martes, 14 de febrero de 2017

Micieces de Ojeda. Curiosidades: EL ALTO DE LAS VIÑAS Y EL SESTIL.






EL ALTO DE LAS VIÑAS Y EL SESTIL



Son dos topónimos de Micieces situados al sur y sureste del pueblo. Mirados desde el mismo pueblo, y con visión muy optimista y benevolente, podríamos decir que es una humilde y fallida imitación de cordillera, que se extiende por el sur y gira luego hacia el este, y se va perdiendo suavemente  en llanura, ya en el terreno de Villavega. La primera parte, la que da cara al pueblo, es Las Viñas, y, sin solución de continuidad, le sigue El Sestil, que se dirige hacia el este y termina suavemente casi al mismo nivel del valle y río.
Pero no es cordillera ni montaña. Tampoco es otero o cerro ─no es altura aislada en un llano─; ni es un teso, ni altillo, ni colina…, aunque tenga algo de todo, dependiendo mucho del lugar desde el que se lo contemple. Para los miciecenses, que no somos habitantes de montaña, pero tampoco de las llanuras de la Tierra de Campos, estas protuberancias orográficas son simplemente, y aplicando el DRAE, altos, altozanos, lomas o montes, cuyas alturas máximas no son geográficamente significativas. O sea: humilde imitación fallida de una cordillera. Sin más pretensiones. Además, la altura que se les nota está de cara al pueblo y hacia el norte y el noreste, pues por el sur y suroeste desciende suavemente hacia el arroyo de los Argañales y  se va abajando al nivel del valle para dejar amplio paso a ese arroyo y un camino, esto ya en terreno de Villavega.

El alto Las Viñas, en su cara noreste, en la que da al río, es muy vertical y, precisamente por eso, no se cultiva, salvo alguna vaguada cuya inclinación no es tan marcada. El Sestil es la continuación natural  del alto Las Viñas: no es tan vertical y tiene cultivadas más tierras en su falda. 
El río Micieces pasa a los pies de ambos altos: las cimas de estos vienen a estar a unos 54 y 66 metros sobre el nivel del río. Seguramente hace millones de años este pequeño río llevaría mucha más agua y erosionaría y labraría la ladera cercana.   
Geológicamente ambos altos son de arcilla roja, tierra fuerte para el cultivo, pero muy apta para labores de tejería, aunque no consta que haya habido tejerías en esta zona. Abundan los cárcavos y son frecuentes las piedras de arenisca y cascajos conglomerados, en forma de lajas más o menos gruesas o de rocas redondeadas de no gran tamaño. 
En cuanto a la vegetación: en las laderas que dan al norte abundaba el roble melojo, el brezo y el malruyo ─variante del brezo común, pero de tallos más alargados y finos─. Y en la del Sestil también había matas de encina. En lo incultivable podían verse cardos, hierbajos y ullagas (ulagas, aliagas). De toda esta flora queda algo como testimonio de lo que pudo ser el monte autóctono, nunca bosque cerrado porque este tipo de tierra no se distingue por su feracidad. Pero la tala y la necesidad de aprovechar cualquier trozo de tierra para el cultivo, ha disminuido notablemente la flora original.

El alto Las Viñas, antes de doblarse hacia el este y por la cara que da al pueblo, deja pasar el camino de Berzosa: soñando un poco, y utilizando no poca imaginación, podríamos decir que ese paso es algo así como un puerto de montaña que se abre para permitir un camino. En tiempos de los carros de vacas, el tal camino no dejaba de ser bastante problemático, sobre todo para los carros cargados de nías u otros productos o cosas agrícolas. Y es que entre la tierra barrial roja y la cantidad de sitios por los que rezumaba agua, incluso había manantiales que corrían al exterior, se solía hacer un barrizal en el que vacas y bueyes tenían que hacer mucho esfuerzo para pasarlo. Todos los años, o casi, había huebra para arreglar el tal camino: se echaba arena, cascajo, piedras, más tierra, pero no había solución duradera. A veces se buscaba otro junto al tan pisado y batuqueado por carros y animales, pero, al final, pasaba lo mismo: pronto se convertía de nuevo en barrizal intransitable… Parece que la concentración parcelaria lo solucionó con un camino nuevo, por terreno más elevado y más pindio, aunque eso ya no importaba porque solo se pensaba en tractores y máquinas, no en carros de vacas, y quedó uno de los antiguos como recuerdo del ayer, que sigue rezumando agua por algunos sitios, incluso manando en ciertas épocas del año, y da vida a algunas plantas típicas de humedales.

Más de una vez los niños-adolescentes, la cuadrilla de chiguitos o chavales, quisimos subir por lo más pindio, lo más vertical, del alto las Viñas. Era un desafío, algo así como resguilar por un árbol. Nos agarrábamos a los brezos, a los malruyos, a las hierbas, a los retoños de roble que nacían a ras de tierra… Pero eso era tan difícil como una cucaña. Y volvíamos a caer al camino que pasaba al pie del monte. Yo creo que, en muchas ocasiones, no temíamos tanto el caernos y hacernos alguna herida, cuanto el presentarnos en casa con el pantalón roto… Siempre había alguno que conseguía subir, y quien no lo conseguía y se cansaba, ¡y se hartaba!, daba la vuelta al monte y buscaba un sitio más fácil para subir… O volvía con viento fresco, y con algún otro amigo, al pueblo y el grupo quedaba dividido.
(JLR)


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Himno a Micieces de Ojeda