EL NOMBRE DE LAS CALLES
Si a usted, miciecense de toda la vida que sigue
viviendo en Micieces, y ojalá sea por muchos años más, le pregunta un día el
cartero, u otra persona, no es la primera vez que sucede, dónde está una de
estas calles Humildad, Paciencia, Esperanza, Caridad, o quizá la calle Real,
que parece más sonora y rimbombante, ¿sabría indicarle dónde está? Y como usted
tiene buena voluntad y quiere ayudar, seguro que tendría que recurrir a
preguntarle a su vez:
─¿Pero a quién busca? ¿Por quién
pregunta?
Y ante la respuesta
que le indicase la persona a la que busca, entonces sí, le daría datos y
señales de la calle, de la casa y de todo lo que necesitase… Pero ¿el nombre de
la calle? ¿Y eso a quién le importa? Pues alguien de la civilización urbanita
le podría decir que está usted perdido en su propio pueblo. Y usted no soltaría
una carcajada porque usted es educado y le enseñaron desde siempre a respetar a
los demás…, y mucho más al que acude a ti pidiéndote ayuda.
Pero sí, ciertamente son muy pocos los miciecenses que
saben cuál es el nombre oficial de la calle donde viven, descontados los que se han fijado en el papel
de la contribución porque tienen que pagar. Y ahí sí que está el nombre oficial
de la calle de tu casa. Y todo porque el señor de la oficina del censo, del
catastro o de lo que sea, pero oficial y urbanita, necesita poner en un papel
oficial un nombre oficial a la calle de tu casa, y a la de tus vecinos, para
que conste oficialmente y el expediente oficial esté bien hecho. ¡Y para
Hacienda! O por si se vende, o por si…
Pero siempre por cuestiones oficiales. Porque usted, miciecense, no
necesita el nombre de ninguna calle: con decir quién vive en esa casa, o de
quién es a título personal o de familia, todo arreglado y aclarado…
Micieces solo tiene, oficialmente, cinco nombres de
calles, o si lo prefiere, cinco calles con nombre oficial: Esperanza,
Paciencia, Humildad, Caridad y Real, que se alargan y prolongan a los caminos
de las afueras del pueblo, o se revuelven y retuercen hasta perder incluso el sentido de que son parte de la calle
principal…, mientras hay otras que ni
tienen el honor de tener nombre, ni el de figurar en el callejero ni en el
plano del pueblo.
Miro en Google el plano de otros pueblos vecinos y
admiro la imaginación del autor de los nombres de sus calles: seguro que no les
pagaron por el uso de su imaginación en este asunto. Pero en Micieces el
funcionario, el secretario de urbanismo, el de contribución, el de… lo que sea,
se superó a sí mismo e hizo un derroche
inigualable de imaginación al darles tales nombres. Me atrevería a asegurar, sin apostar nada,
por si acaso, que no había pisado el pueblo y solo había mal visto su plano
teórico. Por aquel entonces no existía el GPS.
¿Pero es que no había otros nombres para poner a las
calles de Micieces? Hay que tener imaginación para llamar calle Real al trozo
de calle que va ─o viene, vete tú a saber─ desde la fuente hasta el puente.
Real, ¿por qué? ¿Porque existe
realmente? ¿Porque le sonaba mejor calle Real que calle Mayor? ¿Porque todo
pueblo o ciudad tiene una calle en honor a algún rey? Y en cuanto a Esperanza,
Paciencia, Humildad y Caridad: muy apropiados nombres para calles de un pueblo
olvidado y que solo se le recuerda en los archivos y para la contribución… Es
como si nos dijesen:
─Miciecenses,
sed humildes, tened paciencia, que la esperanza es lo último que se pierde, y
ejerced la caridad con los demás… pagando los impuestos. El resto, ¿a quién le
importa?
Quizá el inventor, o el escribidor en el papel
oficial, de los nombres de las calles miciecenses se quiso adelantar a esa
moderna ley de la memoria histórica pensando que así no habría desmemoriados o
histéricos que cambiasen gatopardunamente los nombres de las calles para que
todo quedase igual, o peor, y daba ya por cierto como hecho real que en un
pueblo todos nos conocemos y sabemos dónde está la casa de cada cual aunque se
cambie lo exterior, porque si no, aviados estábamos… Pero la historia tiene su
propia ley de memoria. Y es de alabar, y alabo a quien corresponda, el que no
pusiese el nombre de persona ─ni rey, ni personaje histórico, ni general
mandante, ni miciecense ilustre y destacado, ni hecho histórico, ni…─ a ninguna
de las calles: nos libró a los miciecenses futuros de sufrir la vergüeza de ver
que alguno le podría negar el honor que otros le dieron.
(JLR)
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