LAS VENTAS es un topónimo del término municipal
de Micieces, situado en la zona del camino
de Vega ─o a Vega─, entre los límites
de los términos municipales de Olmos, Payo y Quintanatello.
Antiguamente el camino
de Vega iba más o menos en línea
recta desde el camino de Olmos, subiendo por Valdecorvo hasta lo alto de la
Varga de Quintanatello donde cruzaba la carretera 2233 y bajaba por el valle
hasta empalmar, pasado dicho pueblo, con la carretera 2223. Ese trazado del camino de Micieces a Vega acortaba
notablemente la distancia. Con el tiempo se hizo un nuevo trazado: empezaba el
cruce del camino de San Lorenzo con la carretera 2233 ─la de Micieces─ y empalmaba
más adelante con el antiguo trazado. Pero
hoy, a causa de la primacía de las tierras de labor, el trazado de ese camino de Vega está tan desconocido y va
tan por otros sitios que lo único que mantiene es el nombre: va siguiendo las curvas
y recodos de los caminos de concentración y llega, sí, a la carretera, pero
mucho más cerca de Payo que de la cima de la Varga de Quintanatello. Apenas
reduce distancias y ya no vale la pena usarlo como camino a Vega. Y, desde
luego, se han perdido por innecesarios los otros antiguos caminos que en lo
alto del páramo se cruzaban. Y de la antigua venta que dio nombre
a la zona, no queda sino un recuerdo muy diluido. Pero el topónimo de LAS VENTAS se mantiene todavía: son las
tierras de Micieces en lo alto de ese páramo, que se inclinan suavemente hacia el este, hacia los valles
Valdecorvo, Parijuelo y Gorrón del camino que va de Micieces a Olmos.

No busques en
los mapas actuales su ubicación, ni los caminos que se cruzaban, ni señales de
lo que antiguamente fue… Solo queda su memoria indeleble en las tradiciones de
los pueblos limítrofes conservadas en sus leyendas, historias e historietas. Incluso hace mucho
tiempo que desapareció de esta zona lo que fue monte en beneficio de las tierras
de labrantío, y el aspecto externo del paisaje es ahora totalmente diferente a
como fue antes de la concentración
parcelaria, y es del todo irreconocible y diferente si se le compara con el de tiempos más antiguos, por
ejemplo, de antes de hacerse la carretera ─me refiero a la carretera empedrada,
que el asfaltado es… muy reciente─.

La Micipedia cuenta que por aquí, en la parte
alta, hubo en tiempos unas casas que ejercieron de venta, de posada, de cantina, de parada y de descanso
para todos los que transitaban por estos parajes. Posiblemente aquello nació
como casa agrícola, casa de campo, quizá dehesa, ubicada en los campos que
cultivaba. Y, pasado el tiempo, la propiedad se subdividió, se heredó en trozos
más pequeños…, y alguien vio como posible negocio el hacer en ese mismo lugar
una posada o venta. O quizá simplemente adaptó las construcciones antiguas a
una nueva función y nuevo oficio. La verdad es que la tal venta o posada no
estaba mal situada para los que iban de
un pueblo a otro por razones personales y para los que iban a los grandes
mercados y ferias de Aguilar, de Cervera y de otros pueblos del norte de la
provincia, porque aquí se daba una
encrucijada de rutas o caminos: el que va del Boedo norte y centro a Aguilar y
a Cervera, y el que va de los pueblos del este y sur de la Ojeda y del sur del
Boedo hacia Cervera y a todos los pueblos del alto Burejo. Todo esto sucedía
antes del trazado de lo que se conoció posteriormente como carretera, es decir,
con los caminos a los que se les solía llamar reales.


¿En qué
consistía la posada o venta? Sería como todas las demás de aquellos tiempos: un
lugar cerrado con tapias, con su patio interior para carruajes y sus cuadras
para animales. Y una sala comunal, grande, que serviría de comedor, cantina,
dormitorio… Y tendría también habitaciones privadas para los que quisieran más
intimidad y quisieran pagarlas. Y seguro que servía comidas y ejercía los
oficios de cantina. Algo así como las que describe el Quijote.
Y casa de
juego. En dichos populares queda el recuerdo de la afición al juego que existió
siempre en esta zona de Castilla. Siempre se suele contar que en este tipo de
ventas o posadas, y en esta en concreto, se ganaron y perdieron en el juego
fortunas notables. Las idas y venidas a las ferias eran fechas muy propias para
el juego. Sin olvidar el juego de las chapas, tan típico y tradicional en la
Semana Santa.

Claro,
visto así, también era terreno abonado para pícaros, bandidos y bandoleros. Y
en la memoria de mucha gente quedan referencias a ello. Y algunas historias se
publicaron en “pliegos de cordel”. Pero de esto hablaremos próximamente…
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