1.- Cruces de mayo:
El cura, sus monaguillos y algunos representantes del pueblo o del Ayuntamiento recorrían el campo de Micieces y, en puntos determinados, ponían cruces, rezaban una oración y se bendecía el campo. En algunos sitios todavía he visto el montoncito de tierra que señalaba el sitio donde iba clavada la cruz. Desapareció la tradición.
2.- Rogativas:
En el tiempo litúrgico de las Rogativas iba todo el pueblo en procesión, con cruz alzada y presidida por el párroco, rezando y cantando, pidiendo a Dios buenas cosechas. Se salía de la iglesia, se iba por la carretera hacia Payo hasta llegar al cruce del camino que baja a San Lorenzo. Se hacía estación en la ermita del Santo y se volvía a la Iglesia. Posteriormente se redujo el trayecto y se hacía sólo alrededor de la iglesia. Desapareció la tradición.
3.- Presa del pleito:
En tiempos antiguos hubo un pleito entre Payo y Micieces. En el límite entre los dos pueblos, Micieces hacía una presa en el río para desviar su cauce totalmente y, por un canal de riego, lo llevaba hacia los antiguos huertos y tierras de regadío de la parte alta del pueblo. Payo presentó recurso legal porque no estaba muy claro si la presa estaba construida en terreno de Payo o de Micieces. Los jueces dieron la razón a Micieces y cada año se construía la dicha presa y con el agua desviada del río se regaban los huertos, linares y tierras, cuando había suficiente para todo. Los miciecenses quisieron que este pleito ganado judicialmente no se quedase sólo en los papeles oficiales y que todos por siempre supiesen y recordasen que la presa era de Micieces. En un día determinado representantes del Ayuntamiento llevaban hasta la presa a los niños que podían y allí les explicaban el por qué de aquel acto. Y terminaban dándoles un cachete, una colleja o un coscorrón para que no lo olvidasen: la letra, y la historia, con sangre entra. Después, en la cantina les invitaban a gaseosa, escabeche y aceitunas. Al menos eso es lo que sucedió cuando, siendo niño, tuve ocasión de experimentarlo. Pero lo del cachete, colleja o coscorrón no era tanto: a mí me pareció más una caricia que otra cosa. También se ha perdido.
La noche anterior a la festividad de la Virgen de la Calle (noche del 20 al 21 de noviembre), desde muy antiguo se hace una hoguera enorme en el pueblo, en la calle o plazoleta que esté más despejada. Al anochecer, a la salida del rosario, se enciende... Y, a continuación, comienza una batalla a base de tirarse unos a otros pelusos (el peluso es la flor de la enea, llamada también anea o espadaña, que por estas épocas otoñales se desprende fácilmente en forma de vilanos). Dicen que esta tradición arranca de una época indefinida cuando se trasladó la Virgen de la Calle a su actual ermita: se la acompañaba con velones o antorchas y posiblemente, después se hacían hogueras para calentarse y celebrar una fiesta nocturna. Como en esta época del año no es que hubiera muchas flores, se aprovecharon los pelusos, seguramente como adornos florales o como flores que se echaban al paso de la imagen. Posteriormente se transformaría batalla de flores.
5.- Procesión de San Lorenzo:
Mediados los años noventa se hizo una procesión con San Lorenzo (la imagen de la iglesia parroquial) desde el pueblo hasta la ermita del Santo, a modo de romería. Ciertamente hubo oposición a este hecho con la excusa del “nunca se ha hecho” o del “siempre se ha hecho así”. Pero no es verdad. Consta que existía una Hermandad o Cofradía de San Lorenzo ya en el siglo XV y que los cofrades traían en procesión al Santo desde su ermita al pueblo el día de la celebración (10 de agosto) y al domingo siguiente se le devolvía en procesión a su ermita. El Papa Paulo V (en el año 1611) concedió indulgencias varias a los cofrades y a cuantos participasen en los cultos del Santo. Vamos, algo así como un jubileo. De manera que la procesión a la ermita de San Lorenzo no es de ahora, sino de hace siglos. Lo que no se perdió, o por lo menos hace tiempo que se recuperó, es la misa a San Lorenzo en su ermita el día 10 de agosto.
6.- Semana Santa:
Antes del Concilio Vaticano II se celebraba de forma tradicional. Se montaba el “monumento” constituido de paneles de lienzo pintado representando símbolos y personajes de la Pasión. Se conserva retirado en la iglesia parroquial. Se tocaban las “matracas” (carracas había muy pocas): sobre todo, eso era propio de los niños (que las empleaban también para deslizarse por la hierba de la ladera del alto de la iglesia).
7.- Güicero:
Posiblemente es corrupción de la palabra “buicero” (de bueyes). en otros sitios lo llamaban “vacada”.
Por la mañana se hacía la llamada por las calles y los que tenían animales vacunos o caballares los soltaban y el vaquero los llevaba a pastar en los campos y montes del pueblo y cuidaba del rebaño a lo largo del día. En el verano, cuando había que trillar, se acercaba al pueblo, al lugar de sesteo, y sus dueños recogían los animales que se empleaban en la trilla. Al anochecer volvían los animales a sus cuadras.
El güicero era, pues, un rebaño común de ganado vacuno y caballar pastoreado por un vaquero contratado en comandita por todo el que llevaba animales al rebaño.
8.- Sagrada Familia:
Desde hace tiempo existían en el pueblo dos imágenes de la Sagrada Familia en sendas hornacinas de madera que iban pasando por todas las familias del pueblo: unas eran devotas de una imagen y otras de la otra. Se la tenía en casa durante algún o algunos días y, siguiendo el turno, se pasaban de unas a otras. En la base de la misma hornacina, había un cepillo que recogía las limosnas: se empleaban en gastos de la iglesia o en misas por los difuntos.
9.- La maya:
Era un árbol alto, muy alto, solía ser chopo por ser los árboles más altos y propiedad del pueblo, cuyas ramas se cortaban, a veces se le pelaba y se le coronaba con la consabida bandera. Luego se le levantaba junto a la puerta de los misacantanos para testimoniar a lo lejos que en aquel pueblo y casa había un sacerdote nuevo recién ordenado. Era parte de la fiesta que solía hacer su pueblo al nuevo sacerdote. La verdad es que el significado era mucho más profundo: ¡un hijo del pueblo era sacerdote! Y todos lo tomaban como suyo y lo consideraban como algo suyo. El árbol lo regalaba el ayuntamiento, pero luego, la madera pasaba a la junta de mozos que la vendía y hacía su fiesta.
El nombre viene de unas palabras latinas: introitus a las carnes + tollendas ( introducción a las carnes que hay que suprimir). De la primera (introitus) se deriva antroido, antruido y San Antruido (esto para santificar estas fiestas y para que no fuesen menos santas que la cuaresma, al menos con la ironía propia del pueblo). Antruido (introito) es, pues, la entrada a la cuaresma. Es la época de las “orejuelas”.
11.- Huebra:
Güebra, se solía decir por corrupción de la palabra. Uno de cada casa, familia o vecino estaba obligado a prestar servicios comunales para el pueblo. Se tocaba la campana y acudía todos los que tenían obligación de acudir, y, todos presentes, se distribuía el trabajo. De esta forma arreglaban los caminos, los calces, los arroyos, las fuentes y hacían cualquier otro menester que fuera necesario u oportuno para el bien común.
Uno de estos servicios comunales era hacer “la presa de abajo” para poder regar la vega. La presa se hacía con “céspedes” y cuando se terminaba, se recogían los peces y cangrejos que quedaban en el lecho seco del río. Y se hacía una merienda en la cantina. Había para todos.
12.- Molinos:
Desde tiempo inmemorial el pueblo ha tenido tres molinos movidos por el agua. La moderna maquinaria y el abandono de ganadería ha conllevado el abandono también de los molinos, que llegaron a un estado casi de ruina. Modernamente se han rehabilitado, con sus cuérnagos incluidos. Uno de ellos es privado, de un particular.
Dos de los molinos eran de propiedad del pueblo, y el otro fue siempre privado. Los de propiedad pública funcionaban como sociedades anónimas: cada vecino tenía, los que tenían, acciones medidas por horas de uso, y siempre se seguía un orden para mejor aprovechar el agua y el tiempo. Las acciones, u horas que le correspondían en el uso del molino, se podían vender, prestar, cambiar…, como acciones de sociedad anónima.13.- El pendón:
Era tradición, al menos en la mayoría de los pueblos de Castilla, el pendón del pueblo. El pendón abría las procesiones. Alguien escribió en algún sitio que los pendones llevaban los colores del papado. Ni mucho menos. Ni coinciden los colores de los pueblos ni son los del papado. Eran los propios del pueblo, sin necesidad de definir una bandera determinada. Eran los tiempos en que no se hacían distinciones entre política y religión… Era símbolo del pueblo y por eso iba abriendo la procesión. Por cierto, era enormemente grande, tanto la tela como el varal o mástil, y quien lo llevaba había de ser buen mozo. Y si hacía viento, se las veía, incluso con ayuda, para poder llevarlo.
14.- La boda:
Cuando se casaba una moza del pueblo y en el pueblo, la junta de mozos acostumbraba a hacerle una enramada en la puerta de su casa. Se empleaban ramas verdes de cualquier árbol, yedra, flores… La belleza final dependía del gusto de los mozos y de que hubiera un artista, más o menos, entre ellos. En la anochecida iban en grupo a cantarle la enhorabuena (cuya letra, o una de ellas, la conocida en la actualidad, la publicaremos en otra ocasión). El novio, presente en el acto, pagaba la invitación, el vino… 15.- Los Reyes y el aguinaldo del cura:
En la mañana de Reyes, después de la misa mayor, los niños iban a casa del cura a ”cantarle los Reyes”. Unos versos y su música de siempre. Después el cura les daba el aguinaldo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario