que más se sembraba y, por tanto, se consumía en Micieces
era:
· Patata: con
guiso de todos los tipos y maneras.
·
Legumbres:
estas, por orden de cantidad en producción, más o menos: fréjoles: marrones y
pintos, eran los más abundantes, casi los únicos; garbanzos; alubias, blancas y
pintas; titos y muelas, pero pocos; lentejas; altramuces (aquí llamados “chochos”), no se sembraban muchos.
·
Cerdo:
era lo básico. Cada familia criaba su o sus cerdos, hacía su propia matanza y conserva: morcillas, chorizos,
jamones, lomo, costilla, carne, tocino… Todo se hacía en casa.
· Quien criaba ganado ─ganado lanar, ovejas─ aprovechaba de vez en cuando alguna que no era necesaria para el rebaño ni se podía vender.
· Animales de
corral: conejos, pollos y gallinas. En casos muy contados, algún ganso, pavo, oca o
pato.
Y no hay que olvidarse de los productos que el campo ofrecía por sí mismo: caza, setas (los níscalos son más modernos en Micieces), cangrejos, peces, caracoles…
15.
Por aquella época los platos más socorridos
y abundantes en las mesas
miciecenses eran las patatas y el
cocido.
·
Las
patatas se podían presentar de todas las formas, pero la esencial era la de “patatas
cocidas”, simplemente. (De esto hablaremos más adelante).
·
El
cocido era, y sigue siendo, el cocido de garbanzos, llamado genéricamente “el
puchero”. Tanta fama que han cogido algunos “cocidos” con nombre de
regiones determinadas y el cocido de Micieces, el puchero, ha sido
comida de la zona desde siempre. Lleva, desde luego, garbanzos ─raramente se
hacía con titos, y con fréjoles o alubias era otra cosa, no el cocido─ y se le ilustra y adorna con…
todo lo que la buena cocinera quiera. Pero nunca faltarán los productos de la
matanza del cerdo: morcilla, chorizo y tocino. Y carne del cerdo o de otra
procedencia. ¡Y el relleno!: la miga
de pan, esmigada, revuelta con huevo
y frita en pequeñas porciones, al estilo de tortilla, que, además y luego,
admitía una hervorada con el resto
del puchero. Una vez hecho el cocido y terminada la hervorada del relleno, se
ponían aparte los garbanzos, la carne y el caldo. Y al caldo se le añadía un
poco de pasta como estrellitas, fideos… y quedaba una sopa… ¡deliciosa! Aquí,
por lo general, los garbanzos eran de la cosecha propia. Siempre había alguna
cosecha que, por el clima, la tierra o el agua, daba garbanzos de cocción más
fácil que otras, pero se ablandaban echándoles a remojo (arremojo) la noche anterior con una o
más cucharadas de bicarbonato.
16. Los dulces. En todas las casas se hacían dulces para las fiestas. Y en no pocas ocasiones se aprovecha la cocción del pan en el horno para hacer a la vez una bandejada de dulces. Ahora, la facilidad de conseguir en el mercado dulces variadísimos y muy buenos se ha llevado el tenerlos que hacer en casa, aunque todavía hay quien, de vez en cuando, haga algunos. Los más usuales y tradicionales eran:
·
Las galletas, de
diferentes formas, texturas, sabores y contenidos;
·
los bizcochos;
·
las orejuelas, típicas
y propias del Carnaval;
·
el brazo de
gitano;
y el flan.
y el flan.
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