...Pero también es de todos aquellos que quieran conocer y compartir sus historias, anécdotas, recuerdos y todo lo que hace que Micieces sea "Nuestro Pueblo".
Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS. Cosas de la calle. (Las calles de Micieces - V).
COSAS DE LA CALLE
Por aquel entonces, Micieces era un pueblo agrícola y
no era raro ver en la calle aperos de labranza, arados, carros u otras
herramientas o máquinas. Aunque echando una mirada a los recuerdos de mi pasado
más antiguo, tampoco es que hubiera problemas de aparcamientos en las calles.
Es que la calle era un poco la prolongación exterior de la casa. Y si alguien
venía tarde, ya en la anochecida, de
arar o de acarrear, por ejemplo, no era cuestión de guardar arados o carros cuando
mañana de madrugada lo iba a utilizar otra vez. Así que se quedaba en la calle,
que nadie se lo iba a llevar. Sé que, posteriormente, cuando ya empezaron los
coches y tractores, y las calles habían perdido la apariencia de pueblo
labrador o antiguo y se asemejaban en algo a las de ciudad, la autoridad
competente mandó liberar las calles de todo tipo de aperos de labranza que
estorbaban, afeaban o entorpecían el tránsito. Y quedaron libres de los arados
y otros aperos de labranza, que se fueron hacia zonas fuera del perímetro
urbano, pero comenzaron a aparcarse en las calles los tractores, los remolques
y los coches. ¿Y por qué no?
También era un pueblo ganadero. Y los animales se
guardaban y cuidaban en sus cortes y cuadras, pero dentro de lo que es el pueblo.
Parece que en tiempos muy pasados hubo alguna majadaen el campo: yo
solo conocí los restos de una y su leyenda. Así que las calles eran el paso
obligado de rebaños de ovejas, del güicero, de animales vacuno o
caballar suelto, de parejas de ganado vacuno o caballar preparadas para la
labor agrícola, uncidas a carros o
llevando aperos de labranza. ¿Por dónde iban a ir si no era por las
calles?
Esto
conllevaba el que las calles recibían las deposiciones de los animales. Cuando
eran de tierra parece que no se notaba mucho, pero, cuando el suelo era ya de
cemento, se veía y se notaba demasiado. Cada cual procuraba que su parte de la
calle estuviese más o menos adecentada, y todos tan contentos. Eso del
barrendero vino después, muy modernamente.
¿Y los bancos? Me refiero a los de sentarse. ¡Ni uno!
Lo más que había era algún madero asentado sobre unas piedras, o quizá sobre
unos ladrillos, que algún vecino había colocado en la solana de su casa o al
remanso del cierzo y servía para observar a los que pasaban, tomar el sol,
hacer la tertulia… En otras solanas y remansos había piedras estratégicamente
colocadas y ablandadas, algunas veces, por un cojín casero que el interesado o
la interesada traía consigo. Otras personas traían y llevaban su silla, o su banqueta
otajo. Muy acá en el tiempo, pero muy acá, se
consiguieron de algún organismo oficial cuatro o cinco bancos que resintieron
hasta que la intemperie se los comió. Luego, en un luego de muy después y
cercano al tiempo actual, se renovaron por otros, siempre escasos.
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