La historia de san Isidro es muy conocida. Y pensé que había que
escribir la historia de sus bueyes, porque tanto san Isidro, tanto san Isidro
y…, al final, los que trabajaban eran los bueyes… así que esta es la historia de los bueyes de san Isidro, el de Micieces.
o o o O o o o
Los
bueyes de San Isidro eran de escayola. El tiempo y… el uso los estropeó (¿sería por estar siempre arando?). Alguien
del pueblo pagó la restauración: es como si hubiera ido a una feria (de esas
tradicionales de compraventa de animales) de Cantabria (antes Santander) y se
trajese una pareja nueva. Y, lógico, llevan los nombres de una pareja de bueyes
que en tiempos hubo en su casa: GALÁN y CHATO.
Y la pareja sigue arando y arando… Y el ángel, impertérrito, les sigue arreando. Cada uno cumple con su obligación tradicional. ¡Ojalá que por siempre jamás!
LOS BUEYES DE
SAN ISIDRO (el de Micieces)
SAN ISIDRO, EL DE MICIECES,
figura
ser campesino,
de
escayola, bien pintado
y
con ropaje bien limpio.
¡Al
mirarlo desde lejos
parece
nuevo, novísimo!
Un
santo que cuida el campo
ha
de estar cuidado y limpio
para
que ocupe su tiempo
en
lo que es su patrocinio:
las
tierras y los linares,
los
sembrados y baldíos,
el
tiempo, el calor y el frío…
¡Es
patrón de labradores
el
labrador san Isidro!
La
imagen del de Micieces
mira
hacia el cielo infinito,
con
esa pose de santo,
sosegado,
dulce y místico…
Mano
derecha en el pecho,
terciado
un zurrón chiquito,
en
la mano izquierda lleva
una
gran reja con mimo;
las
botas de media caña
y
de cuero bien curtido;
pantalones
y chaqueta
nuevos,
brillantes y limpios;
gorguera
blanca y bordada,
como
si fuese de rico;
la
capa casi de lujo
y
recogida en el cinto.
¡Es
que nuestro san Isidro
anda
siempre de festivo…!
APOSENTADO EN LA IGLESIA
de
Micieces, en su sitio,
alguien
vio que algo faltaba
para
ser buen san Isidro,
y
en una de tantas ferias
de
cualquier pueblo vecino
compró
una yunta de bueyes
muy
devoto y muy solícito,
uncida
a un yugo cornal,
con
melenas protegidos,
llevando
arado romano
y
arando en campo infinito.
Dicen
que un día en que el santo
rezaba
traspuesto e ido,
del
cielo se bajó un ángel
y
aprendió bien el oficio:
tan
es así, que aquel ángel
volver
al cielo no quiso
y
se quedó para siempre
con
la yunta de bovinos,
agarrado
de la esteva
y
con su vara de espino.
continúa
el angelito!
No
es extraño que de fiesta
vista
siempre san Isidro.
PASADO YA MUCHO TIEMPO,
la
escena miró un vecino,
levantó
el índice dedo
y
estas sus palabras dijo:
─Los bueyes están muy viejos
y, además, están heridos…
¡Es hora de que compremos
otra yunta a san Isidro!
Y
todos se dieron cuenta
de
que era verdad lo dicho.
Los
pobres bueyes estaban
muy
viejos y malheridos,
con
mataduras y llagas,
magullados
y abatidos,
y
también, quizá, cansados
de
labrar siempre lo mismo.
Las
melenas que sus cuellos
les
habían protegido,
estaban
ya tan raídas
que
no hacían el servicio.
Y
tenían los sus cuernos
astillados
o partidos.
Varias
patas enseñaban
alambres
enmohecidos
sin
carne, mondos y limpios.
Y
la pintura del cuerpo
se
desconchaba a trocitos.
Quizá
fuesen mala raza
la
pareja de bovinos,
o
fue quizá que eran viejos,
o
fue quizá el tiempo mismo,
o
fue quizá una caída
de
las manos de algún niño…
Ni
el santo pudo evitarlo,
ni
el ángel pudo impedirlo.
El
caso es que aquella yunta
se
fue al güicero divino,
a
los eternales pastos
que
se ganan los bovinos.
Una
mujer miciecense,
otra
yunta de bovinos
con
los permisos debidos.
─Que sean de buena raza
y tamaños parecidos.
y sepan hacer su oficio,
que no queremos que el ángel
se nos marche al cielo herido…
Quiso
la mujer aquella
conseguirle
a san Isidro
una
pareja de bueyes
que
le durasen… un siglo.
Y
en Cantabria, en una feria,
de
las muchas de esos sitios,
compró
de muy buena raza
una
yunta de bovinos,
raza
que le dicen cántabra,
y
ambos, los dos, muy mansitos,
emparejados
los dos
y
los dos bien avenidos.
CON UN YUGO YUGULAR
venían
los dos uncidos,
ajustadas
las gamellas,
mas
sin colleras de auxilio
ni
melenas que evitasen
heridas
a los uncidos.
Los
miciecenses dijeron
nada
más haberlos visto:
─Buena pareja de bueyes,
mas van a mal yugo uncidos.
Para ganado vacuno
no valen los de este tipo:
el cornal es mejor yugo,
más seguro y productivo…
No
estaba la aquella mujer
para
cambiar el uncido:
─Pues mientras resista el yugo,
que sigan como han venido.
─¿Y cómo van a llamarse
los bueyes de san Isidro?
─Se llama el uno Galán,
y Chato al otro le digo,
que en la mi casa han servido.
Y voy a poner sus nombres
en una etiqueta escritos.
Alguno,
por lo que fuera,
borró
los nombres escritos,
y
ahora todos los llaman
“los
bueyes de san Isidro”.
EL ÁNGEL SIGUIÓ EN SU PUESTO:
en
silencio daba gritos
a
los bueyes si paraban,
¡que
no perdieran el ritmo!;
en
la mano izquierda lleva
la
vara aquella de espino,
y
con su derecha agarra
la
esteva con gran ahínco,
San
Isidro mira al cielo
con
su cara de bendito,
y
a veces mira a la tierra
para
escuchar los pedidos
que
los labradores hacen…
¡Y que siempre son los mismos…!
José Luis Rodríguez Ibáñez
Mayo/2018-
Puedes ver también:
- SAN ISIDRO LABRADOR.
- EL ARADO.
- LA BENDICIÓN DEL CAMPO.
- PARA PEDIR LA LLUVIA.
Y más sobre Micieces en:
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