En las cartas oficiales que llegan a los
vecinos de Micieces, los remitentes suelen poner la calle y número de la casa. Y
sobre todo en los recibos de la contribución y de la electricidad. La verdad es
que el destinatario de la tal carta o del tal recibo no se suele fijar en esos
detalles. Mira el nombre, comprende que es para él, y eso le basta. Pero lo
oficial es otra cosa y se rige por normas diferentes a las que rigen la
convivencia diaria de un pueblo pequeño. Porque, además, hoy no todas las casas
del pueblo tienen el número en la puerta o en cualquier otra parte visible: lo
tuvieron y han ido desapareciendo conforme se modificaban las entradas
principales, las fachadas, las puertas y los dinteles y marcos de las mismas. Y
algunas casas que se han hecho nuevas, ni sabían los dueños, ni saben ahora,
qué número les corresponde. Los vecinos de un pueblo pequeño son, ante todo, personas
con su nombre y apellidos, y, con frecuencia, con su sobrenombre, su
hipocorístico o su mote. Y no necesitan más porque todo el mundo conoce a todo
el mundo.
Algunas casas todavía conservan unos números en el dintel de la puerta principal, y algunas también en otras puertas no principales, pero que parecen haber sido viviendas diferentes. Están hechos estos números con pintura negra, pintados con un molde, todos similares y metidos en un cuadrado o rectángulo de lados marcados con pintura negra también. ¿Y por qué? La historia es bien sencilla, aunque muchos de las nuevas generaciones no la sepan.
Allá por los finales de la década de
los cuarenta (1940), o muy al principio de la de los cincuenta (1950), la ley,
la conveniencia, el censo de propiedades, la contribución, la electricidad…, o
todo junto y algo más, hubo obligación legal de numerar las viviendas de los
pueblos. Lo más seguro (la Micipedia oral así lo atestigua) es que quien de
verdad obligó a numerar las casas fue la empresa de electricidad. Con un número
en cada vivienda, controlaba mejor cada uno de los contadores y al empleado de
leerlos le resultaba mucho menos complicado. Tampoco hay que descartar del todo
el pagar la contribución por vivienda y los impuestos del ayuntamiento.
Y el alcalde, cumpliendo escrupulosamente la ley, encargó a un vecino que marcara todas las casas con su correspondiente número. Y este vecino fue el tio Emiliano. Pronúnciese /tió/ Emiliano. Y esta forma de decir no indica falta de respeto, sino todo lo contrario: era una persona mayor, respetable y, aunque se mereciese el apelativo de señor, no ibas a estar diciendo en conversaciones privadas “el señor…” a troche y moche: lo de “señor” era para ocasiones más… oficiales o solemnes.
Por aquel entonces yo era niño, chiguito, que aún no llegaba a chaval, y era amigo del hijo pequeño del
tio Emiliano. Al salir de la escuela
íbamos a ver cómo pintaba los números en el marco de arriba –dintel- de cada
puerta. Y utilizaba unos moldes de metal con los números troquelados, del 0 al
9, cada número su molde, que tenían un reborde o lámina para agarrar. Algunos
dinteles eran de madera muy basta, sin afinar, y el monde no asentaba: pues le
daba unas pasadas con un cepillo de carpintero y arreglado. Cuando había
asentado bien el molde metálico del número, daba unos brochazos de pintura
negra por encima del molde, lo levantaba y… ¡allí aparecía el número en negro!
Para nosotros era, si no maravilloso, sí curioso y llamativo ver cómo aparecía
cada número bien marcado y en su sitio verdadero. Lo hacía con una brocha
plana, pequeña, pero no pincel. Y el bote de pintura sí que me parecía grande:
yo no había visto en el pueblo uno tan grande. Habría pensado, seguro, que eran
muchos los números que tenía que marcar…
Y la pintura debió ser de muy buena calidad, porque en este mes de agosto
(2017, hace más o menos 70 años) sacamos fotografías de algunos números que
todavía quedan y se conservan perfectamente visibles y como recién pintados, o
casi.
Y así iba casa por casa, puerta por
puerta, con su escalera, sus moldes, su brocha, su bote de pintura, su cepillo de
carpintero y… su trapo, supongo.
Nosotros intentábamos ayudarle y le
dábamos los moldes de los números que nos pedía. A veces nos equivocábamos
porque los mirábamos al revés. Pero yo no recuerdo que se nos enfadase nunca. Ni
siquiera cuando utilizábamos algún molde para hacer el número en la tierra de
la calle. Entonces sí que nos decía que no se los manchásemos, que luego no
marcaban bien… Y en alguna otra ocasión, seguro que más de una, sí que recuerdo
que me dijo:
-Chiguito, no te manches, que cuesta
mucho quitar esta pintura y luego tu madre se enfada…
-¿Por qué le pone ese número, si no
es el que sigue por orden? –le preguntamos en más de una
ocasión.
Pero él respondía, con la lógica de
las personas mayores, que las casas de un lado llevan los números pares y las
del otro llevan los impares. Y quedábamos convencidos de que así era en las
ciudades…
Claro, cuando ya hemos visto un poco
de mundo y hemos vuelto a ver los números de las casas de Micieces, nos hemos
dado cuenta de que esa norma no la siguió del todo, no era fija. Da la
sensación de que si en un lado había muchos números y en el otro pocos, terminaba
igualándolos sin mayor problema, eso sí, sin repetir números en la misma calle.
Si usted es aficionado a los rompecabezas, seguro que se la rompe si quiere
adivinar el orden de los números de las casas de Micieces siguiendo la
numeración que ahora mismo existe.
Si ha llegado leyendo hasta aquí, ya sabe la historia de los números de las casas de Micieces. Y si el número de su casa ha desaparecido porque ha arreglado la puerta, la ha cambiado, ha hecho casa nueva o simplemente ha desaparecido aquel número histórico y nadie lo recuerda…, tampoco se preocupe demasiado, pero no haga demasiado caso al recibo de la luz, ni al de la contribución, ni al de los impuestos del ayuntamiento, ni a…Cualquier día dan nombre nuevo a las calles y cambian todos los números de las casas… O, si usted tiene gusto y arte, ponga al número de su suerte. Total, nadie se va a guiar por el número de su casa, sino por la buena persona que vive en ella. ¡Y eso sí que es importante!
(JLR)
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LAS CALLES DE MICIECES:
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