LAS ACERAS DE MICIECES
En las calles de Micieces no había aceras, quiero
decir las clásicas aceras de cemento junto a las paredes de las casas. Había
algunas que tenían algo parecido y hacían de protección y separación entre
calle y pared de las casas: eran de tierra, cascajo y algo de arena, todo
mezclado, y con el bode exterior de cantos rodados o lajas de arenisca. Eran
pocas las casas que tenían una acera de cemento, y estas digamos que eran de
construcción moderna.
¡Cuántas veces nos lo habrán dicho, más aún, nos lo
habrán gritado! Y es que la calle era de quien iba por ella. Porque por la
calle se iba… por la calle. Sin más. Y quienes tenían preferencia de paso eran
los carros, cargados o no, el güicero, los rebaños y las vacas y
caballerías, porque a ver quién era el majo que no les cedía el paso… Así que,
como no había aceras, lo más seguro era la “orilla”. Si había acera, o algo
similar, pues qué bien…
─¡Y ten cuidado, no te mojes…! ¡Y no te embarres
las alpargatas…! ¡Como llegues a casa mojado…! ─Había gritos y frases de la
madre que ya sabías que te lo iba a decir cuando salías a la calle: era su
obligación. Y la de los niños era la de callar o decir a media voz:
─¡Que no me mojo…, que no me meto en el barro…, que
ya tengo cuidado…, que…!
Cuando leo en alguna novela eso de que los niños van
descalzos por la calle, me sigue llamando la atención y extrañando hasta cierto
punto: los niños en Micieces nunca fuimos descalzos. Con alpargatas de las
baratas, sí; con albarcas ─de madera, ¿de qué iban a ser? En Micieces no se
usaron de las otras─, también; con unos
zapatos de goma, no botas, cuando había barro y agua; con aquellas
famosas katiuskas, quien y cuando podía; con zapatos de vestir, en la primera
comunión ─y los íbamos haciendo durar para las fiestas señaladas hasta que los
pies ya no entraban en ellos─. Y, desde luego, rompíamos el calzado más de lo
que deseaban nuestros padres…
Pues el caso es que, y se solía repetir, cuando
llegabas a casa después de haber estado jugando en cualquier sitio del pueblo,
venía la regañina, porque, si había agua o barro, lógicamente venías mojado,
embarrado, o peor… Pero era la ley de la vida, al menos de nuestras vidas, y no
nos creaba ningún trauma, porque sabíamos cuál era el papel de la madre, el del
padre y el del niño, que éramos nosotros, y lo habíamos aceptado y asumido.
A
principios de los años cincuenta (1950) se hicieron las primeras aceras
oficiales en el pueblo, solo en las calles principales. Yo creo que algunos del
pueblo trabajaron en ellas, pero los albañiles y jefes eran de fuera. Los niños
veíamos cómo iban haciéndolas. Si usted ─cualquier usted de cualquier pueblo o
ciudad─ deja a la intemperie un montón de arena, sepa que los niños se lo van a
pisar y a esparcir y extender: es ley de vida, o ley de niños, o… Bueno, que
siempre sucede. Y aquí, en Micieces, sucedía con la arena de las aceras. ¡Pues
no era poco bonito jugar en ella y con ella! Y al atardecer, o al anochecer, ya
no había escuela ni estaban los obreros de las aceras. Todavía alguno se
acuerda de que el día de su primera comunión fue con la cara raspada porque,
jugando en uno de aquellos montones de arena, se cayó y no tuvo mejor ocurrencia
que parar el golpe con la cara.
Nos llamaban la atención muchas cosas de la obra que
se estaba haciendo. Por ejemplo: por qué metían unas tablas puestas en vertical
cada trozo de acera, por qué, después de afinar la superficie, pasaban un
rodillo con unos dibujos, por qué metían también piedras… Y siempre había
alguien que nos explicaba el porqué: que si la dilatación, que si así no
resbala, que si se hacía más dura y resistente…
Pero aquel trabajo falló en algo: la
capa superior, la fina, y algo de más abajo, parece que no fraguó bien: se
desmoronaba nada más tocarlo. La explicación que tengo grabada en mi memoria es
que cayó una helada por aquel entonces y el cemento no fraguó bien y se
estropeó. Pero en algunos corros de personas mayores se decía que era porque no
habían echado suficiente cemento. El caso es que el ayuntamiento consiguió que
se rehiciesen otra vez las aceras estropeadas. Y esta vez sí, parece que quedó
bien. ¡Ya tenía Micieces aceras en sus calles! Bueno, en todas no, pero se
fueron añadiendo.
De otra tacada, se encementaron las calles
principales. Y se hicieron más aceras. Y, luego, poco a poco, se fueron
encementando todas las calles y callejas del pueblo. Y donde había suficiente
espacio, se hicieron aceras; y donde no, quedó todo el espacio como calzada. ¡Y
ya no hay barro en las calles de Micieces!
De estas últimas obras no tengo más recuerdo que la realidad de verlo
terminado, porque yo estaba ya fuera del pueblo. Y cada vez que volvía y veía
cosas nuevas, me daban una gran alegría.
Anteriores (LAS CALLES DE MICIECES):
- TRAZADO URBANÍSTICO.
- LAS CALLES DE ANTES.
- CON HIELO, CON NIEVE, CON LLUVIA...Y CON RIADAS.
Y más en :
https://www.miciecesmipueblo.es (CONTENIDOS)
(JLR)
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- LAS CALLES DE ANTES.
- CON HIELO, CON NIEVE, CON LLUVIA...Y CON RIADAS.
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