martes, 22 de julio de 2014

Historias de Micieces de Ojeda: EL CÁNTARO Y LA FUENTE.









                              
                       
EL CÁNTARO Y LA FUENTE.


-Coge la botija y la herrada y trae agua de la fuente –le mandó la madre.
Y la chavala o mocita (todavía iba a la escuela) coge la botija y el cántaro.

- Llévate la herrada, que  vas a romper una de las dos, y luego llenas el cántaro con lo de la herrada…
- Que no, que me cuesta más…

Y a la fuente se va con su botija, su cántaro y su… tralarilarí…, tralaralará… Y hace la preceptiva cola, y llena su botija y su cántaro cuando le toca, y habla con sus amigas, y queda con sus amigas para después, y con la botija llena en una mano y el cántaro lleno en la otra…, tralarilarí…, tralaralará…, se va para casa más contenta que unas castañuelas y bailando las dos vasijas en sus manos al ritmo de sus pasos alegres…

Voces de arreo sonaron por detrás de su tralarilarí… Se arrecata y ve lo que pasa…
-Oh, Dios, el güicero...    
                                                                                                                                                                                   

Le pareció que todo el vaquerío del pueblo iba tras ella. Si hubiese conocido los sanfermines, hubiese pensado que  era aquello mismo… Así que, pies para qué os quiero: ¡a correr…! Y cada vez que volvía la cabeza, veía más cerca a aquellos animales... ¡Pues a correr más! Botija y cántaro en las manos, bien agarrados por si acaso, pero ¡cómo pesan!,  van adquiriendo el vaivén de la carrera. Tanto que casi llegan a rozarse… Y ese dichoso güicero sigue persiguiéndola… ¿No tendrá otro sitio por dónde ir? Pues no me va a coger… Y corre y corre…Y ¡zas!: un golpe sordo y sonoro asusta a los animales… ¿Qué pasó? Sí, eso va a averiguar ahora, qué le importa a ella: lo suyo es correr y correr sin soltar las vasijas… Ya llegó a casa. Pues no pesaban tanto…
- ¡Madre, madre…! –grita en la puerta.
- ¿Pero qué pasa?
- Que me está persiguiendo el güicero entero y vienen todos esos animales corriendo detrás de mí…






- ¿El güicero a esta hora…?
Y se asoma a la puerta.
- Que son los jatos, que los han soltado a beber…
- Pues venían todos a por mí…
- Que no, que lo que querían era jugar, que son como los niños, que salen del encierro de la cuadra con ganas de correr y saltar… No ves que son jatos…
- Sí, jatos…, pues yo bien grandes que los veía…
- ¿Y el cántaro?


Y entonces se da cuenta de que el cántaro ha desaparecido…

-Claro, yo oí un ruido y los jatos se detuvieron asustados…: era el cántaro al chocar con la botija… Es que era más débil que la botija y se debió romper al chocar…
-Menos mal que has traído el asa… Cuando venga el cacharrero se la das, a ver si te da un cántaro nuevo… ¡Ay, qué miedosa eres, hija!
No volvió a por agua a la fuente a la hora de soltar los jatos a beber al río. Y salió luego a jugar con las amigas ¿Qué iba a hacer su madre? Y cuando vino el cacharrero, se compró otro cántaro nuevo.

 Y siempre que cuenta esta historia, nos reímos de su miedo, de sus sanfermines, del tralarí, tralará… y de nuestros recuerdos. ¡Qué verdad aquella de que cántaro que va mucho a la fuente…!


(JLR)
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