miércoles, 11 de julio de 2018

Micieces de Ojeda. Y VOLVIÓ LA CIGÜEÑA A MICIECES.





Y VOLVIÓ LA CIGÜEÑA A MICIECES.

Hace casi medio siglo
Micieces perdió su cigüeña,
y el congénito instinto cicónido
impidió que volvieran.
Pasaban otoños e inviernos,
samblases y primaveras,
y solo de tarde en muy tarde
alguna errática vuela  
por el cielo azulado del pueblo
sin posarse siquiera.
¡Es que en sus genes grabada
la ciencia de la vida llevan!
Pero la gente sencilla del pueblo,
a pesar de todo, la espera:
─Si vuelven las oscuras golondrinas,
las codornices regresan,
los vencejos, pájaros y aves
se van y los vemos de vuelta,
¿por qué va a ser imposible
que el pueblo no tenga cigüeña?
Y un alto poste-palón
plantan del pueblo muy cerca
copiando estructura de nido
al modo mejor del Ikea.
Alguna voló por encima
y miró la cosa allí puesta.
Hubo otras curiosas
que al nido supuesto se acercan
volando bajito en redondo
y dando en su entorno la vuelta.
Mas, luego y sin más,
se marchan solemnes y prestas.
¡Y Micieces siguió como antes
sin tener su cigüeña!

¡Ya llegó la cigüeña a Micieces!
decía una vieja.
¡En la ermita, junto a la campana,
hay dos posadas, muy quietas!
Lejos quedó ya san Blas de febrero
y está florecida la primavera.
¿Qué importa ya el refranero?
Las gentes mayores se alegran,
los niños, escasos, las miran,
y todos, muy pocos, comentan
lo que fueron en tiempos pasados
y son las cigüeñas.
Y miran pasmados arriba,
y con la boca abierta,
y ven a las dos posaditas, muy juntas,
formando amorosa pareja,
en la altiva y humilde espadaña
de la ermita que ejerce de iglesia.
Y allí, en lo más alto, amorosas,
las dos crotorean
o machacan el ajo al mortero,
según el pueblo se expresa─.
Y la gente se alegra y admira
su figura elegante y apuesta,
su pico tan rojo,
sus alas tan negras,
sus patas tan largas y rojas
y, en fin, su estampa tan bella,
que parece vestida de frac
para una gran fiesta.
En el nido y a la pata coja
seguras y enhiestas se quedan,
siempre mirando hacia el viento:
en esa postura no las despeina.
¡Y aquel mal agüero de en tiempos,
el tiempo se lleva!
¡Ya tiene Micieces
pareja de blancas cigüeñas!

Y en los días siguientes
Micieces contempla
un ir y venir muy constantes
de las ambas cigüeñas
portando ramas y palos del campo,
y picotadas de paja y de hierba
para el nido que en la misma espadaña
van haciendo con arte y presteza.
Prisa han de darse,
porque el tiempo apremia:
san Blas quedó lejos
y está muy avanzada la primavera.
Desde la espadaña, allá arriba,
al pueblo vigilan serenas;
y desde abajo las gentes
miran a sus dos cigüeñas.
Y ya de mañana,
en el campo, el río o praderas
se las ve buscando comida
cual señoras y dueñas.
Con vuelo solemne y pausado,
a la atardecida regresan
y, para posarse en su nido,
elegantes planean.
En la espadaña toca la campana:
en la ermita hay fieles que rezan,
y las cigüeñas arriba
su rezo las dos crotorean.

Aquellas cigüeñas de antaño
no es que fueran ateas,
quizá solo laicas,
porque huyeron de torres e iglesias
y pusieron sus nidos
en los olmos y olmedas
que el pueblo tenía en su entorno
y en las verdes afueras.
Ahora sí podemos decir,
según albertiano poema,
que su canto baja del cielo
y sirve de nana muy buena
para las gentes mayores y niños,
si niños hubiera.

Dicen que, después de días,
una en el nido se queda,
agachada, quieta y silenciosa,
para que nadie la vea.
¡Eso es que ha puesto los huevos,
o que los ahuera!
Dicen que la otra recorre
los campos, río y praderas
buscando abundante comida
para ella y su compañera.
Cuando nazcan los cigoñinos,
quizás dos o tres sean,
todas las horas del día
ocuparán en la empresa
de criar a sus hijos
y enseñarles a ser aves buenas.

Pero esa ya es otra historia
que por san Blas, cuando venga,
quizás les podremos contar,
si nadie lo impide ni veda.
Y si emigran del pueblo,
que al menos algunas de ellas
regresen cada año
y el rito y refranes mantengan.
¡Y Micieces podrá ya decir
que tiene cigüeña!



José Luis Rodríguez Ibáñez
Julio, 2018


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