lunes, 2 de enero de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS: Los pliegos de cordel.







LOS PLIEGOS DE CORDEL
(JLR)

En cierta ocasión, no hace muchos años, alguien de Micieces hizo limpieza de cosas antiguas ─viejas, decía─, que le habían aparecido por allá, en el desván, o en el pajar, o en algún otro sitio intocable u olvidado de la casa… Y me enseñó algunas: una serie de papeles impresos, en hojas sueltas, de diversos colores. Vi enseguida que eran versos de carácter popular y que estaban editados en fechas diferentes, pero todos hacia la primera mitad del siglo  XIX. Algún bisabuelo, o tatarabuelo, o… de la familia había tenido el gusto de coleccionar esas hojas, las había guardado y ahí estaban ahora. Eran, desde luego, poesías muy simples en general, recitables o cantables: lo que se ha llamado coplas o romances de ciego, romances de cordel o pliegos de cordel.


El nombre de coplas y el de romances le viene por el sistema de versificación en el que suelen estar hechos estos poemas. Y lo de ciego, porque los privados de vista, los ciegos con su lazarillo, solían ser los que se dedicaban a recorrer los pueblos declamando, cantando, mostrando y vendiendo  los dichos poemas. El oficio de coplero era generalmente ejercido por estas personas y otras que se hacía pasar por ciegos o tenían algún tipo de minusvalía. Pero en muchos casos el oficio del ciego, real o fingido, no solo era de propagador, sino que era también autor, compositor, recitador y vendedor ambulante. Y entre las cosas que propagaban y vendían, reservadas en exclusiva a ellos por ley en 1789, estaban la composición y venta de romances, almanaques, calendarios, tablas de jubileos y otros muchos papeles sueltos.  Por eso hubo  muchos que, fingiendo ceguera, se aprovecharon de este comercio que, aunque prohibido en época de Carlos III por poco útil y nada beneficioso, no desaparece del todo y resurge de nuevo con fuerza a finales del siglo XVIII. No obstante, era una forma de difundir la literatura popular, las noticias, la cultura… ¡Era heredera de los antiguos juglares!
Y el nombre de pliego de cordel es porque, quien los vendía, proclamaba, declamaba o cantaba, los exponía a la vista del público colgados de una cuerda o cordel que tendía de clavo a clavo de una pared, en el puesto de su tenderete en la plaza pública o donde buenamente podía. La gente los veía y compraba el pliego con la canción o canciones que le gustaban…  
La impresión ─de imprenta─ se hacía en pliegos sueltos, que se doblaban sobre sí mismos, una o dos veces, y quedaba cada uno como cuadernillo de libro. Se pasaba un hilo, cuerda o cordel por el doblez central, sin necesidad de ningún tipo de cosido, y se ataban sus extremos a los de una caña o palo de largura apropiada. Así se iban juntando los que el dueño tuviese a bien y aparecía una estructura similar a un libro. Con esto se conseguía no perder las hojas y tenerlas todas unidas, aunque separables si así se quería.
¿De qué solían tratar estos pliegos de cordel o poemas de ciego? Los había de temas exclusivamente religiosos: historia sagrada, vidas de santos y similares, sin faltar nunca los relacionados con la Virgen María y sus milagros. Abundaban también las epopeyas medievales, los temas de libros de caballerías, las hazañas de bandidos… Pero los más abundantes, los que más se vendían y los que parece que gustaban de verdad, eran los que contaban historias de actualidad, sucesos y acaecidos, y mucho mejor si se trataba de amores pasionales, de crímenes truculentos, de venganzas horribles, de ajusticiados o de arrepentimientos de empedernidos pecadores… Cuanto más impactantes, sórdidos y criminales fuesen los protagonistas, más gustaba a la gente de pueblo, mejor lo aceptaba y más se vendían. Quizá el mundo de la televisión haya avanzado mucho en lo técnico, pero parece que el fondo sigue siendo, más o menos, el mismo.


Solían empezar con una invocación religiosa que, con mucha frecuencia, hacía referencia al santo, Virgen o Cristo de devoción del pueblo donde el hecho había sucedido. Y terminaba, si no pidiendo el vaso de bon vino como hacían los juglares, sí pidiendo perdón por los fallos y recurriendo a la comprensión, buena voluntad y generosidad de los espectadores, que debían demostrar echando algún dinero en la gorra que solía pasar entre los espectadores.

Allá por los años cuarenta y después ─1940─ todavía venían por los pueblos personas con algún tipo de minusvalía, algún ciego y su lazarillo, u otro tipo de persona con capacidad para cantar, recitar versos, mostrar cartelones con dibujos y entretener a las gentes contando historias, cuentos, leyendas, sucedidos… Siempre llevaban un paquete de hojas que solían colgar en una cuerda extendida de clavo a clavo en cualquier pared. O iban por las casas a venderlos. La gente solía comprar el que más le gustaba. Una diferencia había entre los antiguos pliegos de cordel y estos más modernos: aquellos se hacían en el auténtico y clásico pliego de imprenta y en estos se ahorraba papel porque se editaban en papel más pequeño: pliego de doble folio, en folio, en cuartilla o en octavilla. Y solía ser en papel de color. ¡Es que había que conseguir el máximo beneficio con el mínimo gasto! Pero siempre seguía siendo una muestra de literatura popular y una crónica de sucedidos, históricos la más de las veces, aunque adornados por la imaginación del autor. Si en casa tienes alguno de estos pliegos de cordel, no los tires: tienen su valor histórico.

Bueno, pues entre aquellos pliegos de cordel que me mostraron, había algunos que directamente se referían a Micieces, y otros que, por el contexto, se colige que se referían a zonas cercanas. Todos ellos contaban historias interesantes, o al menos curiosas, que habían pasado hace… no sé cuánto tiempo. Por deferencia me callo el nombre de quien me los entregó. Y solo transcribiré, por ahora, los referidos a dos molinos desaparecidos, porque sus historias están tan alejadas en el tiempo, que ya nadie puede darse por aludido.



Próximas entradas:

           - LOS MOLINOS OCULTOS DE MICIECES.
- PALAHIERRO Y GORRÓN.




Puedes ver también:




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Himno a Micieces de Ojeda