"EL HIDALGO BERZOSEÑO"
(JLR)
En
el reino de Castilla
Alfonso
Octavo reinaba,
al
que también se le dice
el
Noble, y el de las Navas.
Contra
los moros había
luchado
en muchas batallas
y
al sur de Sierra Morena
ya
las fronteras estaban.
Mas
vienen los almohades,
que
es tribu mora y fanática,
todas
las tierras cristianas.
Por
eso el rey castellano
prepara
una gran batalla
que
les quebrante el poder
y
los devuelva hasta el África.
Ayuda
pide a su reino
y
a los otros de la España.
Y
hasta el papa la bendice
como
guerra de cruzada.
De
Europa vienen guerreros,
mas
viendo que no hay ganancia,
que
han de respetar las leyes
y
que el calor los aplana,
dan
la vuelta a sus caballos
y
se van para sus casas…
*******
Las
ciudades de Castilla
a
milicias convocaban:
caballeros
y villanos
y
otras gentes muy variadas
acudían
presurosos
al
servicio de las armas.
El
concejo de Palencia
prepara
las sus mesnadas:
es
quien las dirige y manda,
y
son sus propios alcaides
los
que admiten y contratan.
En
esto llega un jinete
con
su caballo y sus armas:
- Si para luchar
al moro
se forman estas
mesnadas,
en ellas me
enrolaré,
que sé manejar
espada.
Lucharé contra
los moros
aunque muera en
la batalla,
pues ellos antes
mataron
mi corazón y mi
alma.
La justicia que
yo quiero,
ha de darse en la
batalla,
que un hijodalgo
no debe
tomar por sí la
venganza.
Y
el alcaide, que se admira,
de
esta suerte contestaba:
- No debemos renunciar
ni a tu esfuerzo
ni a tu espada.
Date ya por
admitido:
eres ya de estas
mesnadas.
Y,
por cumplir, le pregunta
quién
es y cómo se llama.
- Mi nombre dice
muy poco
y carece de
importancia:
soy hidalgo y
berzoseño.
Desde
entonces todo el mundo
el
Berzoseño le llama.
El
obispo Tello Téllez
bendice
a aquellas mesnadas,
y,
luego, se pone al frente
y
las precede en la marcha…
**********
Hace
días que el ejército
del
rey Alfonso está en marcha
y
se van uniendo a él
el
resto de las mesnadas.
Hacia
las tierras del sur,
rápido
cruza la Mancha.
Al
pie de Sierra Morena
se
dan pequeñas batallas,
se
conquistan los castillos,
se
hacen muchas algarada,
mas
son episodios breves
para
asegurar caminos,
y
soldados y mesnadas
que
aprendan cómo se lucha
y
sepan qué es la batalla.
Los
ejércitos cristianos
de
noche la Sierra pasan
y
al amanecer del día
se
presentan en las Navas.
Miramamolín,
el moro,
esperándoles
estaba:
el
mejor sitio tenía
y
los altos dominaba;
sus
fuerzas eran mayores
su
real, inexpugnable;
las
armas, bien afiladas:
creían
en la victoria
y
la veían muy clara…
Los
cristianos se colocan
en
su orden de batalla.
El
rey Alfonso, en el centro,
pero
ocupando la zaga.
al
frente de sus mesnadas
dispuestas
para la lucha
dónde y cuándo precisaran.
dónde y cuándo precisaran.
Chirimías
y tambores
a
la pelea ya llaman;
las
trompetas y timbales
con
fuerza les contestaban;
nubes
de flechas y dardos
atraviesan
la mañana
y
en los escudos, en tierra
o
en los soldados se clavan;
los
caballeros sujetan
a
sus caballos que piafan,
y
los soldados de a pie
luchan
a espada o a lanza…
Cuando
unos retroceden,
son
los otros los que avanzan;
mas,
luego, hacia el otro lado
La
muerte se enseñorea
de
los campos de la Nava:
los
arroyos bajan rojos
de
la sangre derramada;
la
tierra es un barrizal
y
con sangre está amasada…;
gritos
de lucha resuenan,
ayes
el aire llenaban…
Se
hace presente el cansancio
según
el tiempo se pasa;
y
con él asoma el miedo,
que
es muy mala mezcolanza:
la
muerte triunfa en el campo
y
hace perder la esperanza…
El
rey de Castilla observa
que
su centro se desmanda:
- ¡Es la hora de
luchar
o morir en la
batalla…!
-grita
irritado a los suyos
señalando
con la espada.
- ¡Es hora de la
victoria…!,
responde
el obispo Rada.
Pica
espuelas el rey Noble
y
entra en las filas cristianas
donde
la lucha es más dura
y
las líneas ya fallaban.
Obispos
y caballeros
y
los de aquellas mesnadas
que
protegían al rey
y
la ocasión esperaban,
al
punto le siguen fieles
y
entran en la batalla…
Los
moros al rey cristiano
y
enseguida lo rodean
sin
darle tregua ni calma.
Un
caballero cristiano
del
peligro se percata
y
con valor y coraje
junto
al mismo rey se planta,
luchan,
resisten, batallan…
Los
que venían detrás
se
abren paso con la espada
y
luchan tan fieramente
que
al enemigo avasallan:
el
miedo se hace presente
en
las filas musulmanas,
sus
capitanes ya dudan,
los
primeros dan la espalda,
los
de atrás son arrollados
por
los que huyen y marchan…
Los
cristianos que lo ven
con
brío mayor atacan:
no
les dan tregua o cuartel
y
sus líneas desbaratan…
Aquello
marcó el principio
del
fin de la gran batalla.
***********
Cuando
todo hubo acabado
y
casi todo está en calma,
quiere
saber el buen rey
quién
era aquel que luchaba
junto
a él cuando los moros
luchando
le rodeaban
y
a salir de aquel aprieto
tan
valiente le ayudaba.
Y
don Tello, el de Palencia,
le
responde sin tardanza:
- Un hidalgo
berzoseño
que está
inscrito en mis mesnadas.
- Su nombre
quiero saber
pues he de
premiar la hazaña.
Y
el obispo al rey explica
lo
que de él se contaba:
- Todo el mundo
el Berzoseño
le dice y así le
llama.
Vino buscando
justicia,
sin que fuese
una venganza,
contra los moros
que habían
asesinado a su
amada…
Y
después de oír la historia
que
el obispo le contaba,
el
rey decide premiar
tan
heroica y fiel hazaña.
la tiene por
heredada,
la de privilegio
el rey
se la concede
por gracia.
Y tierras en
regalía
le doy para que
su casa
se levante en el
lugar,
y a su lado un
pueblo nazca.
El escribiente
redacte
el decreto que
el rey manda.
De testigos
fehacientes,
los que siempre lo
hacen, hagan.
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