domingo, 27 de agosto de 2017

Micieces de Ojeda. Miciecerías. LOS NÚMEROS DE LAS CASAS. (Las calles de Micieces - (IX)







LOS NÚMEROS DE LAS CASAS

En las cartas oficiales que llegan a los vecinos de Micieces, los remitentes suelen poner la calle y número de la casa. Y sobre todo en los recibos de la contribución y de la electricidad. La verdad es que el destinatario de la tal carta o del tal recibo no se suele fijar en esos detalles. Mira el nombre, comprende que es para él, y eso le basta. Pero lo oficial es otra cosa y se rige por normas diferentes a las que rigen la convivencia diaria de un pueblo pequeño. Porque, además, hoy no todas las casas del pueblo tienen el número en la puerta o en cualquier otra parte visible: lo tuvieron y han ido desapareciendo conforme se modificaban las entradas principales, las fachadas, las puertas y los dinteles y marcos de las mismas. Y algunas casas que se han hecho nuevas, ni sabían los dueños, ni saben ahora, qué número les corresponde. Los vecinos de un pueblo pequeño son, ante todo, personas con su nombre y apellidos, y, con frecuencia, con su sobrenombre, su hipocorístico o su mote. Y no necesitan más porque todo el mundo conoce a todo el mundo.
           
           
 Algunas casas todavía conservan unos números en el dintel de la puerta principal, y algunas también en otras puertas no principales, pero que parecen haber sido viviendas diferentes. Están hechos estos números con pintura negra, pintados con un molde, todos similares y metidos en un cuadrado o rectángulo de lados marcados con pintura negra también. ¿Y por qué? La historia es bien sencilla, aunque muchos de las nuevas generaciones no la sepan.

            Allá por los finales de la década de los cuarenta (1940), o muy al principio de la de los cincuenta (1950), la ley, la conveniencia, el censo de propiedades, la contribución, la electricidad…, o todo junto y algo más, hubo obligación legal de numerar las viviendas de los pueblos. Lo más seguro (la Micipedia oral así lo atestigua) es que quien de verdad obligó a numerar las casas fue la empresa de electricidad. Con un número en cada vivienda, controlaba mejor cada uno de los contadores y al empleado de leerlos le resultaba mucho menos complicado. Tampoco hay que descartar del todo el pagar la contribución por vivienda y los  impuestos del ayuntamiento.



Y el alcalde, cumpliendo escrupulosamente la ley, encargó a un vecino que marcara todas las casas con su correspondiente número. Y este vecino fue el tio Emiliano. Pronúnciese /tió/  Emiliano. Y esta forma de decir no indica falta de respeto, sino todo lo contrario: era una persona mayor, respetable y, aunque se mereciese el apelativo de señor, no ibas a estar diciendo en conversaciones privadas “el señor…” a troche y moche: lo de “señor” era para ocasiones más… oficiales o solemnes.

            Por aquel entonces yo era niño, chiguito, que aún no llegaba a chaval, y era amigo del hijo pequeño del tio Emiliano. Al salir de la escuela íbamos a ver cómo pintaba los números en el marco de arriba –dintel- de cada puerta. Y utilizaba unos moldes de metal con los números troquelados, del 0 al 9, cada número su molde, que tenían un reborde o lámina para agarrar. Algunos dinteles eran de madera muy basta, sin afinar, y el monde no asentaba: pues le daba unas pasadas con un cepillo de carpintero y arreglado. Cuando había asentado bien el molde metálico del número, daba unos brochazos de pintura negra por encima del molde, lo levantaba y… ¡allí aparecía el número en negro! Para nosotros era, si no maravilloso, sí curioso y llamativo ver cómo aparecía cada número bien marcado y en su sitio verdadero. Lo hacía con una brocha plana, pequeña, pero no pincel. Y el bote de pintura sí que me parecía grande: yo no había visto en el pueblo uno tan grande. Habría pensado, seguro, que eran  muchos los números que tenía que marcar… Y la pintura debió ser de muy buena calidad, porque en este mes de agosto (2017, hace más o menos 70 años) sacamos fotografías de algunos números que todavía quedan y se conservan perfectamente visibles y como recién pintados, o casi.


            Y así iba casa por casa, puerta por puerta, con su escalera, sus moldes, su brocha, su bote de pintura, su cepillo de carpintero y… su trapo, supongo.

Nosotros intentábamos ayudarle y le dábamos los moldes de los números que nos pedía. A veces nos equivocábamos porque los mirábamos al revés. Pero yo no recuerdo que se nos enfadase nunca. Ni siquiera cuando utilizábamos algún molde para hacer el número en la tierra de la calle. Entonces sí que nos decía que no se los manchásemos, que luego no marcaban bien… Y en alguna otra ocasión, seguro que más de una, sí que recuerdo que me dijo:
-Chiguito, no te manches, que cuesta mucho quitar esta pintura y luego tu madre se enfada…
            -¿Por qué le pone ese número, si no es el que sigue por orden? –le preguntamos en más de una ocasión.
            Pero él respondía, con la lógica de las personas mayores, que las casas de un lado llevan los números pares y las del otro llevan los impares. Y quedábamos convencidos de que así era en las ciudades…
            Claro, cuando ya hemos visto un poco de mundo y hemos vuelto a ver los números de las casas de Micieces, nos hemos dado cuenta de que esa norma no la siguió del todo, no era fija. Da la sensación de que si en un lado había muchos números y en el otro pocos, terminaba igualándolos sin mayor problema, eso sí, sin repetir números en la misma calle. Si usted es aficionado a los rompecabezas, seguro que se la rompe si quiere adivinar el orden de los números de las casas de Micieces siguiendo la numeración que ahora mismo existe.


         
 Si ha llegado leyendo hasta aquí, ya sabe la historia de los números de las casas de Micieces. Y si el número de su casa ha desaparecido porque ha arreglado la puerta, la ha cambiado, ha hecho casa nueva o simplemente ha desaparecido aquel número histórico y nadie lo recuerda…, tampoco se preocupe demasiado, pero no haga demasiado caso al recibo de la luz, ni al de la contribución, ni al de los impuestos del ayuntamiento, ni a…Cualquier día dan nombre nuevo a las calles y cambian todos los números de las casas… O, si usted tiene gusto y arte, ponga al número de su suerte. Total, nadie se va a guiar por el número de su casa, sino por la buena persona que vive en ella. ¡Y eso sí que es importante!
(JLR)



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