domingo, 17 de enero de 2016

Micieces de Ojeda: Los "santos" de Micieces: SAN ANTONIO ABAD (SAN ANTÓN).







(Imagen en escayola, moderna. Tuvo un altar propio. Ahora está “encaramado” en el de la Virgen, lateral del evangelio, en la iglesia parroquial de Micieces).


En tiempos pasados, los animales formaban parte de la vida cotidiana de Micieces y de los demás pueblos. Todos eran importantes y todos tenían una misión: las vacas, bueyes, mulas, yeguas, burros...para el trabajo en el campo; los perros, para acompañar, vigilar, cazar...; los gatos, para mantener la casa libre de ratones; el cerdo, las gallinas, los conejos... pues ya sabemos para qué.

Y todos eran bien cuidados y queridos. Las vacas, las mulas, los perros, los burros... hasta tenían nombre propio (me acuerdo de "Minuto", que era como "Platero", pero más de pueblo y menos famoso).

Los animales no eran mascotas en el sentido actual, pero eran como de la familia. Y el día de san Antón, en la misa, se rezaba por ellos. No se llevaban los animales a la iglesia como hacen hoy día en muchos lugares, sino que desde allí se les mandaba la bendición a todos. Y parece que les llegaba. 





SAN ANTONIO ABAD  (SAN ANTÓN)

SAN ANTONIO ABAD, llamado también SAN ANTÓN, nació en el año 251 en el alto Egipto. Vivió la mayor parte de su vida como eremita en el desierto de la Tebaida (Tebas, Egipto), retirado del mundo, en penitencia y oración. Su fama se extendió pronto y le siguieron muchos otros eremitas, de manera que aquel desierto se pobló de penitentes que vivían al modo de San Antonio, en cuevas y sitios similares. Se convirtió en su guía y modelo y tuvo que hacerles una “regla de vida”. De ahí su apelativo de “Abad”. Se le considera el “padre del eremitismo”.

Cuentan que el demonio estaba furioso con él, con su vida santa y con los que le seguían en esa forma de vida y no cesaba de ponerle tentaciones de todo tipo para que pecara y desertara de esa forma de vida. Como no conseguía vencerle, cuando estaba en oración, le enviaba toda suerte de animales horrendos, peligrosos y raros para distraerle, pero todos quedaban pacíficamente a sus pies: el santo los bendecía y desaparecían tranquilamente. De ahí le viene el ser protector de los animales, y más de los domésticos.

Murió el 17 de enero del año 356. Había ordenado que, a su muerte, fuera enterrado su cuerpo en un lugar secreto. No le debieron hacer mucho caso sus discípulos porque sus reliquias se veneran en muchos sitios de Europa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Himno a Micieces de Ojeda