EL CÁNTARO Y LA FUENTE.
-Coge
la botija y la herrada y trae agua de la fuente –le mandó la madre.
-
Llévate la herrada, que vas a romper una
de las dos, y luego llenas el cántaro con lo de la herrada…
-
Que no, que me cuesta más…
Y
a la fuente se va con su botija, su cántaro y su… tralarilarí…, tralaralará… Y
hace la preceptiva cola, y llena su botija y su cántaro cuando le toca, y habla
con sus amigas, y queda con sus amigas para después, y con la botija llena en
una mano y el cántaro lleno en la otra…, tralarilarí…, tralaralará…, se va para
casa más contenta que unas castañuelas y bailando las dos vasijas en sus manos
al ritmo de sus pasos alegres…
Voces
de arreo sonaron por detrás de su tralarilarí… Se arrecata y ve lo que pasa…
Le pareció que todo el vaquerío del pueblo iba tras ella. Si hubiese conocido los sanfermines, hubiese pensado que era aquello mismo… Así que, pies para qué os quiero: ¡a correr…! Y cada vez que volvía la cabeza, veía más cerca a aquellos animales... ¡Pues a correr más! Botija y cántaro en las manos, bien agarrados por si acaso, pero ¡cómo pesan!, van adquiriendo el vaivén de la carrera. Tanto que casi llegan a rozarse… Y ese dichoso güicero sigue persiguiéndola… ¿No tendrá otro sitio por dónde ir? Pues no me va a coger… Y corre y corre…Y ¡zas!: un golpe sordo y sonoro asusta a los animales… ¿Qué pasó? Sí, eso va a averiguar ahora, qué le importa a ella: lo suyo es correr y correr sin soltar las vasijas… Ya llegó a casa. Pues no pesaban tanto…
-
¡Madre, madre…! –grita en la puerta.
-
¿Pero qué pasa?
-
Que me está persiguiendo el güicero entero y vienen todos esos animales corriendo
detrás de mí…
- ¿El güicero a esta hora…?
Y
se asoma a la puerta.
-
Que son los jatos, que los han soltado a beber…
-
Pues venían todos a por mí…
-
Que no, que lo que querían era jugar, que son como los niños, que salen del
encierro de la cuadra con ganas de correr y saltar… No ves que son jatos…
-
Sí, jatos…, pues yo bien grandes que los veía…
-
¿Y el cántaro?
Y
entonces se da cuenta de que el cántaro ha desaparecido…
-Claro,
yo oí un ruido y los jatos se detuvieron asustados…: era el cántaro al chocar
con la botija… Es que era más débil que la botija y se debió romper al chocar…
-Menos
mal que has traído el asa… Cuando venga el cacharrero se la das, a ver si te da
un cántaro nuevo… ¡Ay, qué miedosa eres, hija!
No
volvió a por agua a la fuente a la hora de soltar los jatos a beber al río. Y
salió luego a jugar con las amigas ¿Qué iba a hacer su madre? Y cuando vino el cacharrero, se compró otro cántaro nuevo.
Y siempre que cuenta esta historia, nos reímos de su miedo, de sus sanfermines, del tralarí, tralará… y de nuestros recuerdos. ¡Qué verdad aquella de que cántaro que va mucho a la fuente…!
Y siempre que cuenta esta historia, nos reímos de su miedo, de sus sanfermines, del tralarí, tralará… y de nuestros recuerdos. ¡Qué verdad aquella de que cántaro que va mucho a la fuente…!
(JLR)
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